Retiro «Preguntas de Jesús en el evangelio»

Esta página contiene algunas de las charlas orientativas que se dieron durante cuatro días de retiro organizados por la Comunidad de Grupos Católicos Loyola. Estos materiales se ponen a disposición de aquellas personas que puedan encontrar utilidad en ellos con el permiso de la persona que dio las charlas. Las orientaciones de este retiro suscitan como hilo conductor para el trabajo y reflexión de quien las escucha algunas preguntas clave que hace Jesús de Nazaret a lo largo de los evangelios.

 

Construyendo un puente: oración de conclusión

Dios amoroso, me hiciste tal cual soy. Te alabo y te amo, pues me creaste maravillosamente a imagen tuya. Pero cuando la gente se burla, me siento herido, desconcertado y avergonzado. Por favor, Dios, recuérdame mi propia bondad, que en Ti descansa.

Ayúdame a recuperar mi dignidad, la que Tu me diste cuando fui concebido. Recuérdame que puedo vivir una vida de amor, puesto que Tú creaste mi corazón.

Permanece conmigo cuando la gente me haga sentir inferior, ayúdame a responder como Tú quieres, con amor y respeto hacia quien me ofende y hacia mí mismo.

Ayúdame a encontrar amigos que me quieran tal cual soy, ayúdame sobre todo a ser una persona amorosa.

Y, ayúdame a recordar que Jesús me quiere, Él también fue visto como un paria, Él también fue incomprendido, Él también fue derrotado y escupido. Jesús me entiende y me ama con un amor especial, por el modo en que he sido creado.

Cometario al evangelio desde fuera del armario

Comentario al Evangelio desde fuera del armario. Tercer Domingo de Pascua. Lucas 24, 35-48.

Hace años, cuatro amigos homosexuales creyentes comenzamos a reunirnos para hacer oración en una pequeña y escondida habitación que nos prestaron. Como estaba en un edificio de un colegio religioso, pidieron total discreción. No hacía falta el ruego, pues los cuatro teníamos suficientes razones para ser discretos hasta el extremo. Aún estábamos más dentro que fuera del armario. Además algunos éramos catequistas y seguro que si se descubría nuestro secreto lloverían los problemas.

Viernes Santo, camino de la cruz

El camino de la cruz es una carrera de fondo, un camino que se construye día a día. Esta carrera el amor se expresa levantando rostros de Cristo, manteniendo alzadas imágenes que nos los recuerdan. Contemplando el amor y la fortaleza de María que ve morir a su hijo; conectando ese amor con el que sienten padres y madres cuando piensan en sus hijos y acompañan su camino. Camino de la cruz para acordarnos de personas, con sus situaciones e historias y mandarles mensajes, aunque nos parezca irreverente. Camino de cireneos para ayudar a llevar y levantar cruces ajenas. Camino para dejarse afectar sin más, sin motivo aparente. Camino de caídas, de dejarse caer por falta de fuerzas y dejarse levantar. Camino de fallos y limitaciones reiteradas, de inconsciencias y juicios reincidentes. Camino para contemplar los pecados estructurales del mundo, para conectar con nuestros problemas y reconocer que hay muchas cosas en nuestra vida que no nos acaban de gustar.

Jueves Santo: día del amor fraterno

Yo conozco a los que he escogido decía Jesús. Nos conoce, nos conocemos, nos hemos escogido unos a otros. Pedimos querer tener el corazón y los sentimientos que se despiertan en Jesús y que fluyen y se conectan con nosotros. Frente al peso de una creciente responsabilidad, limpia nuestros miedos, limpia mis prejuicios, lo que limita nuestro encuentro con los demás para aprender a mirarnos unos a otros como Dios los mira. Somos muy limitados, sin ánimo de fijarnos en todo lo que hacemos mal, contemplamos el gesto tan físico de lavar los pies a los demás. Símbolo de humildad, de dejarse hacer, dejarse tocar el corazón. Con el deseo de sentir y experimentar que Dios siempre está ahí, comidos por el estrés de la vida diaria con el sentimiento de no estar a la altura, con no defraudar, prescindimos de nuestra autosuficiencia, en ocasiones física, dejándonos cuidar y lavar en lo que más nos limita, en lo que más nos cuesta aceptar de nosotros mismos.

I Fiesta de las familias: «Juntos acompañamos en la diversidad»

Este artículo es una crónica de la participación de CRISMHOM en la I Fiesta de las familias que tuvo lugar el 29 de octubre de 2017 como respuesta a la invitación de la Parroquia de Nuestra Señora de Milagro de San José (Salamanca). El título de esta fiesta es: «Nuestras familias: cultura del corazón. Juntos nos acompañamos en la diversidad». En particular, CRISMHOM participó en el taller «Soy gay/lesbiana. ¿Tengo sitio en la Iglesia?».

Comentario al Evangelio desde fuera del armario de Ichthys. Quinto domingo de Cuaresma.

Nunca he tenido miedo a la muerte. Más bien tuve alguna vez miedo a la muerte de otros, de mis padres, mis hermanos, mis amigos… Pero soy consciente de que yo nunca tuve miedo a morir. Por el contrario, en mi adolescencia sí deseé mi muerte. En un retiro de esos que llevábamos a cabo durante el curso en el colegio donde estudiaba, el director espiritual empleó buen tiempo en abordar el tema moral, como si el sexto mandamiento fuera el pilar fundamental de la fe. Con dieciséis años ya era bastante consciente de mi identidad sexual, por mucho que hubiera asumido que ese fuera un terrible secreto que guardar, quizá para toda la vida. La discutible pericia pedagógica de aquel sacerdote me hizo sentir un ser despreciable, no ya para la sociedad entre la que se encontraban mis compañeros de clase, sino sobre todo ante Dios, para quien era un error, un indigno hijo suyo, un desviado, un degenerado.

A Jesús crucificado

No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.

Cristo no tiene otro cuerpo que el tuyo

Cristo no tiene otro cuerpo que el tuyo. Ni manos, ni pies en la tierra sino los tuyos.

Tuyos son los ojos con los que Él mira compasivo a este mundo.

Tuyos son los pies con los que camina a hacer el bien.

Tuyas son las manos con las que bendice a todo el mundo.

Tuyas son las manos. Tuyos los pies. Tuyos los ojos.

Tú eres su cuerpo. Cristo no tiene ahora en la tierra otro cuerpo que el tuyo.

(Atribuido a Santa Teresa de Ávila)

Sobre la ternura de los gestos diarios

Contemplando a una pareja con un niño pequeño cogido por su madre en brazos según tomaba hoy el metro en la mañana para ir a trabajar. Veo al chico que según se sientan mira al pequeño, estira su mano y le acaricia el pié. Veo cómo se miran y sonríen. Él se reclina sobre el hombro de su chica, estira su brazo por detrás de ella cogiéndola y con la otra mano le hace carantoñas al pequeño, vuelve a reclinar su cabeza sobre el hombro de la chica. Veo cómo se miran y sonríen. Una imagen sencilla, diaria. Sin embargo, despierta en mí una gran ternura.

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