Experiencial: Familia cristiana y homosexualidad

Esta charla tiene lugar el 1 de abril de 2019. No fue organizada por CRISMHOM pero algunos de los que participaron colaboran activamente con CRISMHOM y todos han autorizado que sea publicada en esta página. En ella se recogen los testimonios de una familia formada por Herminia y Javier, su hija Sara que es lesbiana y su hijo Javier que es gay.  Comparten su experiencia vivida de aceptación e integración de la fe cristiana y la orientación sexual. Cada uno muestra su propia perspectiva como madre, padre, hija e hijo. Están disponibles el registro de AUDIO y el texto escrito (a continuación) de esta charla sin precedentes. Para escuchar los registros de audio desde un teléfono móvil, es necesario instalarse la aplicación de IVOXX (al acceder a ellos se dan instrucciones de cómo hacer la instalación).

Herminia: Preámbulo, acción de gracias, propuesta y presentación

Buenas tardes querida comunidad, antes de nada,  lo que queremos hacer es dar gracias, dar gracias a Dios por poder estar aquí con vosotros. Nosotros estamos convencidos que es Él mismo, El Espíritu Santo quien ha inspirado este acto. Damos las gracias también al Equipo de Presidencia por haber pensado en nosotros e invitarnos a dar esta charla.

Nuestros hijos, Javi y Sara son homosexuales, los dos: Javi es gay y Sara es lesbiana. Lo sabemos desde hace 4 años y medio y en lo que sigue, vamos a compartiros nuestra experiencia como familia cristiana, cómo vivimos esta realidad de la homosexualidad de nuestros hijos en casa, con nuestra familia más próxima y con la más extensa, con nuestras promociones, con vosotros, que sois nuestra Comunidad, y con nuestra Iglesia Católica, que es donde encontramos un poco más de dificultad.

Nos propusieron dar este acto a comienzo de curso, en octubre, y al principio, lógicamente, nos llevamos una gran sorpresa, nos quedamos un poco atónitos, ¿seremos capaces?, ¿podremos hacerlo?

Lo pensamos un poco y, a pesar de nuestras dudas iniciales, dijimos que sí porque de lo que se trataba era de hablar de nuestra experiencia, nada más. Nosotros no somos eruditos, ni vamos a dar una charla sobre homosexualidad, identidad de género, o diversidad sexual, porque no nos compete y no estamos preparados para ello.

¿Que pretendemos con este acto? o ¿cuál sería el objetivo de esta charla?, pues nada más que hablar de esto con libertad, con normalidad, sin miedo, sin nada que esconder, sin tapujos… normalizar. Y por supuesto, sin nada de lo que avergonzarse … Queremos también aclarar algunas cosas que después de nuestra experiencia hemos visto que pueden generar dificultades y confusión en buena parte de nuestra sociedad.

Con esto creemos que podemos ayudar al Grupo y a mucha gente a entender un poquito más y a mirar de otra manera esta realidad. Javier empezará con una introducción al tema y seguiremos con los testimonios de cada uno más personales. Muchas gracias a todos por estar aquí.

Javier padre: introducción

A continuación, voy a dar una breve introducción al tema. Sobre todo, informaros sobre unos conceptos de los que hay mucho desconocimiento. Lo primero es aclarar que la homosexualidad no se elige, no es una opción. Es una dimensión de la persona como ser zurdo o ser albino. Aunque a un zurdo se le obligue a utilizar la mano derecha sigue siendo zurdo. La ignorancia de este aspecto fundamental, de que la homosexualidad no se elige, con una tradición que ha considerado que todas las personas somos iguales en términos de naturaleza sexual, y que aquellas que “se desvían” del comportamiento mayoritario, lo hacen por vicio o perversión, ha llevado a discriminar y perseguir a estas personas, social, legal y penalmente. En la mayoría de los países ha sido considerado delito este comportamiento. En el Reino Unido se despenalizó en 1967 y en España en 1978. En la actualidad sigue siendo delito en 72 países y en 8 de ellos todavía se castiga con la pena de muerte [1].

La homosexualidad ha estado presente en todos los tiempos y en todas las culturas, pero es a partir de la Edad Media cuando se empieza a condenar más duramente al relacionarla con vicio o pecado.

En el siglo XIX empieza a relacionarse con un desorden mental y ya en el siglo XX se estudia si se trata de una enfermedad psiquiátrica o psicológica. Esto ha sido finalmente descartado desde hace más de 40 años por las principales sociedades científicas de psiquiatría y psicología y así también lo concluyó la Organización Mundial de la Salud en 1990.

Por tanto, no es una enfermedad, no es un trastorno mental, y al no serlo, no tiene tratamiento curativo, como todavía sostienen algunas personas, con base ideológica, pero sin base científica, normalmente apoyados por organizaciones ultra religiosas.

La Asociación Americana de Psiquiatría cuestiona expresamente la validez científica de las terapias de cambio de orientación sexual y recomienda se abstengan de aplicarlas en base a los riesgos de causar daño psiquiátrico al individuo [2].

En lo que sigue, a veces vamos a utilizar el acrónimo LGTBI para referirnos al colectivo de lesbianas, gays, transgéneros, bisexuales e intersexuales que, aunque reflejan realidades distintas, están sometidos a una problemática de aceptación social similar.

A pesar de la aceptación legal y social creciente y de haberse eliminado la asociación con enfermedad, la sociedad ha seguido manteniendo un fuerte rechazo y discriminación a la población LGTB.

Sin embargo, el rechazo está disminuyendo y la tolerancia va aumentando, de ahí que muchos comenten que la homosexualidad parece que “está de moda”, pero como hemos explicado antes, ser chino o ser zurdo no pueden estar de moda, dado que son condiciones que no se eligen.

Simplemente al haber mayor tolerancia hay un mayor número de personas que ya no tienen miedo de vivirse y expresarse con libertad y no permanecen ocultos como antes.

Por eso parece que ha aumentado el número de personas homosexuales, pero no es así, el número sigue siendo el mismo de siempre y simplemente hay mayor visibilidad gracias a la mayor tolerancia.

Para la doctrina oficial de la Iglesia Católica (el Catecismo), en paralelo con otras religiones como el Islam, la homosexualidad se considera un desorden moral o depravación grave [3].

Así, la calificación moral es la misma, lo que cambia es el castigo aplicado.

En los países islámicos donde el poder civil y el religioso están unidos, el código penal se aplica al colectivo LGTB con todo rigor. Afortunadamente, en Occidente hay separación entre ambos poderes.

Sin embargo, ante la realidad evidente de que una parte considerable de la población es LGTB, dentro del cristianismo y de la propia Iglesia Católica, hay corrientes que empiezan a interesarse por conocer en profundidad esta realidad. Porque aquello que desconocemos es imposible que lo entendamos, y el no comprender estas realidades nos puede generar recelo, miedo y rechazo.

Pues después de esta introducción, vamos a pasar a contaros nuestras experiencias más personales.

[1] Datos web de ILGA 2017

[2] Position Statement on Therapies Focused on Attempts to Change Sexual Orientation (Reparative or Conversion Therapies) APA Official Actions May 2000

[3] Catecismo de la Iglesia Católica. Artículos 2357 y 2358.

Testimonio Javier hijo

Nunca pensé que tendría la oportunidad de estar aquí, entre vosotros, y de poder contar una pequeña parte de mi vida (muy resumida, obviamente) y relacionada con este tema. Menos aún, contarla a mi comunidad, que sois vosotros desde hace ya 23 años. Ahora mismo tengo 31 años.

Os diré por adelantado que a lo largo de mi vida no me ha hecho falta cambiar nada de lo que desde pequeño me han ido enseñando mis catequistas o mis padres, por ser quien soy, o sentir lo que siento. Todo lo que he aprendido me ha servido para ir creciendo.

En esta Biblia del Peregrino que me regalaron en 1997 al hacer aquí en el Grupo mi 1ª comunión, mis catequistas escribieron esta cita como dedicatoria: “No hay amor más grande que dar la vida”. Pues bien, desde el primer momento, y a pesar de mis debilidades, he tratado de hacer mía esa frase, llevándola a mi vida diaria, como si Dios me hubiese hecho el encargo de dar todo lo que pueda, y siempre desde mi condición de gay, sin avergonzarme. Pues he llegado a la conclusión de que Dios lo que quiere de mí es que haga el bien a mi alrededor, pero siendo quien soy, no siendo otra cosa. Siendo, en definitiva, auténtico y justo conmigo mismo, sin engaño.

Pues bien, hasta aquí, no he llegado de repente. O solo. Como bien sabréis por conocidos que también hayan vivido este proceso, es un camino que en los primeros años se hace complicado, duro, y con mucho sufrimiento e incomprensión en algunas ocasiones.

A mis 14 años empecé a notar que los chicos me atraían. No fue algo fácil de reconocer, porque hasta ese momento nunca lo había sentido así. Y no fue hasta 6 años después, con 20, cuando caí en la cuenta de que esto no podía ser malo. Pues sentirse enamorado, y correspondido, es algo maravilloso, y te da la capacidad de desmontar tus propios miedos e inseguridades sobre este tema. Nunca sabes para qué cosas también te van a venir bien unos Ejercicios Espirituales. Dicen por ahí que los homosexuales tenemos ya los primeros capítulos del discernimiento convalidados.

Tengo que decir, por tanto, que desde los 14 años comencé una “vida paralela” (sí, aun yendo al Grupo, y sabiendo que la mentira nos hace daño a todos. Pero qué le vamos a hacer …). Durante esos primeros años, cuando uno no está seguro de algo, y mucho menos, de cómo lo entenderán los demás, lo último que piensa es en compartirlo. Y, de repente, te marcas una meta doble en tu vida para contarle a tu familia tu realidad y lo que de verdad eres. Que en mi caso fue, en primer lugar, ser independiente económicamente de mis padres. Y en segundo lugar, vivir fuera de la casa familiar. Y no fue hasta que entré en Renfe con 27 años, y que me destinaran en Barcelona, cuando sentí que ya no tenía ninguna excusa y que esas “condiciones” que me había impuesto a mí mismo para salir del armario con mis padres, se cumplían.

Pero en esto de tomar la iniciativa, mi hermana Sara me lleva ventaja. Y fue gracias a ella y su recordatorio de que “Javi, ya no tienes excusa”, la razón por la que tanto ella como yo se lo contamos a nuestros padres. Bueno, ella primero, según aconsejaron a mi hermana desde otro lado, debido a que de mí sí se lo podían esperar, pero de ella no. Y para evitar crear falsas esperanzas sobre mi hermana si yo lo contaba primero, fue ella en primer lugar. Y justo, lo primero que dijo mi madre, llevándose las manos a la cabeza, cuando Sara se lo contó a mis padres fue: “Y Javi también …”. Así pues, parece que hicimos bien en contarlo de esta manera.

Pero fijaos lo que es la mente humana: aun sabiendo de sobra que mis padres me iban a entender, a seguir queriéndome igual, y que nada iba a cambiar, no fui capaz de contar algo así hasta que tuve estas dos seguridades bien atadas, por si luego el viento soplaba de otro lado. Y es que no en todas estas experiencias de contarlo se acaba bien: tengo amigos a los que sus padres no les han vuelto a dirigir la palabra, que en las comidas familiares ignoran a sus hijos como si fueran invisibles, y en concreto a un amigo al que sus padres le dieron unas bolsas de basura para que metiera todas sus cosas y se largase, porque claro, “las maletas son de la familia”. No siempre esto es tan fácil de vivir en familia como nos ha tocado a mi hermana y a mí.

Por esta razón, aun sabiendo dentro de mi corazón, y aun diciéndome Dios que nada tenía que temer, uno teme. Porque ve lo que ocurre fuera. Y si algo soy desde pequeño, es prudente, como muchos de los que estáis aquí sabéis. Pero por suerte, en mi familia, en toda mi familia, me han demostrado que importan más los valores que otro tipo de ideas, y nuestra acogida, mi acogida, no pudo ser mejor. Eso sí, al igual que a mí me llevó un tiempo aceptarme tal y como soy, es lógico y normal que a mis padres también les llevase un tiempo, independientemente de la sorpresa, asombro y shock, pero también abrazo, acogida, y cariño, que en un principio les produjo esta noticia.

Por otra parte, hace 8 años también tuve la suerte de conocer una asociación, más bien una comunidad cristiana LGTB en Madrid, llamada Crismhom. Fue gracias a un amigo que curiosamente no es creyente, pero que sabía que yo sí lo soy. Me llevó hasta la puerta de esta comunidad, en pleno barrio de Chueca. Cuando vi el cartel de la calle, no me creía que podía existir algo así. Me puse en contacto con ellos y me invitaron a conocerles y a participar en las oraciones, actividades, formaciones, o misa mensual que allí tienen lugar. Y desde entonces sigo participando como socio y actualmente como vocal de su Junta Directiva. Doy gracias a Dios por haber encontrado esta comunidad que me ha ayudado a compaginar mi realidad y mi fe (ya que llevaba mucho tiempo esperando ese momento), y por la calidad humana de las personas que me he encontrado allí, que es excepcional.

¿Y cómo ha sido mi relación con Dios en este proceso desde pequeño? ¿Cómo se ha visto afectada? Pues lo más curioso de todo es que, al contrario de lo que le ocurre a mucha gente, no he tenido ninguna crisis de fe. Pero sí preguntas, impotencia y contradicción. Desde los 14 a los 20, le preguntaba a Dios que por qué no me podían gustar las chicas, por qué. Por qué a mí me había tocado vivir esto, y a otros no, y sin haberlo elegido. Muchas veces, tras quedar con un chico, volvía a casa llorando a escondidas intentando contestar a esta pregunta. Me sentía extremadamente mal conmigo mismo, pero no por ello dejaba de acudir a Dios, a pesar de no obtener ninguna respuesta. Ni de Dios, ni de la Iglesia, ni de nadie.

Y no fue hasta que lo acepté a los 20 años, cuando me di cuenta de que Dios me había estado llevando de la mano en todo este proceso, aprendiendo de mis caídas, de mis frustraciones, de la incomprensión … aprendiendo a confiar y a cultivar la esperanza … y cuando me di cuenta de que Dios me había puesto en este mundo así, para de esta manera poder hacer felices a los demás, y así yo también poder llegar a ser feliz, desde esta realidad tan característica, fue todo un alivio, y un sentimiento de acogida y abrazo increíbles, que nunca antes había sentido por parte de Dios.

Testimonio Sara

Empezaré contándoos que mi experiencia ha sido algo diferente a la de mi hermano porque yo fui consciente de mi realidad siendo un poquito más mayor. Yo tengo 29 años ahora, cumplo 30 este año y llevo ya 21 en el grupo, desde catequesis hasta ahora y, he de decir, que en el grupo he podido crecer muchísimo como persona, siempre lo he considerado mi segunda casa.

Yo he crecido siempre, desde pequeña, con una fuerte vocación de familia, desde la adolescencia yo tenía claro que yo quería casarme, tener mi marido y mis hijos. De hecho, tuve novio durante tres años y medio al comenzar la etapa universitaria, como muchos sabéis, una relación que fue maravillosa, pero en la que al final la vida nos hizo tomar caminos diferentes, sin ni siquiera yo saber lo que descubriría más adelante. Y fue a los 23 años cuando yo me voy de Erasmus, salgo de mi burbuja de Madrid, del Grupo, en quinto de carrera, y empiezo a darme cuenta de que me sentía demasiado a gusto con alguna de las amigas que hice allí. Me costó entender que lo que sentía realmente era atracción, sin que pudiera explicármelo. Siempre que alguien me ha preguntado pero, ¿cómo te das cuenta? ¿esto cómo lo sabes? yo digo lo mismo: “pues igual que cualquier persona heterosexual, lo que sentimos no se puede medir ni elegir, el enamoramiento inicial simplemente llega, igual que nos ocurre a todos”. De hecho, cuando hablamos de la orientación sexual de una persona, no podemos hablar utilizando el término de tendencia, ya que no se elige. Tú puedes elegir estar con una persona o no estar con esa persona, pero nadie elige lo que siente hacia otras personas.

Yo volví a España pensando que esto era algo pasajero (más bien, deseando que se me pasara, y de hecho me forcé a intentar fijarme en algún chico, sin conseguirlo) pero aquí ya en Madrid me volvió a pasar lo mismo y me empecé a dar cuenta de que esto era algo más real de lo que yo me imaginaba. Sin embargo, yo lo rechacé con todas mis fuerzas porque no entraba en mis planes ni lo concebía como algo posible de vivir en mi vida.

Por un lado, yo tenía mucha homofobia hacia las mujeres lesbianas y, de hecho, para que os hagáis una idea, si veía a una pareja de lesbianas por la calle, apartaba la mirada para que nadie me relacionara con eso. Todo ello fruto, simplemente, de un montón de prejuicios y estereotipos que tenía en mi cabeza. Curiosamente, eso no me ocurría hacia los hombres gays. De hecho, yo ya sabía hace unos años que mi hermano era gay.

Precisamente, porque yo he estudiado medicina, me parecía que esto era biológicamente imposible, que a mí me ocurriera también, y luego la experiencia nos ha hecho descubrir a otras familias que también tienen esta situación particular de varios hijos homosexuales, no somos los únicos.

Por otro lado, yo tenía claro que esto no se lo podía hacer a mis padres porque pensaba que destruiría a mi familia: aquello que más valoro y más quiero en mi vida, y sólo la idea de dañarles me aterrorizaba.

Fijaos como pensaba al principio y el calvario que después pasé simplemente por el hecho de que nunca nadie me habló de que esto es una realidad tan natural dentro de la diversidad humana, una realidad más, perfectamente factible, que no es mala ni hace daño a nadie (siempre y cuando se pueda vivir con libertad y con coherencia). Y eso que por suerte a mí nunca nadie me habló mal de los gays, pero simplemente con que nadie te hable de que existe esa realidad, si en un futuro te toca enfrentarte a ello, ya de por si te va a generar cierto recelo, cierto rechazo, porque a nadie nos gusta salirnos de ese esquema de “normalidad” en el que hemos crecido, que se nos ha inculcado. Yo no quería ser diferente, de hecho, luché con todas mis fuerzas por no ser diferente, yo sólo quería llevar esa vida normal como todos los demás.

Pues bien, yo lo compartí con mi hermano, con mis amigas más íntimas que fueron grandes apoyos y con Fernando, mi acompañante espiritual, al que desde aquí le doy profundamente las gracias, que me ha acompañado todos estos años con mucho cariño y mucha cercanía. Pero claro, al no tener referentes en el Grupo o fuera de él que vivieran lo mismo que yo, empecé sentir muchísima ansiedad, muchísimo miedo … empecé a encontrarme muy mal, me di cuenta de que esto no lo estaba gestionando adecuadamente, y decidí buscar ayuda psicológica. Yo algunos días volvía a casa de la biblioteca llorando mientras preparaba el MIR y cuando mi madre me preguntaba qué me pasaba yo solo le decía que era el estrés del examen. Pero esa excusa se me iba a acabar en pocos meses.

Yo recuerdo la etapa universitaria en el Grupo como de las mejores de mi vida por la cantidad de actividades en las que participé: pascuas, acampadas, teatro … era una persona muy sociable. Me sentía muy ilusionada, muy alegre, totalmente libre. Y de repente, es como si de la noche a la mañana me metiera en una jaula y echase la llave. Así es como me he sentido en los últimos años. Aprendí a camuflar ese malestar, pero esa falta de libertad, de no poder yo sentirme, ni expresarme como realmente yo era me hizo polvo durante años. Además, por primera vez sentía que no estaba siendo sincera con las personas que más quería y eso me hacía mucho daño.

Por suerte, encontré por Internet el programa LGTB de la Comunidad de Madrid, que para mí marcó un antes y un después. Allí pude contar con la ayuda de una psicóloga y entré en un grupo de mujeres que se reunían una vez a la semana, todas de edades diferentes, pero todas estábamos en un momento de aceptación similar: a todas nos costaba aceptarlo. Allí es donde pude aprender a comprenderme, a quererme tal como soy, a romper con todos los prejuicios con los que yo llegaba, a coger fuerzas para seguir dando pasos y, sobre todo, a reestructurar el esquema de mi vida que se me había desmoronado por completo, tiempo atrás. Dejé de ver mi futuro negro y lleno de soledad, porque así es como lo veía.

Lo bueno, y lo que siempre ha sido mi salvación, es que siempre sentí a Dios a mi lado, abrazándome más fuerte cuando peor me encontraba. Siempre he sentido que me quiere tal como soy, en eso nunca he tenido la menor duda, y eso es gracias a la fe que me han inculcado en un Dios misericordioso, un Dios que es amor y entrega hasta el extremo. Para mí, ha sido esa experiencia transformadora del Amor de Dios la que ha ido guiando mis pasos (estoy convencida) y la que ha ido guiando los pasos que hemos ido dando como familia para poder hoy en día disfrutar de una vida plena, una vida libre, una vida feliz y sin complejos. Y de verdad, me emociona poder deciros esto, porque llevaba 5 años rogándole a Dios que me ayudase a recuperar la paz … y me lo ha concedido.

Sin embargo, mi sentimiento de pertenencia a la Iglesia se ha visto muy castigado, inevitablemente, algo que yo pensaba que nunca me ocurriría a mí, que siempre me he considerado una persona muy sólida y siempre he sentido a la Iglesia como mi segunda casa.

Después de todo lo comentado, vivir nuestro lugar con igualdad, en la Iglesia, debería ser una obviedad, pues es un espacio que merecemos como cualquier otro desde el momento en el que estamos bautizados. Pero así no es como lo siente la mayoría de las personas homosexuales cristianas. Al observar lo invisible que ha sido esta realidad durante tanto tiempo y sobre todo al descubrir el concepto que se tiene de ella en los documentos escritos oficiales, es inevitable sentirse MUY triste, a veces. De hecho, yo me pasé un día entero de ejercicios bastante hundida porque se me ocurrió ponerme a bucear en todo lo que dice el catecismo hacia personas con esta realidad. Todavía trato de entender, de verdad, en qué están basadas, porque cualquiera que nos conozca un poco a mi hermano o a mí, sabe perfectamente que no somos unos depravados ni unos desordenados morales. Es cierto que está escrito en el año 85 y que no se ha modificado desde entonces, pero la verdad es que en ningún otro tema se hace una condena tan importante y tan severa como la que se hace con este. Y es doloroso leer algunas cosas.

Ante esto, hay gente que experimenta rabia, impotencia, o incluso odio hacia la institución porque no se sienten comprendidos o escuchados. Y es que nuestra experiencia al colaborar con distintas asociaciones nos ha hecho conocer a muchísimas personas que, sedientas de Dios, han llamado incansablemente a la puerta y nadie les ha abierto. O bien que han ido pasando de parroquia en parroquia sin encontrar un espacio acogedor. Pero de la frustración o el odio yo creo que no puede salir nada de provecho, por lo que yo creo que urge transformar esa falta de entendimiento en ambas direcciones en un conocimiento verdadero, mutuo, cercano y empático.

En nuestro caso la experiencia ha sido muy positiva, gracias a la Comunidad privilegiada que es el Grupo, cimentada en el Amor. Y no es por decir cosas bonitas del grupo, es que así nosotros lo hemos experimentado en nuestras vidas. Estamos hablando de nuestras vidas. Es una comunidad cimentada en la raíz del amor, y gracias a esta comunidad, nosotros hemos podido conciliar estas dos realidades que para muchas personas están muy enfrentadas, que son tanto fe como diversidad sexual. Y de verdad que es una pena ver cómo cada vez hay más personas que se alejan no solo de la Iglesia, sino de Dios, que acaban perdiendo la fe porque no han oído nunca una voz que les diga, “oye que Dios te quiere tal como eres, de hecho, siendo quien realmente eres”. Esto hay gente que no lo ha oído nunca.

Cuando definimos a una persona por el qué es (sus distintas dimensiones), raza, orientación sexual, a qué se dedica … podemos caer en perder la perspectiva de QUIÉN es realmente esa persona. Podemos resaltar unas dimensiones que nos interesan o nos gustan, ocultar otras e incluso distorsionar otras … pero ¿quién es realmente esa persona? En materia cristiana en primer lugar no es ni más ni menos que criatura de Dios, hecha a su imagen y semejanza. Es decir, primero somos todos hijos de Dios por igual, y después viene la lista infinita de cosas que nos diferencian a unos de otros.

Testimonio Herminia

A ver si puedo hablar, después del testimonio de mis hijos … de los cuales yo ya he dicho que estaba orgullosa. Hoy os lo quiero volver a decir, delante de la comunidad: estoy muy orgullosa de vosotros, mucho … bueno, ahí voy.

La noche que Sara nos lo dijo no la olvidaré nunca, salió llorando desconsoladamente de su habitación y nos dijo: “os tengo que contar una cosa”. Yo me asusté, porque no podía imaginar qué podía ser: Total, que cuando Sara nos lo cuenta, yo me quedé como en estado de shock, completamente aturdida, no daba crédito, sentí desconcierto, sorpresa, no sé …, me duró unos segundos nada más, y lo primero que hice, como ha dicho Javi, fue llevarme las manos a la cabeza y decir, Dios mío, los dos, y Javi también, porque yo ya sabía que mi hijo era homosexual, me lo decía el corazón desde hacía mucho tiempo.

Sara no paraba de decir soy la misma mamá, soy la misma. Enseguida reaccioné, cogí su mano y le dije inmediatamente, supongo que el Señor, su Espíritu me inspiró, le dije, “tú no te preocupes por nada hija mía, tú eres nuestra hija, y siempre lo vas a ser”, y nosotros te queremos igual” bueno, le dije, “no, no te queremos igual, te queremos más”, porque ahora tú eres vulnerable, tú ahora puedes sufrir por esta causa, y a lo mejor ser rechazada, despreciada o humillada por otros, te vamos a apoyar y ayudar, y a Javi también.

No lloré en ese momento, ya lo hacía ella por las dos, lloré ya luego por la noche, abrazada a mi marido cuando nos fuimos a dormir y ahí sí, ahí lloré todo lo que no está escrito. No le pedí cuentas al Señor, ¿por qué me has hecho esto? no, es que no; no le dije eso, pero después sí que le dije: ¿qué quieres de mí?, ¿qué quieres de mí?, ¿qué quieres de nosotros?, Después nos lo ha ido contando … Recuerdo que esa noche, como yo sabía que Javi era gay, le escribí un WhatsApp, cuando nos fuimos a dormir, y a solas y le dije: “Sara nos lo ha contado todo, si tú tienes algo que decirnos, este es el momento”. No contestó, y ya sabéis que el que calla, otorga. Inmediatamente después cogió el primer AVE que pudo porque vivía en Barcelona en ese momento, se vino a Madrid y nos lo dijo.

Cuando Javi viene a Madrid, yo jamás, en mi vida, había oído hablar a mi hijo de esa manera como lo hizo aquel día, con una seguridad y un aplomo sorprendentes, con … no sé cómo deciros … hablaba con paz, serenamente, yo sentí verdadera admiración por él. Él ya se quería, ya se había aceptado, su momento actual no era el mismo que el de Sara, Sara aún no se quería .… Los homosexuales y casi todas las personas de diversidad sexual pasan por tres etapas: se identifican, luego se aceptan y después se quieren. Algunos no pasan de la primera, sólo se identifican, jamás se aceptan y jamás se quieren, porque a muchos no les ayudamos a ello. Tenemos mucho que ver nosotros, las familias y las comunidades. Me refiero a personas LGTBI cristianas, que son de las que podemos hablar.

Desde que nuestros hijos nos lo dicen hasta ahora, todo esto lo hemos vivido con paz, con tranquilidad, aunque lógicamente con el sobresalto inicial que fue brutal, pero luego, después, nuestra única preocupación fue por su futuro afectivo, por lo que ellos podían sufrir, porque tienen la posibilidad cierta de padecer el desprecio de otras personas que rechazan la homosexualidad de forma visceral, por la homofobia que todavía está muy presente en nuestra sociedad, aunque en menor grado, ahora hay más tolerancia gracias a Dios.

Nos dijeron al poco tiempo que ellos no querían vivir ocultos sino en libertad, no querían esconderse y querían ser visibles, y así decidieron decírselo a nuestras familias al completo, a sus promociones y a sus amigos más íntimos, (no lo iban a pregonar, claro está).

En primer lugar, Javi y Sara se lo dijeron a sus hermanas Julia y María por separado, su apoyo fue incondicional y les expresaron todo su cariño, se quieren mucho los cuatro desde siempre. Muchos sabéis que son las hijas mayores de Javier.

Después se lo contaron a mis cuñados, que juegan un papel muy importante en nuestra familia, y quiero decir sus nombres: Antonio, Juan, Rosario y Lola. Vinieron a nuestra casa, y fue un encuentro muy entrañable, bueno, pues fue una noche, como os podéis imaginar, muy especial, impresionante … Javi y Sara hablaron con el corazón a sus tíos y fue algo muy íntimo para todos, muchas gracias por vuestro apoyo y cariño, y lo mismo tengo que decir de mi hermana y su familia, no tengo palabras para ella, para Juli, mi hermana. Esto no le pasa a todo el mundo, somos unos privilegiados en este aspecto.

Al decirlo Javi y Sara a sus promociones (y aquí quiero hacer una mención especial a la P. 105 de Javi y la P. 107 de Sara, por todo lo que les han apoyado y por lo mucho que les quieren, y también por supuesto mi agradecimiento a todos sus acompañantes, actuales y pasados), lógicamente se iba a saber, entonces les pedimos permiso para decírselo también a nuestra promoción, porque no queríamos que se enteraran por otras personas. Así que los reunimos en casa absolutamente a todos, a los 22, y fue una tarde … vosotros que estáis aquí casi todos, lo recordáis. Fue algo muy intenso, salieron cosas muy íntimas, muy personales, una reunión verdaderamente profunda, claro que sí, claro que sí … y el apoyo también fue unánime y maravilloso. Desde aquí mi agradecimiento a todos vosotros querida promoción 66.

Pero yo quería primero hablar con mis curas. Antes de decírselo a nuestras familias o a la promoción, lo primero que hice fue ir a hablar con Paco y Fernando, porque yo quería que mis jesuitas me dijeran algo. Y fue … bueno, no tengo palabras. Sólo puedo decir que, si alguno estáis pasando por este momento, o intuís que vais a pasar, acercaos a ellos, sin ningún problema, más cercanos, más cariñosos y con más respeto no me pudieron tratar, son impresionantes en este aspecto. A nosotros y a nuestros hijos nos han hecho un bien que no os podéis ni imaginar.

Poco después de hablar con mis curas, a raíz de un acto conjunto que dio aquí Josito, nuestro Vicario de Pastoral Social e Innovación de Madrid, hace tres años y medio sobre Iglesia en salida y hablando concretamente de “Líneas de Pastoral”, me sentí rara, me faltaba algo. Y es que la iglesia tenía Pastoral para todos: para los pobres, inmigrantes, drogadictos, prostitutas, población gitana, presos, ancianos …, y entonces pensé: no los ha nombrado, no están, ¿no existe la población homosexual?, para la Iglesia, ¿el colectivo LGTBI es invisible? ¿no tiene derecho a Pastoral?, ¿no son sujetos de Pastoral? Por supuesto que sí, pensé yo … claro que sí.

A raíz de esta inquietud, hablé con Paco y Fernando, nuestros acompañantes espirituales, y de ahí surgió pedirle una entrevista personal a Josito por parte de Sara, a la que también nos acompañó Fernando a petición suya. Solo os puedo decir que fue un encuentro impresionante. Josito nos acogió, nos escuchó muy atento, Sara le habló con el corazón y le expresó sus inquietudes. Fue una entrevista muy constructiva e ilusionante, de verdad que sí. Desde entonces él conoce la comunidad de Crismhom, ha estado ya varias veces y los conoce bastante bien. Es un hombre profundamente implicado y creemos que en la Iglesia de Madrid se está moviendo algo, claro que sí. Incluso nuestro Obispo, Don Carlos Osoro conoce Crismhom.

Creo de verdad que la Iglesia tiene que acercarse mucho más a esta realidad, conocer de verdad al colectivo LGTBI, porque me da la sensación de que es como una piedra que tiene en el zapato y no sabe qué hacer con ella.

Es necesario hacer una reflexión profunda, serena y sincera de la homosexualidad. No puede ser que la Iglesia discrimine a las personas por su orientación sexual o identidad de género. No basta con aceptarlos, no basta con acogerlos. Yo le pido a mí Iglesia, que es mi casa, que los integre … que los integre … que les deje participar de los sacramentos, acceder a ellos por igual, porque son miembros de la Iglesia de pleno derecho, están bautizados. Y el Señor …, el Señor … los ama profundamente como nos ama a todos. Él los ha soñado así desde siempre, igual que nos ha soñado a todos nosotros.

Le pido a mi Iglesia, que antes de ser Una, Santa, Católica y Apostólica, sea Madre, que la Iglesia sea madre de todos, porque las madres cuidan de sus hijos, porque los pastores tienen que cuidar de su rebaño por igual, todas las ovejas somos valiosas.

Al final de nuestra vida puede que seamos examinados del amor. En ese pasaje precioso del Evangelio de Mateo 25 que dice: ¿cuándo te vimos desnudo y no te vestimos? ¿o hambriento, o enfermo, o en la cárcel? … “cuando a alguno de estos se lo hicisteis, a Mí me lo hicisteis”, y le podríamos preguntar: ¿cuándo Señor?, ¿cuándo te rechazamos o te despreciamos?, y Él nos podría decir: cuando fui gay y no quisiste invitarme a la boda, o a ese cumpleaños porque te avergonzabas de mí y eso que era miembro de tu familia. O cuando fui gay, y no quisiste ordenarme sacerdote, porque no te fiabas de mí. creías que yo no podía ser fiel al celibato, y sí, yo soy un hombre igual que tú y mi vocación era sincera.

¿Alguien puede creer que Jesús, cansado del camino y sentado junto al pozo, si en vez de ser la samaritana la que se acercó, hubiera sido un gay, una lesbiana, un bisexual, una persona transgénero y cualquiera de las otras orientaciones sexuales, porque hay más, no habría hablado igual con ella? Claro que sí, claro que sí.

Y ya me despido con una de las cosas más bonitas que me han dicho a mí. Una mujer de mi promoción me dijo: “mira Hermi, después de la reunión de promoción en vuestra casa, nosotros, mi marido y yo, miramos esta realidad de otra manera, miramos a los homosexuales de otra manera”. Pues si al menos uno de vosotros cambiara su mirada de la misma forma, este acto habría valido la pena.

Testimonio Javier padre

Hace cuatro años podría decirse que nosotros habíamos llegado a dónde íbamos: teníamos una situación estable y privilegiada, ya casi en la edad de jubilación, buena salud, una familia excelente en la que hemos conseguido superar problemas importantes, nuestros hijos con sus carreras terminadas y trabajando … todo muy bien

Y de repente todo se altera: nuestros dos hijos nos comunican que son homosexuales. Algo de lo más importante en nuestra vida, parece tambalearse. Quedamos aturdidos. Los que sois padres lo sabéis. Nuestros hijos, nuestras expectativas hacia ellos se caen: ¿Qué va a ser de ellos? ¿Van a ser unos marginados? Y a nosotros ¿nos ha hecho Dios una faena?

Para encajar este asunto un factor muy importante fue que por encima de todo eran nuestros hijos, como nos dijo una psicóloga del Programa de Información y Apoyo a personas LGTB de la Comunidad de Madrid al que ha hecho mención Sara, a la que acudimos.

Nosotros les conocemos mejor que nadie, tenemos confianza en ellos, ni se nos ocurrió pensar que fuesen unos pervertidos, les queremos y les vamos a querer siempre porque siempre serán nuestros hijos.

Esto enlaza con lo que decía Fernando, nuestro acompañante, en una charla, que sólo el amor es capaz de ver y penetrar en los niveles más hondos de la realidad. Eso es mirar las cosas con la mirada de Jesús, que es una mirada especial.

Y para encajar este asunto todavía más importante fue que ellos mismos compartieron con nosotros su propia historia: su descubrimiento, su rechazo, su angustia, su aceptación de su realidad, sus miedos a no ser aceptados por su familia, su valentía para no querer vivir ocultos y compartirlo con los que les quieren y a los que quieren, su honestidad en todo el proceso, su confianza en Dios y su apoyo en él para afrontar su realidad.

También otros apoyos que hemos encontrado y que, sin duda, los ha puesto Dios en nuestro camino: nosotros mutuamente como pareja (aunque somos diferentes), mis hijas, Julia y María (con las que Javi y Sara tienen una relación de cariño excepcional) nuestros hermanos y sus familias, el Programa de Información y apoyo a personas LGTB de la Comunidad de Madrid, Crismhom, Comunidad de cristianos homosexuales de Madrid, nuestro grupo pequeño (Promoción 66), con quien lo compartimos al poco tiempo, y otros amigos (algunos de los cuales están aquí), Paco y Fernando (los curas de nuestro grupo). También nos ha servido el estudio de libros que nos recomendaron para salir de nuestro desconocimiento del tema, porque, lógicamente, cuando una cosa así te afecta, pues, no sabes mucho, como la mayoría de la gente, y esto era una cosa desconocida para nosotros. En este momento, otro apoyo, sois vosotros mismos, que estáis aquí.

A la luz del evangelio ¿cómo nos situamos ante esto? Lo primero que hicimos fue pensar en nuestros hijos. Darnos cuenta de lo que está suponiendo para ellos y de lo que va a suponer en el futuro. ¿Cómo ayudarles? ¿Cómo hacer para que se sientan acogidos, apoyados, amados? Que vean que siguen siendo los mismos para nosotros.

Esto, después de más de 4 años, creo que lo hemos conseguido, facilitado por ellos mismos y por nuestra confianza y amor por ellos según hemos expuesto antes.

Más allá de nuestros hijos y siguiendo con la pregunta de ¿qué ha supuesto para nosotros esta realidad impactante que nos dejó aturdidos? Cuando decíamos: ¿nos ha hecho Dios una faena? La respuesta tiene que ser no. Nuestra fe nos debe llevar a confiar en Dios ante cualquier situación.

Aquí podemos recordar lo que nos dicen en ejercicios: “Al que está con Dios todo se le convierte en bien” Pero ¿Podríamos llegar a ver esta situación como un bien? A primera vista, hace 4 años, parecía imposible. Y ahora, ¿qué hemos percibido en estos 4 años, después de mucho trabajo, reflexión y compartir? Una mayor unión entre la pareja y con nuestros hijos. Estamos orgullosos de ellos por ver cómo actúan. Ellos nos han empujado a salir de nuestra comodidad. Una mayor unión con nuestros hermanos y sus familias. También mayor unión con los amigos con los que lo hemos compartido. . El hecho de comunicarlo desde los primeros momentos a nuestro entorno familiar y de amigos y la acogida que hemos recibido, nos ha liberado de nuestros miedos y nos está dando una fuerza extraordinaria. Hemos podido constatar que nuestra situación ante esto y ante lo que venga, es de privilegio, no estamos solos. Desgraciadamente, esto no se da en muchas familias.

Y yo creo que todo esto no ha sucedido por casualidad. Dios estaba presente en nuestras vidas y en nuestro entorno y ha seguido acompañándonos. Entonces también nos surgió la pregunta: ¿qué quiere Dios de nosotros en nuestra nueva situación?

Nosotros somos por una parte del colectivo LGTB y por otra de la Iglesia. Desde esta doble realidad en la que vivimos ¿cómo podemos ayudar a otros?

Respecto al colectivo LGTB, una cita del librito del Evangelio Diario hace unos meses nos daba una pista: Nelson Mandela en su discurso de investidura como presidente decía: “Cuando dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente instamos a otras personas a hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia libera a otros”.

Pues bien, con esta visibilización por la que hemos optado nos está ocurriendo que al saber nuestra condición se nos acercan muchas personas LGTB o sus familiares y resulta que desconocidos nos cuentan su vida porque están deseando poder hablar con libertad y ser aceptados y saben que con nosotros lo pueden hacer. Tenemos que transmitir y extender esa acogida que libera a otros.

Respecto a la Iglesia, la respuesta a esta pregunta nos la dio un sacerdote en una charla en Crismhom sobre el tema “Por qué los homosexuales deben continuar en la Iglesia, aunque esta les rechace”. Y respondió: pues para hacer lo que hacía Jesús, abrir los ojos a los ciegos, es decir a aquellos que miran con recelo al colectivo LGTB.

Y efectivamente, estamos viendo que, al visibilizarnos dentro de la Iglesia, algunos están cambiando su visión sobre el asunto.

Por otra parte, también nos ocurre que en reuniones de organizaciones LGTB a las que asistimos, cuando algún interviniente pone verde a la Iglesia y salimos en su defensa, se quedan descolocados al ver qué allí pueda haber gente de la Iglesia, pero al final se genera un diálogo que antes no se daba.

En este proceso, un aspecto revelador fue lo que me dijo mi hija María hace tiempo, en una comida familiar, cuando le pregunté: ¿cómo le vas a explicar esto a las niñas? Tiene tres niñas, la mayor de 9 años, que ha empezado a venir a la catequesis del Grupo este curso. Me respondió: “es lo más fácil, los niños no tienen prejuicios culturales como nosotros. Se lo expongo como algo normal.”

Para finalizar, una anécdota. Hace 5 o 6 años, un verano, fuimos los cuatro unos días a Bilbao. El domingo subimos a Begoña a misa. No había mucha gente en la iglesia y todos eran personas mayores. Al terminar la misa nos quedamos los cuatro en el banco un momento. El cura que había dicho la misa se marchaba y al llegar a nuestra altura, quizá al ver a la familia unida rezando, se detuvo con nosotros y hablamos.

Al acabar se dirigió a Javi y Sara, los únicos jóvenes de la iglesia, y les dijo “vosotros sois la iglesia de mañana”, y les conminó, diciéndoles “pero de mañana por la mañana, no de mañana por la tarde”. Pues quizá las palabras de aquel cura bilbaíno, instándoles a Javi y Sara a ocupar su sitio en la Iglesia con urgencia, fueron premonitorias de lo que estamos haciendo aquí hoy.

Sara: Apuntes finales

Os dejamos material adicional que a nosotros nos ha ayudado y nos ha informado. Nos han servido para acercarnos a esta realidad:

Libros:

  • Tender un puente, James Martin (jesuita americano). Editorial Mensajero.
  • Homosexualidad y familia. Lo que los padres, madres, homosexuales y profesionales deben saber y hacer. Félix López Sánchez. Editorial GRAÓ.
  • Estudiando la Homosexualidad. Teoría e investigación. José Ignacio Baile Ayensa. Editorial Pirámide.

Película:

  • PRIDE (2014). Director Matthew Warchus

Vídeos Youtube:

De los tres libros destaca el del jesuita americano James Martin que es de los primeros que evidencia la necesidad de entablar el diálogo entre la Iglesia y el colectivo y propone cómo hacerlo. También os ponemos una película muy recomendable y además divertida que muestra cómo dos colectivos muy diferentes pueden llegar a entenderse, y por último dos links de vídeos de YouTube relacionados con esta temática, también bastante inspiradores. El de Heterofobia es un poco duro, pero muestra cómo se puede llegar a sentir un niño/a que sufre acoso escolar por este tema.

¿Qué estamos haciendo a día de hoy?

Herminia

Respecto a lo que estamos haciendo os diremos que hace año y medio hemos formado un grupo de padres en Crismhom con el objetivo de ayudar a otros padres cristianos que tengan dificultades para aceptar y acoger esta realidad de sus hijos, y poderla compaginar con sus creencias. De lo que se trata es de escuchar y compartir, de lo que podemos hacer, no se dan consejos y no se juzga a nadie.

Por otro lado, hemos iniciado el contacto con otras asociaciones cristianas de padres con hijos de diversidad sexual de Barcelona y Sevilla ligadas a las Comunidades CVX.

También colaboramos esporádicamente con el programa gratuito de apoyo e información al colectivo LGTB de la Comunidad de Madrid.

Por último, estamos contactando con parroquias que puedan estar abiertas a tratar estos temas dentro de su pastoral parroquial, y ofrecer nuestro grupo de padres.

Javier hijo

Ahora mismo, mi hermana y yo coordinamos un Grupo de jóvenes en Crismhom, en el que acogemos y tenemos reuniones similares a las de promoción en los Grupos Loyola, en las que compartimos nuestras situaciones particulares, incertidumbres, ilusiones, y ganas de seguir a Jesús, con muchos jóvenes no sólo de Madrid sino de otras provincias e incluso de otros países. Muchos de los que vienen por primera vez se quedan asombrados e ilusionados de que algo así exista.

De esta manera, y dado que considero a Crismhom como un oasis en el desierto, donde poder coger fuerza y valor, estamos dando a conocer nuestro grupo y comunidad a otras parroquias y grupos de jóvenes de Madrid. Cuando vienen a visitarnos y a intercambiar experiencias, entre ellos siempre hay algunos jóvenes de orientación sexual diversa, que hoy en día ya no se esconden ni se avergüenzan de decir quiénes son, siendo cristianos.

Sara

Para terminar, una vez nos preguntó un jesuita en una charla en la que participamos mi padre y yo: ¿Por qué tiene que haber un Grupo cristiano específico como Crismhom?

Es importante decir que el objetivo no es crear Comunidades aparte ni guetos, lo ideal sería que todas las personas LGTB se sientan a gusto y en calidad de iguales en cualquier grupo cristiano, pero esto no es una realidad a día de hoy y hasta que se consiga, la labor que hace Crismhom es muy necesaria.

Creemos que todos nosotros y sobre todo la Iglesia debería aceptar estos nuevos retos pastorales que nos desafían.

Y estamos seguros de que la Iglesia, que ha llegado donde no llega nadie, también podrá con esto, porque al Espíritu Santo no se le pueden poner barreras, porque las traspasa.


Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad