Reproduciomos un articulo aparecido en la revista Mensajero de Luis Mariano Gonzalez
AL recoger el símbolo de fe, quedó patente que el sentir de las primeras comunidades cristianas era entonces, como lo es también ahora, vivir un espacio teológico y de encuentro en el que crecer, conocer y generar vínculos de fraternidad.
CREDO ECCLESIAM
En el germen de la Iglesia, está presente el misterio del Dios Trinitario que actúa en ella y por medio de ella. Recomiendo la lectura de CORDOVILLA, Ángel (Ed). Santiago MADRIGAL TERRAZAS, La lógica de la fe. Manual de Teología Dogmática. Publicaciones de la UPCO. Madrid, 2013.
La Iglesia está configurada con y por Jesús, es el espacio histórico donde acontece la obra santificadora de la Santa Ruah. No podemos entender a Jesús sin su Iglesia. La Ruah en hebreo es el soplo que posibilita la existencia, la base de todo lo que vive. Un término femenino que se podría traducir como «la Espíritu». Así que en la Biblia hebrea el Espíritu tiene forma femenina: es «la Ruah», la brisa, el «aleteo» de Dios sobre las aguas, un soplo. En la Iglesia los creyentes miramos a Jesús en busca de orientación, y también la miran aquellos a los que la Iglesia poco o nada les dice, pero sí lo hace la figura del Nazareno que les interpela. Jesús, el Mesías, el totalmente inclusivo, nos orienta en caso de duda y es en su Iglesia, donde Dios nos acaricia, y nos recuerda que somos como somos porque Él en su proyecto originario nos soñó así, diversos, complementarios y todos necesarios en la construcción del Reino y al hacer Iglesia, como espacio acogedor, amable y plural. Últimamente una realidad eclesial está tomando la palabra: la de las personas LGTB (colectivo de personas Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales) que creemos que Jesús es el Señor, y que formamos parte de la Iglesia Católica a través del bautismo y caminamos en diferentes comunidades, grupos y parroquias. El misionero claretiano José Cristo Rey García Paredes expresa, desde mi punto de vista con mucho acierto, lo que significa esta presencia diversa en las diferentes realidades eclesiales y lo que las comunidades «arcoíris» suponen para quienes descubren que las personas con diversidad sexual y de género (DSG) hemos estado, estamos y estaremos en la Iglesia. Escribe así en Una comunidad humana-cristiana (LGTB+I) nos ha sobresaltado: «Tiempo de sobresalto es tiempo de Pascua. Tiempo de sobresalto es nuestro tiempo, si estamos atentos a las señales del Espíritu, o al espíritu del tiempo. “Unas mujeres nos han sobresaltado” (Lc 24 ,22), decían los discípulos de Emaús. Hoy podemos decir que, las comunidades LGTBI nos han sobresaltado. Ante cuestiones que ellas nos plantean – tanto en clave antropológica, religiosa y cristiana nos sentimos perplejo De ello hablamos, aunque con un cierto sigilo y nos cuesta dejar de pensar “como siempre se ha hecho”. Bien sabemos que no es fácil encontrar la síntesis entre lo que un nuevo paradigma antropológico nos propone y lo que la fe tradicional y su teología, o las religiones han enseñado. En el fondo, la cuestión que las comunidades LGTBI nos proponen, tiene que ver con la identidad de cada persona: poco importa si esa persona es religiosa, agnóstica o atea, si pertenece a una confesión cristiana o a otra, si pertenece a la vida consagrada, laical o ministerial. La cuestión es que las comunidades LGTBI nos afectan a todos». La realidad de las personas con DSG expresada de esta manera supone, por un lado, un desafío para un determinado modelo eclesial y pastoral; y, por otro, una oportunidad donde ofrecer espacios libres de prejuicio y recelo, de encuentro y diálogo donde compartir la fe y humanidad que enriquezcan a la comunidad. Narrar historias de vida, que pongan en valor lo diferente, la diversidad con rostro y nombre de los hermanos y hermanas LGTBI, a sus familias y amigos para vencer miedos y poder re-conocerlos. Porque, lo que no se conoce, no se puede comprender ni amar. Para profundizar en esta cuestión, propongo tener en cuenta el libro del jesuita James Martin Tender un puente. Cómo la Iglesia Católica y la Comunidad LGBTI pueden entablar una relación de respeto, compasión y sensibilidad.