Articulo de Nacho Frenso publicado en la pagina web Shangay el 25 noviembre 2018
En los últimos días hemos visto como, de nuevo, la jerarquía de la Iglesia católica nos ha vuelto a atacar. La homofobia es algo que está metido en el ADN de ciertas personas de la Iglesia, y parece que no hay forma de erradicarla.
Cuando parece que hasta el propio Papa Francisco intenta marcar una nueva línea tras su famoso “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”, sus propios ‘subordinados’ son los encargados de llevarle la contraria.
Esta semana la comenzamos viendo como el obispado de Madrid apartó a dos sacerdotes de su diócesis por haber organizado una vigilia LGTBI junto a Crismhom, un grupo de cristianos LGTBI (no solo católicos, pues es una asociación ecuménica). Todo ello alentado por alguna web ultrarradical, que parece tener más poder que el mismo arzobispo de Madrid, que supuestamente está en contra. Y terminamos la semana con la increíble noticia de que el nuevo portavoz de los obispos considera que para entrar en los seminarios hay que ser “varón, por tanto heterosexual“.