Lectio Divina 2014-11-16: Los talentos

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 14-15.19-21
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
 
–Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
 
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos.» Su Señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.»
 
 
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
 
Palabra del Señor.

 

Otras lecturas: Proverbios 31:10-13, 19-30-30-31; Salmo 128:1-2, 3, 4-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6;

 

Lectio:

            El que los dos domingos anteriores interrumpieran la lectura continuada de Mateo ha hecho que nos perdiéramos el contexto de los últimos pasajes de  su evangelio que leeremos en ese año litúrgico. A partir de capítulo 21, el clima en torno a Jesús se vuelve cada vez más hostil. Las parábolas, los dichos y las disputas con las autoridades y el que Jesús denuncie su hipocresía (el capítulo 23 es especialmente duro) los empujan a tomar la decisión final de buscar su muerte. El capítulo 24 comienza con el anuncio de la destrucción del Templo, y esto hace que los discípulos le pregunten cuándo y “¿Cuál será la señal de tu regreso y del fin del mundo?”(24:3). La respuesta para el “cuándo” es sencilla: “En cuanto al día o la hora, nadie lo sabe” (24:36). Y los signos pueden verse en cualquier tiempo o lugar, pues guerras, desconcierto y catástrofes siempre las habrá: pero esos no serán los verdaderos signos. El final vendrá como un ladrón, a media noche, o en el medio del día, mientras en los campos trabajan los hombres y las mujeres muelen en las casas. Por eso deben los discípulos tener abiertos los ojos y mantenerse fieles como un siervo a la espera de su amo.

            Pero entre tanto, hasta aquel momento, ¿qué han de hacer? Como siempre, aquí es fundamental el contexto para entender todo el pasaje. Debemos tener en cuenta no sólo la primera comunidad que esperaba la vuelta inmediata del Señor en su gloria, tal como algunos miembros de Tesalónica, a los que Pablo les recordará la necesidad de trabajar y no llevar una vida ociosa, aunque la “parousía”, el regreso del Señor les pueda parecer próximo; pero pensemos también en cuantos vivirían más tarde (incluyéndonos a nosotros.) Dos parábolas ilustran ese llamamiento a un espíritu de alerta activa. La primera, la de las Diez Jóvenes, que tendría que haberse leído el domingo pasado, subraya la actitud previsora ante el “retraso” del Señor: hay que estar preparados para esa eventualidad.    

            La segunda parábola, la de los Talentos, es la que hoy leemos. Como otras veces, no creo oportuno discutir los distintos enfoques frente a la parábola, que abarcan desde una interpretación “ascética” hasta la que la aborda como si significara lo contrario de la misma e implica una crítica socioeconómica de los siervos que trabajaron “movidos por la codicia y la ambición”. Seamos un poco más humildes y aceptemos lo que, a mi entender, puada ayudarnos mejor a seguir a Jesús. Primero, no creo que debamos interpretar “talento” en el sentido literal de “una gran suma de dinero”, ni en el de “la capacidad o disposición frente a la vida”. El primer enfoque, literal, no cuadra en la parábola. Ni tampoco el de habilidad, pues los talentos se distribuyeron “según la capacidad” de cada uno (25:15). Y, a pesar de algunas traducciones, no se los “confiaron”, sino que el texto griego dice que se los “entregaron” en propiedad: por eso no se los devuelven al señor. ¿No podríamos entender los talentos como el Evangelio mismo, entregado a la Iglesia como un tesoro que hay que compartir y hacer que produzca sus frutos de salvación? Aun cuando lo llevemos en “vasijas de barro” (2 Corintios 4:7). ¿O como la luz de la fe que hemos recibido y no debe ser “enterrada” bajo una vasija, sino puesta en el candelero para que alumbre toda la casa (Mateo 5:15)? Este largo periodo de espera hasta la vuelta del Señor en gloria no es un tiempo de expectación ociosa, sino de actividad dinámica y “provechosa” para proclamar el

Reino de Dios y hacer que crezca.

 

Meditatio:

            Hemos centrado la atención en el evangelio como tal, pero también deberíamos tener en cuenta en nuestra Meditatio las demás lecturas. Si nos fijamos en el concepto tradicional de la mujer y su papel en el hogar, tendríamos cierto respaldo para una interpretación de la parábola en función del beneficio o la laboriosidad… O incluso ver el pasaje como una invitación a crear un entorno doméstico en nuestra iglesia, para que todos se sintieran “como en casa”. Es, con todo, el fragmento de Tesalonicenses el que podría actuar como elemento unificador para relacionar las lecturas de hoy con las de los domingos anteriores. ¿Somos conscientes de la posibilidad de una vuelta inminente e inesperada del Señor? Lo que podría entenderse ingenuamente como un momento apocalíptico podía en realidad convertirse en una razón y un acicate para enfrentarnos a nuestro tiempo y a nuestros talentos (con el sentido habitual del término) como algo limitado y destinado a producir frutos de justicia, atisbos del Reino de Dios. Y eso, a su vez, podría prepararnos litúrgicamente para el próximo domingo, el gran juicio sobre las ovejas y las cabras. Una pregunta muy sencilla, pues: ¿cómo combinamos las actitudes de los personajes en nuestras lecturas (siervos, ama de casa, cristianos de Tesalónica) para aprender a administrar los tesoros de la salvación que se nos han entregado?

 

Oratio:

            Recemos por quienes tienen a su cargo las instituciones de nuestras Iglesias (medios de comunicación, presupuestos, recursos humanos): para que sean conscientes de su responsabilidad al usar el poder para hacer que el Reino crezca y dén el “rendimiento” espiritual al que están destinados esos medios.

            Recemos por nosotros mismos: para que seamos conscientes de las riquezas que hemos recibido y nos esforcemos por ser siervos fieles entregados a cumplir responsablemente con la misión de administrar los dones del Reino.

 

Contemplatio:

            Algo muy simple. Aunque no siga la línea de lo que he expresado antes, dedica algún tiempo a examinar los «talentos” que has recibido de Dios. Deja a un lado la modestia estúpida y la vanidad vacua. Humildemente, da gracias por los dones recibidos y reconoce tus limitaciones. Piensa ahora en uno solo de tus valores, escondido y “enterrado” en fondo de tu personalidad, y trata de encontrar la manera de ponerlo al servicio de la comunidad. Es más que suficiente, pero tal vez también quieras fijarte en algún fallo…

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España

 


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