Estos días en tuiter se ha popularizado el hashtag #mequeer. Con esa etiqueta distintas personas LGTBI evocan momentos de su adolescencia y juventud, vivencias que han tenido que afrontar, a menudo en solitario. Se trata de hacer ver a mucha gente lo que supone ese ir tomando conciencia de la propia identidad, especialmente en la juventud y en momentos de muchísima inseguridad. Al ir escuchando esas distintas voces, se van superponiendo escenarios difíciles y muchas heridas. Las palabras homófobas dichas alegremente por familia y seres queridos que te deberían proteger, pero que dan por sentado que «esto» solo ocurre en otras familias. Las actitudes cómplices de educadores, disfrazadas de buen rollito, que sin embargo son munición para señalar, machacar y reforzar los muros que en muchos contextos van aislando al diferente. Chistes, miradas displicentes, violencia, comentarios gratuitos -y a menudo más nacidos de la ignorancia que de la malicia-, aceptación reticente de los «amigos especiales» de tu hijo mientras la familia no se entere. También hay testimonios distintos, positivos, de momentos de aceptación, de abrazos inesperados, de historias de liberación y fuerza.