Sintiéndome como Mateo

Vocación de Mateo. Recaudador de impuestos. Ambicioso, con corazón endurecido por exprimir a la gente. Con dificultades, deseando dejar aquello que hacía sin encontrar la excusa o el motivo adecuado para hacerlo. Alejado de su pueblo por su profesión. Ante la llamada de Jesús, le seguirle sin más. Su decisión es radical pero su sentimiento de malestar y vaciedad de vida es progresivo.

Sintiéndonos a veces como Mateo. Atrapados en una vida que ni nos llena ni nos agrada, pero sin dar pasos para salir de ella. Jesús nos llama a que dejemos ese estilo de vida y le sigamos.

Con lazo de cariño e hilos de amor

Dios no impone, pide suavemente, con lazos de cariño e hilos de amor. No hay que empeñarse en hacer cosas que Dios no nos pide pero sí ser prestos y diligentes en aquello que sí que Dios nos pide.

Sin forzar el paso

Te seguiré a donde me lleves,
sin adelantarme, sin forzar el paso;
Sabiamente ignorante,
iré donde no sé,
puesto el corazón en ti, te seguiré.

Sin acelerar el paso. A veces queremos ir más lejos de lo que el mismo Dios nos pide. Sin forzar el paso, sin exigir a los demás lo que ni a nosotros mismos nos exigimos.

Austria: Reforma necesaria tras la victoria de una pareja de lesbianas ante el Tribunal Europeo en un caso de adopción

Tras la sentencia dictada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos según la cual Austria discriminó a una mujer por negarse a examinar su solicitud para adoptar al hijo biológico de su compañera, debe emprenderse una reforma legislativa, ha manifestado Amnistía Internacional.

La puerta estrecha y la felicidad

Grandes y llamativas son las puertas que nos llevan a la infelicidad. Hagamos todo lo posible, con todas nuestras fuerzas, por entrar por la puerta estrecha, porque esa nos llevará a la felicidad.

Comunión

Comunión es respetar a los que piensan de forma diferente a lo que es nuestra opinión. Comunión es el valor de no callarse y enfrentarse a la injusticia como lo hizo nuestro Dios.

Tuve hambre y me disteis de comer

‘Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me fuisteis a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’. Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo’.

Dios no se contenta con que aceptemos su amor

La primera respuesta al amor de Dios es a través de la fe, acogiendo llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama.

El «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido.

Sin embargo, Dios no se contenta con que aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir como San Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Ga 2, 20).

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