Amigos y compañeros en el Señor

Viviendo dispersamente, sin compañía, Dios confía en la persona fomentando el discernimiento personal. Siguiendo a Dios pobre y humilde. Sin lugar para reclinar la cabeza, ofreciendo servicios de balde, sin llamar la atención material. Nos hacemos amigos y compañeros en el Señor.

Creyendo en la persona

Enseñar a vivir y morir bien. Creyendo y confiando en la persona. Guiado por un amor discreto y prudente. Sin grandes reglas, aprendiendo a seguir el criterio del amor. Entre penurias, armado de la confianza en la Providencia y la persona, Dios suple nuestras carencias. Sin buscar lugares ni tareas concretos, Dios nos llama a construir el Reino en cualquier situación y espacio. Mi casa y claustro es el mundo, mi alojo es el hogar de un peregrino.

Aprendiendo a decir que no

Inclinado a hacer cosas por los demás, olvido cuidar de mí mismo, darme tiempo y descanso, un respiro para estar y disfrutar. Sin saber dar un no por respuesta, intento aprender a dar respuestas negativas. Un no dicho con cariño por respeto a mí mismo. Un no argumentado y justificado cuando no sería necesario dar explicaciones. Noes que conforman un gran sí, basado en el cuidado, respeto y cariño hacia uno mismo.

Llamada interna a ser feliz

Contemplando la llamada interna de cada uno a ser feliz, a encontrar su sitio. Cayendo en la cuenta de lo que me llama: personas, acciones y cosas que me llenan de profunda alegría. También situaciones difíciles y duelos, presencia silenciosa junto a personas donde pese a pasarlo mal quiero estar. Mirando cómo Dios mismo se vale de todo eso para llamarnos, para que cada cual encuentre lo que más feliz le hace.

Perdón por distorsionar la realidad

Perdón, Señor, por empeñarme en distorsionar la realidad para convencerme de que no soy apreciado ni querido. No es cierto, aunque esa sea mi percepción y (aún peor) mi sentimiento. Contemplar la indiferencia de los demás hacia mí no crea pensamientos ni sentimientos positivos. Sea pues mi acción la contemplación de la no indiferencia de aquellos, la que me haga ver una realidad más precisa. Concédeme, Señor, la desaparición de prejuicios y fantasmas y ver la claridad y el calor del amanecer del sol que me alumbra.

¡Feliz día de todos los Santos!

Feliz día de Todos los Santos. Gracias por todas las personas que conocieron a Dios y le siguieron, las que nos han precedido y nos mostraron su rostro para que también nosotros le conociéramos. Mujeres y hombres que continuamos siendo invadidos por el amor, para en todo servir. Por familiares y amigos que ya no están con nosotros. Gracias, gracias, muchísimas gracias, porque eligieron esta forma de entregarse para enseñarnos a amar.

¡Cuesta tan poco!

Me enseñaron que sólo lo que se trabaja con esfuerzo, aquello que nos cuesta de verdad es lo que da frutos que realmente valen la pena. Es cierto. Pero hay también muchas cosas que sin costar nada tienen mucho valor: una palabra de agradecimiento, dar un paseo, dejarse acariciar por los rayos del sol, una llamada aunque sea perdida, porque me acordé de ti. Sí, ciertamente hay cosas que valen la pena y no cuestan nada.

Llamados a construir el Reino

Contemplando la historia de cómo Cristo nos llama a cada uno para construir el Reino. Una historia de sutiles percepciones, oídos sordos, incertidumbres, duelos y gozos. El Señor insiste y persevera sin prisa.

Argucias del mal espíritu

Desde el desconocimiento y la inocencia, ignoro las argucias del mal Espíritu, creyendo que me las sé. Justificaciones y excusas me invaden para hacer lo que no deseo y dejar de hacer lo que quiero. Sin verlas venir, como corderito me dejo influir. También guiado por el buen Espíritu, en quien me dejo imbuir. Recibiendo ciento por uno, que Dios sabe bien cómo hacer feliz al que le sigue.

Lectio Divina 2013-11-03: Hoy ha llegado la salvación a esta casa …

A veces son las opiniones políticas o la orientación religiosa e incluso cristiana, o la situación matrimonial o afectiva… Por las razones que sean, todos tendemos a crearnos nuestros propios “pecadores públicos oficiales”, aquellos a los que menospreciamos o evitamos. Seamos sinceros e intentemos identificarlos y las razones por las que los miramos con espíritu de superioridad. ¿Hay alguna manera de vencer esos sentimientos, de convertirnos en signos de reconciliación? ¿Qué pasos tendríamos que dar para “compartir nuestra mesa” con ellos?