Caer en mi sitio
Sin poder dudar que Dios está presente y actúa en mi vida, de que siento un fuerte deseo de poner mi vida en sus manos, intento, sin acabar de lograrlo, de caer en mi sitio, encontrar el lugar apropiado para en todo amar y servir.
Sin poder dudar que Dios está presente y actúa en mi vida, de que siento un fuerte deseo de poner mi vida en sus manos, intento, sin acabar de lograrlo, de caer en mi sitio, encontrar el lugar apropiado para en todo amar y servir.
¿Quién soy? Lo que realmente soy. No puedo depender de si mi trabajo o mis relaciones van bien o mal. ¿Cuáles son mis deseos más profundos? ¿Con qué sueño? En nuestra más honda intimidad se encuentra Dios. Allí es donde se nos revela. Dios es lo que nos supera y está fuera, pero también está en nuestro interior. San Agustín diría que no hay que buscar a Dios fuera, sino dentro de cada uno. Descubrir cuáles son nuestras raíces. ¿Cómo regar esas raíces? No podemos dar fruto sin ellas.
¿Cómo estoy? Áreas de mi vida sobre las que tengo control o decisión. Quizá tendríamos que hacer un esfuerzo por concentrarnos en esto. Podemos tomar la decisión de estar de una y otra manera en el trabajo. Podemos sentirnos atrapados en nuestra realidad, pero poder trabajar cómo estamos (eso sí que tenemos capacidar de decidir). Qué actitud tomamos frente a nuestra realidad. ¿Cómo me voy sintiendo? ¿Estoy tenso o relajado? El carácter lo vamos formando día a día, poco a poco.
¿Dónde estoy? Elementos de nuestra vida, situaciones que no podemos cambiar normalmente. Buena parte de nuestra vida la dedicamos en preocupaciones alrededor de dónde estoy. Es la parte más superficial. Se trataría de hacer una foto de mi vida.
Religión Digital. Hans Weisheit, 31 de julio de 2013 a las 19:10h. «Si una persona gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarle?» (papa Francisco). Si a los medios les ha llamado la atención la declaración del Papa sobre los gays, es porque han captado muy rápidamente que el mensaje que les llega es diferente. Nada ha cambiado en el contenido, todo ha cambiado en el acento y la forma. Nada más … y nada menos. Así resumiría yo lo que el Papa Francisco ha dicho de los homosexuales. Lo que dice el Catecismo permanece como antes. Pero en lugar de insistir reiteradamente en la parte de la condena y no remarcar la acogida, se pasa a dar lo primero por sabido e insistir en lo segundo. Y no hablemos del contexto, quitándole hierro y tomándose con humor lo del lobby. Y eso es mucho, porque los cambios de acentos pueden fomentar cambios de actitudes. El artículo sobre las declaraciones del Papa en el vuelo de regreso de la JMJ de Brasil a Roma está disponible aquí. Las reacciones del Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB sobre estas declaraciones están disponibles aquí.
¡Feliz San Ignacio de Loyola! Que San Ignacio interceda y acompañe nuestra vida y nos ayude a discernir los signos de Dios en ella para en todo amar y servir.
Yo estoy en proceso de búsqueda, Dios incuestionablemente me moviliza, pero yo no acabo de poner nombre a mi inquietud, ¡llevo ya años! Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque pedimos, buscamos y llamamos, muy querido Señor nuestro, envía tu Espíritu Santo a los que te lo pedimos.
Señor, perdóname, me he acostumbrado a ir a las villas miseria, sin embargo, yo puedo irme cuando quiero, pero ellos no.
Señor, perdóname, me he acostumbrado al olor de la basura; sim embargo, yo puedo alejarme de allí y ellos no.
Señor, perdóname, yo puedo hacer una huelga de hambre, pero ellos no, porque están siempre hambrientos.
Abraham insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte justos los que haya en la ciudad». «No la destruiré en atención a esos veinte», declaró el Señor. «Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez». «En atención a esos diez, respondió, no la destruiré».
Mi Señor, ¿Y si sólo hubiera uno? ¿La destruirías? ¿Y si no hubiera ninguno? ¿La destruirías? Querido mío y querida mía: si no hubiera ninguno, no la destruiría, en atención a que al menos hubiera uno que se arrepintiera y quisiera ser feliz.
Aceptemos dócilmente la palabra que nos ha sido sembrada y es capaz de salvar nuestras almas.