Mujeres y hombres en la iglesia en busca de una nueva relación

Esta charla titulada «Mujeres y hombres en la iglesia en busca de una nueva relación», sobre el papel de la mujer en la iglesia, tuvo lugar el sábado 6 de abril de 2013 a las 20h en Barbieri 18. Fue  impartida por Dolores Aleixandre Parra, teóloga y profesora muchos años antes de su jubilación de la Universidad Pontificia Comillas. Dolores, que conoce de primera mano este tema, se describe a sí misma de esta forma: Jubilada feliz. Encajando el envejecer con cierto garbo (de momento). Convencida de la fuerza de la Palabra y de la bondad última de las personas. Adicta a la Biblia y a contársela a otros. Agradecida a la vida, al cariño de tantos amigos y al sentido del humor. Aficionada al cine, a la música polifónica y a Gomaespuma. Lectora desordenada y escritora de vuelo corto. Tratando de callarme más, rezar más y vivir más atenta al latido del corazón de Dios en el corazón del mundo. Está disponible el registro de AUDIO y VÍDEO de esta charla.

MUJERES Y HOMBRES EN LA IGLESIA EN BUSCA DE UNA NUEVA RELACIÓN

1. CON UN CANDIL, como el de la mujer que perdió el dracma (Lc 15):

Llevar luz para ver la «marginación invisible» de las mujeres en una Iglesia «católica» (universal) pero excluyente.

– Una Iglesia que ha decidido vivir con la mitad de sus células. Y eso repercute en la teología, la espiritualidad, la liturgia, la pastoral … pasivo y ejecutivo. La teología, la tradición, la predicación, el lenguaje de la Iglesia siguen siendo percibidos, centrados y dominados por los hombres.

-Una Iglesia que sigue reforzando los mecanismos culturales de un discurso que nos magnifica como esposas, madres o vírgenes y nos sigue envolviendo en imágenes de nupcialidad, fidelidad, amor, don, silencio y sacrificio.

Ver cómo el tema no nos afecta sólo a las mujeres, sino a todos los convocados por el proyecto utópico del Reino:

– que desestabiliza los estereotipos y modelos mundanos,

– que supone la inclusión de todo lo marginal,

– que descalifica cualquier pretensión de dominio.

2. CON UN CÁNTARO, como el de Raquel o la samaritana.

Lavar y limpiar algunos hábitos malsanos: los feminismos mesiánicos, las mayúsculas de exaltación, la herencia mal repartida, las lecturas interesadas, la clarividencia infusa de algunos y la paternidad confusa de otros, la automarginación de las mujeres …

3. CON UN ASIENTO, como el de Raquel sentada sobre los ídolos (Gen 31,33ss).

“Sentarnos”  sobre palabras-ídolo: “Deseo de poder”, “neutralidad», «objetividad», «justo medio» …

4.  CON UN TAMBOR, como el de Miryam, la hermana de Moisés (Ex 15).

Celebrar la alegría de los pequeños pasos que se van dando en dirección hacia una Iglesia en la que el acento no esté puesto en la dualidad clérigos/laicos, hombres/mujeres, gobernantes/gobernados …, sino en la comunión que nace de integrar la diversidad en la unidad y la creatividad en la solidaridad. Apoyar y unir fuerzas allí donde algo se está moviendo en favor de la mujer y en esa tarea, combinar la prudencia y la audacia, sin separar la esperanza de la astucia ni la radicalidad de la flexibilidad.

5 . CON UN TELAR, como el de la mujer de Pr 30 …

Diseñar un nuevo tejido relacional entre hombres y mujeres en la vida cotidiana. Se trata de hacer experimentar cómo buena y deseable es esa manera de relación que hoy aparece como nueva y emergente, pero a la que no accederemos sin que otros nos hayan mostrado su valor. Emprender creativamente nuevos caminos relacionales, promover espacios de encuentro y conocimiento mutuo en los que se pueda reflexionar serenamente, tejer solidaridades, proyectar y emprender acciones juntos.

Cuando, según el Deuteronomio, Moisés envió a doce del pueblo para explorar la tierra, ellos volvieron diciendo: «Es buena la tierra que el Señor nuestro Dios va a darnos» (Dt 1,22-25). Empleando la misma imagen, si llegamos a hacer la experiencia de un modo diferente de relacionarnos, podremos dar testimonio de que vale la pena el esfuerzo de caminar en esa dirección.

1. Hacer posible que cada uno posea una autonomía tal que le permita respetar al otro en la alegría, la ternura, el amor, la reciprocidad y establecer una forma de relación en la que desaparezcan los recelos y las descalificaciones, los prejuicios,  los complejos y las falsas paternidades y filiaciones que van siendo sustituidas por el reconocimiento mutuo, el trato cordial y fraterno, el respeto hacia lo diferente.

2. Promover la plena participación de las mujeres en la vida de la Iglesia y de la comunidad, su compromiso por la justicia, la paz y la salvaguarda de la creación, su participación en la teología, la liturgia, la catequesis y la comunicación espiritual.

3. Soñar con las consecuencias que tendría para la evangelización el reconocimiento (efectivo, no teórico), de que todo miembro de la Iglesia es responsable de la misión evangelizadora y que todos, mujeres y hombres, hemos sido con-vocados comunitariamente para cumplir la misión que Jesús Resucitado ha confiado a sus discípulos.

4. Cultivar un modo relacional de conocer, valorando lo experiencial por encima de lo puramente conceptual e interesándose por todo lo humano, sin alejare de lo concreto.  Preferir una forma de expresión accesible y sencilla y cultivar un talante de autocrítica que aleje las suficiencias y rivalidades.

5. Cultivar el convencimiento de que vale más ganar terreno lentamente, que agotarse en discutir temas teóricos o de competencias.

6. Discurrir estrategias de sensibilización cultural y de educación no sexista y pequeñas plataformas de encuentro e intercambio de experiencias. Reconocer los dones y capacidades allá donde se encuentren sin repartirlas según los sexos. Promover el único modo de relación que es verdaderamente humano: el del respeto mutuo, la colaboración, el diálogo, el don y la acogida. Y del auténticamente cristiano que es un proyecto fraterno de hermanos y hermanas, compañeros igualitarios en un recorrido de fe en el que nos ayudamos unos a otros a caminar.

Dolores Aleixandre RSCJ


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