Otras lecturas: Deuteronomio 18:15-20; Salmo 95:1-2, 6-7, 7-9; 1 Corintios 7:32-35
Lectio:
Antes de proseguir con nuestras Lectiones, es preciso subrayar un dato que, aun siendo importante, puede pasar desapercibido en nuestra lectura del evangelio de Marcos. Sólo quedan tres domingos ate de comenzar el tiempo litúrgico de Cuaresma. En Cuaresma, sólo en dos domingos tendremos un fragmento de Marcos, con lo que no volveremos a leerlo hasta el 7 de junio, e incluso en ese periodo hasta el próximo Adviento, en otros cinco domingos leeremos a Juan. Como puedes ver, el evangelio de Marcos no sólo es el más corto, sino que además sufre de un uso más que exiguo en la liturgia. Puede que ahora entiendas por qué aconsejaba leerlo entero al comienzo de este ciclo y así tener una introducción general a todo el año…
Estos tres domingos que nos quedan nos ofrecen, no obstante, una visión clara aunque breve de dos de las dimensiones en las que Marcos expone la autoridad de Jesús en el comienzo mismo de ese evangelio. La sección 1:21-28, que hoy leemos, junto con el resto del capítulo 1, que se leerá los dos domingos siguientes, describe la autoridad de Jesús sobre el Diablo y la Enfermedad. A continuación, la sección que abarca dese 2:1 hasta 3:6, que se lee en los domingos 7º, 8º y 9º, presentaría su autoridad sobre el Pecado y la Ley. Desgraciadamente, este año nos perderemos esos pasajes. Teniendo en cuenta estos detalles, nada insignificantes, comencemos nuestra Lectio…
Primero: el contexto es sagrado, santo, en una doble dimensión. El tiempo: es un sábado, “día santo” por excelencia para la mentalidad religiosa judía. Recordemos todas las disputas entre Jesús y los maestros de la Ley y los fariseos a cuenta de la violación del “descanso sabático” cuando curaba a los enfermos ese día. El espacio: aunque no estemos en el Templo de Jerusalén, la sinagoga tenía un carácter de “espacio sacro” ya que era allí donde los rabinos leían y exponían la Torah; y era también allí donde se recitaban las oraciones solemnes cada día. Hay una tercera realidad “sacra”: Jesús mismo, “el Santo de Dios” (1:24). No sabemos lo que enseñó Jesús aquel día, ya que Marcos no nos ofrece ni el menor detalle. Lo único que pone de relieve es la diferencia de estilo entre la manera de enseñar de Jesús y la de los maestros de la Ley: enseñaba “con plena autoridad”. Y no dice nada más. Al final de todo el pasaje, Marcos añadirá otro detalle para explicar por qué se “admiraba” y “asustaba” la gente: su enseñanza con plena autoridad era, además, “nueva” (1:27).
Segundo: en aquel espacio y tiempo sagrados, se hace presente la realidad más infame en forma de “un hombre con un espíritu impuro” (1:23). Se le presenta a Jesús la oportunidad de mostrar que hay otra diferencia más entre él y los jefes “oficiales” de la comunidad. El demonio (que, por cierto, resulta ser un espíritu plural) reconoce quién y qué es Jesús, declara abiertamente que no tiene nada en común con él y pregunta si tiene intención de destruirlos. (Marcos niega así la acusación que le harán a Jesús más tarde: 3:20-29). Una vez más, Jesús demuestra su autoridad en una doble dimensión: hace que el espíritu se calle y abandone al hombre. La realidad de la posesión y su sanación queda atestiguada por el grito del espíritu y la agitación del hombre. Pero lo más importante, tal vez el factor “nuevo” que percibe la gente, es la diferencia con un profeta tradicional: Jesús no habla o da órdenes “en nombre de Yahvé” (véase la primera lectura del Deuteronomio), sino que “reprende” directamente al espíritu impuro, “en nombre propio” por así decirlo. Estamos, pues, en presencia del “Santo de Dios”.
Meditatio:
La doble pregunta que le planea el espíritu inmundo es un reconocimiento abierto de que no hay nada entre Jesús y ellos y manifiesta el temor ante su propia destrucción porque se ha hecho presente el Reino de Dios. El reino de la tiniebla y la servidumbre no tiene nada que ver con la misión de Jesús como Mesías enviado para liberar a quienes viven bajo la carga del mal. La manera en que comienza Jesús su ministerio es, al mismo tiempo, un anuncio de la misión que confiará a los Doce y, en sentido más amplio, a todos sus discípulos, “dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos” (6:7). Deberíamos preguntarnos qué tenemos en común con el “reino del mal”, en cuanto a compartir los valores y la mentalidad de este mundo en vez de los del Reino; o de qué manera estamos comprometido en la lucha contra el mal en todos los ámbitos de la vida. ¿En qué medida anunciamos (y vivimos) la “novedad” del Evangelio o hasta qué punto está arraigado en nuestra vida cristiana el tono rancio de la rutina? ¿Es nuestra presencia en el pequeño mundo que nos rodea una fuente de libertad y liberación para los esclavizados por el mal?
Oratio:
Reza por los oprimidos por “espíritus inmundos”, sometidos a cualquier tipo de esclavitud (adicciones, codicia, egoísmo, desesperanza…): para que la palabra salvadora de Jesús llegue a ellos y los libere para gozar de la libertad de los hijos de Dios.
Reza por los cristianos en general y por sus ministros en particular: para que vivamos la noticia salvadora del Evangelio, nos convirtamos en sus mensajeros y anunciemos con la “autoridad” de la coherencia las palabras de Jesús, “médico y salvador nuestro”.
Contemplatio:
Marcos narra la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, su propia tierra, y cómo le rechazaron sus paisanos (6:1-6), pro no menciona el contenido de su predicación. Vuelve a leer el texto paralelo de Lucas 4:16-30, y trata de entender, aceptar y ver cómo puedes transmitir el mensaje de esperanza de Jesús para cuantos están sometidos a cualquier tipo de esclavitud u opresión.
Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España