[or] Otras lecturas: Isaías 60:1-6; Salmo 72;1-2, 7-8, 10-11, 12-13; Efesios 3:2-3, 5-6
Lectio:
La Epifanía es la última solemnidad de la Navidad, el último momento en que veremos a Jesús como niño junto a sus padres. Los textos de hoy reúnen un número de motivos anunciados desde el comienzo mismo de Adviento. El Primer Domingo escuchábamos cómo les decía Jesús a los discípulos: “Manténganse ustedes despiertos y vigilantes” (Marcos 13:33). Esta recomendación a tener los ojos abiertos de par en par, como vimos, se podía aplicar a cualquier momento: a la venida del Mesías en su nacimiento, al comienzo de su ministerio, al final de los tiempos, incluso al contexto litúrgico o a su acercarse a nosotros bajo la apariencia de un hermano que sufre (Recordemos Mateo 25:31-46). Para los creyentes, cualquier instante puede ser un “Adviento”.
A lo largo de las semanas que siguieron a ese Primer Domingo, hemos asistido al despliegue más rico de imágenes y símbolos combinados para darnos una visión compleja del misterio de la Encarnación. Hallamos varios “pares” contrastados en los que Mateo y Lucas nos muestran la eterna paradoja a la que ya estamos acostumbrados. Vayamos paso a paso, aunque en algunos casos solamente daré algunas pistas respecto a esos contrastes. Primero, los personajes que hemos visto hasta ahora: Zacarías, Isabel y Juan, María y José, los ángeles y los pastores, Simeón y Ana… Un sacerdote anciano y su mujer, un carpintero y su prometida, seres celestes y gentes marginales, un par de ancianos piadosos, son los llamados a descubrir y reconocer la gracia salvífica de Dios hecha presente en Jesús, un niño indefenso nacido en circunstancias muy poco comunes…
Hoy hallamos un grupo nuevo: “los magos de Oriente” frente al rey Herodes junto con los sacerdotes y los maestros de la Ley. El contraste es radical. Los magos debían ser una mezcla de astrónomo, astrólogo, vidente… Para un israelita de la época, seamos claros, eran ante todo paganos, gentiles, y se los consideraba como una especie de encantadores, brujos o “¡magos!”. (Véase Hechos 8:9-24)… Exactamente lo contrario de los personajes de Jerusalén: israelitas puros, fieles observantes de la Ley y expertos en su interpretación.
Pues es precisamente ese grupo de paganos quienes intuyen un significado oculto en una estrella y emprenden un viaje en busca del rey recién nacido. Se lanzan a la aventura respondiendo a un signo cuyo significado apenas entienden, mientras que los “expertos”, los que se supone que saben, no dan ni un solo paso para buscar y ver al Mesías. Curiosamente, los Magos siguen el consejo que Jesús le dará a la gente muchos años después: “Obedézcanles y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo” (Mateo 23:3). Todavía más: después de ver a Jesús y rendirle homenaje arrodillándose ante él, “regresaron a su tierra por otro camino” (Mateo 2:12), una expresión que también anticipa la que se utilizará más tarde para describir “el camino de salvación”, el seguimiento de la doctrina de Jesús. La salvación, está claro, se ha manifestado a todas las naciones que, según Isaías (60:6), vendrán “cargadas de oro y de incienso”, llamadas “a participar, en Cristo Jesús, de la misma herencia, del mismo cuerpo y de la misma promesa que el pueblo de Israel” (Efesios 3:6).
También Jerusalén, la ciudad que irradia el resplandor del Señor y a cuya luz caminarán todas las naciones, contrasta con Belén, la humilde aldea de la que saldrá el gobernante que pastoree a Israel. De nuevo la paradoja anuncia la clase de Mesías que será Jesús. Su nacimiento en un establo nos hace vislumbrar su gloriosa entrada mesiánica en Jerusalén como rey “humilde, montado en un burro… cría de una bestia de carga” (Mateo 21:5).
Un último detalle (y ya dejado a un lado unos cuantos): piensa en el número de veces que se menciona la “luz” en los textos leídos durante las semanas anteriores. Recuerda que, por encima de todo y en el centro mismo de todas las imágenes, está la Luz con mayúscula, y esa luz es Jesús mismo.
Meditatio:
Una simple sugerencia este día: son tan abundantes los materiales que tendrás que ser muy selectivo al abordarlos. La presencia de Jesús parece alterar e “inquietar” a todos y a todo: a Herodes, los escribas, los Magos, incluso a los habitantes de Jerusalén. Hay miedo y maquinaciones (Herodes), falta de compromiso (los sacerdotes y los escribas), curiosidad, valor, gozo y adoración (los Magos). Hay signos (una estrella, sueños), regalos (oro, etc.), un cambio profundo (la vuelta casa), derramamiento de sangre (la matanza de los inocentes, omitida en nuestra lectura), la huida a tierra extraña, Egipto, la tierra de la esclavitud (omitida también). Acepta esta sugerencia mía como un ejercicio de “ficción de fe”. Imagina que Jesús naciera ahora mismo. ¿Qué clase de “alteraciones” o cambios se producirían en tu vida?
Oratio:
Al encontrar al niño, los Magos realizan una doble acción: le rinden homenaje y le ofrecen regalos. En realidad, es todo muy distinto: Jesús es el regalo de Dios a los hombres y un signo de respeto a nuestra humilde condición. Da gracias por el don de la salvación y por haber sido adoptado por Dios en Cristo.
Reza por los niños nacidos en circunstancias semejantes a las que se vio sometido Jesús: pobreza, persecución, exilio… Reza por los que carecen del amor de sus padres aún antes de nacer: para que la misericordia de Dios los alcance y los proteja; para que conceda sentimientos de afecto y amor en quienes los rodean.
Contemplatio:
Terminó la Navidad. Todo ha vuelto a la “normalidad” y a la rutina. Ya no hay luces navideñas en las calles ni villancicos sonando en las tiendas, ni niños en las casas sino de vuelta a la escuela. Incluso la Sagrada Familia ha regresado al hogar (en Egipto, en Nazaret…) Es hora de olvidar el estruendo y los resplandores de estos días y tomar aliento. Como de costumbre, busca un lugar tranquilo y crea en ti un silencio interior. Vuelve la mirada al Año nuevo que tienes por delante. Fíjate en alguno de los personajes que hemos encontrado y busca qué puedes aprender de ellos. ¿Paciencia? ¿Esperanza? ¿Confianza? ¿Generosidad? Debe de haber algún rasgo que te falta y que deberías hacer crecer y desarrollarse…
Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,
Sacerdote católico,
Arquidiócesis de Madrid, España