Lectio Divina 2014-10-26: El mandamiento más grande

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 34-40
 
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
 
— Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
 
Él le dijo:
 
–“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
 
Palabra del Señor
 
 
 

[or] Otras lecturas: Éxodo 22:20-26; Salmo 18:2-3, 3-4, 47, 51; 1 Tesalonicenses 1:5-10

 

[h1] Lectio:

            Antes de comenzar nuestra Lectio, recordemos el proceso que ha seguido el Evangelio de Mateo hasta conducirnos al pasaje que leemos hoy. Los fariseos y quienes consideraban a Jesús un rebelde y un predicador peligroso han intentado desacreditarle ante el pueblo por todos los medios. De aquí las preguntas o, más exactamente, las consultas con trampa cuyo objeto es hacer que cometa algún error o afirme algo que esté abiertamente en contra de la Ley. Primero, los sacerdotes y ancianos cuestionan su autoridad para predicar y actuar tal como hace (21:23-27). Jesús, a su vez,  les plantea una pregunta que no saben responder y tampoco él les contesta. Quedan, por así decirlo, “empatados”. Más tarde, los fariseos, junto con los herodianos, le consultan si se debe pagar el tributo al césar (22:23-33). Elude la trampa  con habilidad,  los deja “admirados” y se marchan. De nuevo, son ahora los saduceos quienes plantean su propia pregunta, en este caso sobre la resurrección de los muertos (22:23-33). Tras salir airoso de la prueba, la gente entiende que Jesús es un auténtico maestro y se queda “admirada” de su enseñanza. La última cuestión, la que hoy leemos, la plantea un letrado, un maestro de la Ley enviado por los fariseos (22:34-40). En esta ocasión, Jesús no sólo responde correctamente (eso lo veremos después) sino que es él quien ahora hace una pregunta en torno al Mesías, el hijo de David (22:41-46). Nadie puede responderle y “desde ese día ninguno se atrevió a hacerle más preguntas”.

            La respuesta de Jesús al letrado en el texto de hoy va a lo fundamental. No voy a repetir lo que  puedes encontrar fácilmente en cualquier comentario o enciclopedia respecto al número de mandamientos, normas y reglas del código moral judío: en dos palabras, era tan complejo que uno nunca sabía de qué lado de la Ley estaba. Así que, reuniendo dos textos de la Escritura, Jesús despeja las dudas engañosas que le han planteado. El amor es la respuesta, pues Dios mismo es amor, y para un creyente todo el ámbito de la vida humana está bajo la mirada atenta y amorosa de Dios. Tampoco voy a abordar el significado de “amor” en sus distintos sentidos. Basta con ver algunos lugares del Nuevo Testamento en los que aparece la palabra. Cuando Jesús habla de su único “mandamiento”, lo hace después de haberles lavado los pies a los discípulos (Juan 13:1.20), y recalca la dimensión del amor como “servicio”. Al definir a Dios como “amor”, Juan, en su primera carta (3:11-17; 4:7-12, 16-21) subraya el profundo vínculo que existe entre ambas dimensiones, divina y humana. Y en el texto paralelo al de hoy en el Evangelio de Lucas (10:25-28), hallamos una prolongación del episodio. En este caso, quien había planteado la pregunta pide una explicación sobre quién es el “prójimo”, y  Jesús le responde con la parábola del Buen Samaritano (10:29-37). En  clave menor, y aunque  no se mencionen ni el “amor” ni los “mandamientos”,  la  carta de Santiago (1:27) también puede ofrecernos una sencilla definición de la “religión pura y sin mancha”.

            En cierto sentido, la enseñanza de Jesús respecto a la Ley en el Evangelio de Mateo se cierra de manera circular: comenzó con las Bienaventuranzas, y seguía con su explicación de los mandamientos (capítulos 5 al 7); ahora, después de responder a tantas cuestiones espinosas, Jesús vuelve a la posición fundamental y  más radical: la regla de oro, que contiene “la Ley y los Profetas” (7:12), algo que no había venido a abolir sino a llevar a plenitud.

 

[h2] Meditatio:

            Hemos de admitir que, al cabo de veinte siglos de historia del cristianismo, la mayoría de los problemas, cuestiones y dificultades que hallamos al vivir el Evangelio no son más que versiones o variaciones de temas que ya se habían plantado en los primeros momentos de la Iglesia, e incluso en tiempos de Cristo. Es cierto que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Aunque las circunstancias sociopolíticas hayan cambiado, la naturaleza humana es la m misma. La mentalidad farisaica está infiltrada en nuestra propia mentalidad cristiana y seguimos planteándonos cuestiones y problemas que, en muchos casos, son las mismas argucias usadas por los enemigos de Jesús y cuya finalidad no era hallar una respuesta honrada y veraz, sino hacerle tropezar o justificar sus propias soluciones preconcebidas. Pensemos en nosotros y en nuestra manera de enfocar los problemas morales de nuestra vida. Es el Evangelio, la “nueva Ley”, nuestro punto de referencia o acudimos a otros recursos (el consejo de otros, las autoridades oficiales o cuasi-oficiales…)?  Como católico, puedes imaginar que no estoy invitando al libre examen de la Biblia, pero creo que todos debemos ser más cautos al abordar principios y normas que en ocasiones son el resultado de la tradición o la rutina y podrían ser ajenas al enfoque del Evangelio. ¿Con  qué frecuencia nos apoyamos en las tradiciones más que en las palabas de Jesús? ¿No será que nuestra mentalidad está más cerca de la de los fariseos y doctores de la Ley que del espíritu de libertad de los hijos de Dios?

 

[h3] Oratio:

            Reza por los sometidos a los temores y angustias de seguir escrupulosamente las normas y las leyes: para que entiendan el llamamiento de Jesús a la confianza en la misericordia y el amor de Dios y se vean libres de falsas y pesadas cargas legales.

            Recemos por nosotros mismos: para que el “mandamiento del amor” sea siempre el criterio y la guía en nuestra vida cristiana y nos haga sensibles para responder fielmente a las exigencias de Dios y a las necesidades de nuestros hermanos.

 

[h4] Contemplatio:

            Te sugiero que leas una vez más la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:29-37). ¿Cuáles crees que eran las prioridades  y cuál era el mandamiento “más importante” de la Ley para cada uno de los personajes? Luego, vuelve la mirada  a tus propias prioridades y mira dónde pones el acento fundamental en tu manera de vivir el Evangelio.

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España


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