Lectio Divina 2014-06-15: La Trinidad «Tanto amó Dios al mundo…»

 
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 16-18
 
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
 
 

[or] Otras lecturas: Éxodo 34:4-6, 8-9; Daniel 3:52-55; 2 Corintios 13:11-13

 

[h1] Lectio:

                        Este domingo constituye una auténtica prueba para cualquiera que trate de dar algunas pistas para la oración. Hablar del Dios Uno que despliega su esencia en tres personas distintas debió ser un verdadero rompecabezas para los judíos, cuya fe en Yahveh, el Dios exclusivo de Israel, difícilmente podría aceptar las complejidades de la manera cristiana de entender a su propio Dios. E incluso para nosotros, veinte siglos después del nacimiento de la Iglesia, la Santísima Trinidad sigue siendo uno de los temas más complicados de nuestra teología, a pesar de sus raíces históricas y su fundamental y sorprendente simplicidad.

            En cualquier caso, las lecturas de hoy, tomadas en su conjunto, transmiten un mensaje básico en el que podemos descubrir el núcleo de uno de los elementos más peculiares de nuestra fe cristiana y en el que podemos encontrar inspiración para nuestra Lectio. Cada una de ellas nos ofrece una faceta del misterio que hoy celebramos. El primer texto recuerda un doble rasgo que Dios mostró a los israelitas: “compasión y fidelidad”, reflejo de su naturaleza y de la alianza que estableció con su pueblo. La fidelidad es el fundamento de aquella relación: la hallaremos expresada en la solemne profesión de fe de Deuteronomio 6:4. “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor”. No es un dios “dividido”, voluble como las deidades griegas. Desde este punto de partida de unicidad y compasión podemos entender la afirmación de Jesús en el evangelio de hoy (Juan 3:16): “Dios tanto amó al mundo que dio a su Hijo único…” Sus designios para la humanidad son esencialmente designios de compasión y misericordia, y la clave para entenderlos no es la “reciprocidad”, sino la generosidad, así como su firmeza y su fidelidad en esos designios de misericordia y benevolencia.

            Pero es también el Dios de la comunicación: en el evangelio de Juan, en el largo momento de confidencias con sus discípulos antes de enfrentarse a la muerte, Jesús habla insistentemente de su relación con el Padre y el Espíritu. Y al mismo tiempo, de las relaciones con los discípulos. Bastan unos pocos ejemplos: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14:9); “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí” (14:11). Más importante aún: esa unión implica también a los discípulos: “Yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí, y yo en ustedes” (14:20). Por eso reza al Padre por la unidad de todos los que creen en él: “Que todos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros” (17:20-21). Pero esa unión de Jesús con el Padre incluye también al “Abogado”, el “Paráclito”, el Espíritu Santo. Él es el “Espíritu de la Verdad”, y el Padre lo enviará para que permanezca con los discípulos y les recuerde todas las cosas que Jesús les ha enseñado (14:15-17, 26). La comunión de las tres personas se expresa también como un tesoro común que ellos comparten y comunican a los discípulos (16:12-15) 

            Un último detalle respecto a nuestra liturgia: el texto de 2 Corintios nos suena familiar, ya que es el más común de nuestros saludos litúrgicos, y no sólo incluye a las tres personas de la Santísima Trinidad, sino también tres de los rasgos con que podemos describir a Dios en una sencilla definición teológica: gracia, amor y comunión son dimensiones de la realidad divina, pero también ámbitos en los que experimentamos la presencia y la acción de Dios en nuestras vidas. Por gracia fuimos redimidos, al amor estamos llamados, y en la comunión mutua vivimos la salvación que hemos recibido.

 

[h2] Meditatio:

            Las tres palabras que acabo de utilizar en nuestra Lectio pueden ser el punto de partida perfecto para nuestra Meditatio. ¿Hasta qué punto creemos de verdad que no es por nuestros méritos, sino por la generosa gracia de Dios, por lo que hemos sido llamados a la salvación, hemos recibido el don de la fe y hemos sido invitados a entrar en el Reino de Dios anunciado por Jesús? ¿Es el mandamiento “nuevo” de Jesús (“Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amos a ustedes…”, Juan 13:34)la piedra de toque para valorar nuestra fidelidad a su llamada, o seguimos apoyándonos fundamentalmente en las reglas y preceptos humanos?  ¿Vivimos nuestra fe en comunión y comunidad, o seguimos empeñados en “ganarnos la salvación” por nosotros mismos, como si todo en nuestra vida cristiana fuera un asunto a ventilar a solas entre Dios y nosotros? Si nos atrevemos a plantearnos estas tres preguntas, nos estaremos enfrentando a un auténtico examen de nuestra fe trinitaria.

 

[h3] Oratio:

            Reza por quienes viven su fe cristiana en aislamiento, tal vez porque no han hallado una comunidad en la que poder desarrollar su compromiso  con Cristo compartiendo con otros su propia vocación: para que descubran las riquezas de seguir a Jesús con otros hermanos en la fe.

            Pidamos por nosotros mismos: para que nuestra fe en la Santísima Trinidad suscite en nosotros el dese de trabajar por la vida de comunidad en el grupo cristiano o en la Iglesia a la que pertenecemos.

 

[h4] Contemplatio:

            El breve fragmento de 2 Corintios 13:11-13 es la conclusión del largo mensaje contenido en las dos cartas de Pablo a aquella iglesia. En ellas, el apóstol abordaba prácticamente todas las dimensiones de la vida cristiana. Vuelve a leer estos tres versículos y contrástalos con la realidad de tu propia comunidad cristiana. Repite como si fue un estribillo esas tres palabras de despedida: gracia, amor y comunidad. Como sugería en la Meditatio, te ayudarán a evaluar tu fidelidad a los planes de Dios.

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

 Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España

 

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