Lectio Divina 18 de marzo de 2014: «Yo soy el camino»

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 14, 1-12
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
 
— Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.
 
Tomás le dice:
 
— Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
 
Jesús le responde:
 
— Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
 
 
Felipe le dice:
 
— Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
 
Jesús le replica:
 
— Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.

 

[or] Otras lecturas: Hechos 6:1-7; Salmo 33:1-2, 4-5, 18-19; 1 Pedro 2:4-9

 

[h1] Lectio:

            Los textos que leemos este domingo proceden de épocas y momentos distintos y reflejan toda una gama de elementos en los que despliega toda su riqueza nuestra vida cristiana. El texto de Hechos presenta el crecimiento de la primera comunidad de Jerusalén: descubrimos sus dificultades y problemas, así como la creatividad que les concedió el Espíritu Santo para que avanzaran en su fidelidad al Evangelio. El fragmento de 1 Pedro abre nuestras mentes a nuevas dimensiones del sentido profundo de la pertenencia al pueblo de Dios, “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa” (2:9). En cuanto al evangelio, en realidad forma un bloque con el pasaje que leeremos el domingo próximo, y es el comienzo de un largo discurso (capítulos 14-16)  dirigido a los discípulos. A lo largo de sus versículos, Jesús explica a los Doce el misterio y el sentido de los acontecimientos de los que serán testigos y que les resultarán tan difíciles de entender.

            Antes del pasaje evangélico que hoy leemos, ha habido dos anuncios desconcertantes: la traición de Judas (13:21-30) y las negaciones de Pedro (13:38), así como una pregunta de éste: “Señor, ¿a dónde vas?” (13:38). En este contexto, Jesús trata de tranquilizar a los discípulos: “No se turbe su corazón” (14:1). Pero la frase contradice sus propios sentimientos, ya que, según el mismo Juan, se había sentido sumamente conmovido en tres momentos de profunda tristeza: al compartir el dolor y el llanto de las hermanas de Lázaro (11:33); cuando experimentó con angustia lo cerca que estaba la “hora” de su muerte y su glorificación (12:27); y al hablar abiertamente de la traición de Judas (13:21). Conoce y experimenta (ya lo vimos el domingo pasado) nuestra condición humana en todas sus dimensiones, incluyendo el dolor, el duelo y el temor. No obstante, su consejo a los discípulos es una invitación a la fe en el Padre y en él mismo, y esa fe no es la simple aceptación de una serie de dogmas o principios teológicos, sin o la actitud de confianza en aquel que “ha vencido al mundo” (16:33). Esto, a su vez, nos remite de nuevo al contexto: sus palabras de consuelo y esperanza se dirigen en realidad a su “pequeño rebaño” (Lucas 12:32), justo antes de su pasión y muerte, cuando más habrán de necesitar apoyo para entender su ausencia y vencer el sentimiento de que ha fracasado su proyecto del Reino. Pero también van dirigidas a la primera Iglesia cristiana, que se preguntará cuándo va a volver en gloria, y que tendrá que enfrentarse entretanto a los asuntos cotidianos: desde organizar la pequeña comunidad hasta enfrentarse al rechazo y la persecución…

            Hay en el texto un paso nuevo: al tiempo que responde a la pregunta de Pedro, también explica Jesús u propia identidad y anticipa la respuesta que no dará a la de Pilato, “¿Qué es la verdad?” (18:38). “Camino, Verdad y Vida” es una de las muchas definiciones metafóricas que hallamos en el evangelio de Juan, pero es también una itinerario para los que crean en Jesús. Si aceptan sus palabras y le siguen a él, Camino, comprenderán su propia existencia y la edificarán sobre él, que es la Verdad, y participarán de él, Vida del mundo. Por complejas que puedan perecer estas palabras, conducen a una convicción básica: en su vivir con Jesús, los discípulos no sólo le han visto a él, sino al Padre. Y su identificación con Jesús significará una comunión que sobrepasa cualquier expectativa: podrán realizar acciones, “obras”, que serán “todavía más grandes” que las que él ha hecho. Está a punto de cerrarse el círculo: el Espíritu será la garantía de que la ausencia de Jesús no es un abandono, sino un periodo en que preparará la  morada a donde conducirá a quienes creen en él.

 

[h2] Meditatio:

            Paso a paso, en los capítulos 14-16 de Juan, Jesús habla a sus discípulos, no como Maestro o Amo, sino como un amigo que está a punto de dejar a quienes ama y por los que está dispuesto a entregar su vida. Por eso no los llama “siervos”, sino amigos, ya que su relación es de confianza y conocimiento mutuos (15:1-17). Y por eso todo el pasaje es una serie de palabras de advertencia y ánimo. Se enfrenta libremente a la muerte, consciente del dolor físico y espiritual que entraña su obediencia a los designios del Padre, pero sabedor también de que cuando “sea levantado de la tierra”, esto es, crucificado, “atraerá a todos a sí mismo” y será glorificado (12:23-36). Al cabo de veinte siglos de historia cristiana, deberíamos preguntarnos por nuestros sentimientos hacia Jesús como Señor y Salvador nuestro, e intentar descubrir si, igual que los primeros discípulos, las dudas, los temores, los malentendidos y el desconocimiento son el terreno común que compartimos con ellos. Podríamos resumirlo todo en una sencilla pregunta, la misma que les planteó a ellos Jesús y que deberíamos dirigirnos a nosotros mismos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mateo 16:15). Ahora nos toca a nosotros responder.

 

[h3] Oratio:

            – Este domingo, una sugerencia muy amplia para nuestra oración. Podemos interpretar “Camino, Verdad y Vida” a niveles muy distintos. Un ejemplo: la “Vida” puede abarcar desde la vida física (sus realidades materiales, biológicas y económicas, que incluyen vivienda, alimentos, sanidad…) hasta la vida espiritual (cultura y educación, significado y sentido de nuestra existencia, relaciones con Dios y con el prójimo, consciencia de nuestra dignidad y de la de los demás como seres humanos y cristianos…) Deja que el Espíritu te guíe libremente para reconocer las necesidades por las que pedir y las razones para dar gracias en cualquiera de esos ámbitos.

 

[h4] Contemplatio:

            “Luz del mundo”, “Palabra”, “Buen Pastor”, “Pan vivo”, “Puerta”, “Vid”, “Camino, Verdad y Vida”… El número de imágenes usadas por Juan es abrumador. Toma cualquiera de ellas y busca la manera de encontrar alguna dimensión o aspecto en que pueda mejorar o verse fortalecida tu relación con Jesús o te ayude a identificarte con él. Tal vez prefieras hacer algo semejante con las imágenes usadas en 1 Pedro 2:9 para describir a la comunidad de los cristianos: “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…”

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España

 


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