Lectio Divina 13-04-2014: La Pasión del Señor

 La Pasión según san Mateo Mateo 26:14 – 27:66

 

Traición de Judas

14 Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, 15 y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entreguea]? Y ellos le pesaron treinta piezasb] de plata.16 Y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarle.

Preparación de la Pascua

17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadurac], se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? 18 Y El respondió: Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: “El Maestro dice: ‘Mi tiempo está cerca; quiero celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.’” 19 Entonces los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

 

 

Jesús identifica al traidor

20 Al atardecer, estaba El sentadod] a la mesa con los doce discípulos. 21 Y mientras comían, dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. 22 Y ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor? 23 Respondiendo El, dijo: El que metióe] la mano conmigo en el plato, ése me entregará. 24 El Hijo del Hombre se va, según está escrito de El; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacidof]25 Y respondiendo Judas, el que le iba a entregarg], dijo: ¿Acaso soy yo, Rabí? Y El le dijo: Tú lo has dicho.

Institución de la Cena del Señor

26 Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella; 28 porque esto es mi sangre del nuevoh] pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

30 Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de Pedro

31 Entonces Jesús les dijo*: Esta noche todos vosotros os apartaréisi] por causa de mí, pues escrito está: “Herire al pastor, y las ovejas del rebaño se dispersaran.” 32 Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Entonces Pedro, respondiendo, le dijo: Aunque todos se apartenj]por causa de ti, yo nunca me apartarék]34 Jesús le dijo: En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35 Pedro le dijo*: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron también lo mismo.

Jesús en Getsemaní

36 Entonces Jesús llegó* con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo* a sus discípulos:Sentaos aquí mientras yo voy allá y oro. 37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38 Entonces les dijo*: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. 39 Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras40 Vino* entonces a los discípulos y los halló* durmiendo, y dijo* a Pedro:¿Conque no pudisteis velar una hora conmigo? 41 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Apartándose de nuevo, oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si ésta no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño44 Dejándolos de nuevo, se fue y oró por tercera vez, diciendo otra vez las mismas palabrasl]45 Entonces vino* a los discípulos y les dijo*: ¿Todavía estáism] durmiendo y descansando? He aquí, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad, está cerca el que me entrega.

Arresto de Jesús

47 Mientras todavía estaba El hablando, he aquí, Judas, uno de los doce, llegó acompañado den] una gran multitud con espadas y garrotes, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle. 49 Y enseguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Rabí! Y le besóo]50 Y Jesús le dijo:Amigo, haz lo que viniste a hacer. Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.51 Y sucedió quep] uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le cortóq] la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo*: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán. 53 ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y El pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legionesr] de ángeles?54 Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que así debe suceder? 55 En aquel momentos] Jesús dijo a la muchedumbre: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes para arrestarme? Cada día solía sentarme en el templo para enseñar, y no me prendisteis.56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron.

Jesús ante el concilio

57 Y los que prendieron a Jesús le llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Y Pedro le fue siguiendo de lejos hasta el patio del sumo sacerdote, y entrandot], se sentó con los alguacilesu] para ver el fin de todo aquello59 Y los principales sacerdotes y todo el conciliov] procuraban obtener falso testimonio contra Jesús, con el fin de darle muerte, 60 y no lo hallaron a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Pero más tarde se presentaron dos, 61 que dijeron: Este declaró: “Yo puedo destruir el templow] de Dios y enx] tres días reedificarlo.” 62 Entonces el sumo sacerdote, levantándose, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? 63 Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Cristoy], el Hijo de Dios. 64 Jesús le dijo*: Tú mismo lo has dicho; sin embargo, os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo. 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído la blasfemia; 66 ¿qué os parece? Ellos respondieron y dijeron: ¡Es reo de muerte! 67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos; y otros le abofeteabanz]68 diciendo: Adivinaaa], Cristoab], ¿quién es el que te ha golpeado?

La negación de Pedro

69 Pedro estaba sentado fuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: Tú también estabas con Jesús el galileo. 70 Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: No sé de qué hablas. 71 Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo* a los que estaban allí: Este estaba con Jesús el nazareno.72 Y otra vez él lo negó con juramento: ¡Yo no conozco a eseac] hombre! 73 Y un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. 74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a esead] hombre! Y al instante un gallo cantó. 75 Y Pedro se acordó de lo queae] Jesús había dicho:Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

Jesús es entregado a Pilato

27 Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron y le entregaron a Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: A nosotros, ¿qué? ¡Allá túaf]!Y él, arrojando las piezas de plata en el santuario, se marchó; y fue y se ahorcó. Y los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata, y dijeron: No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre. Y después de celebrar consejo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los forasteros. Por eso ese campo se ha llamado Campo de Sangre hasta hoy. Entonces se cumplió lo anunciadoag] por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaronah]las treinta piezas de plata, el precio de aquel cuyo precio habia sido fijado por los hijos de Israel; 10 y las dieronai] por el Campo del Alfarero, como el Señor me habia ordenado.

Jesús ante Pilato

11 Y Jesús compareció delante del gobernador, y ésteaj] le interrogó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. 12 Y al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió. 13 Entonces Pilato le dijo*: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Jesús no le respondió ni a una sola preguntaak], por lo que el gobernador estaba muy asombrado.

Jesús o Barrabás

15 Ahora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran. 16 Y tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17 Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?18 Porque él sabía que le habían entregado por envidia. 19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de El. 20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. 21 Y respondiendo, el gobernador les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos respondieron: A Barrabás. 22 Pilato les dijo*: ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron*: ¡Sea crucificado! 23 Pilato dijo: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! 24 Y viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justoal]; ¡allá vosotrosam]25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! 26 Entonces les soltó a Barrabás, pero a Jesús, después de hacerle azotar, le entregó para que fuera crucificado.

Los soldados se mofan de Jesús

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al Pretorio, y reunieron alrededor de El a toda la cohortean] romana28 Y desnudándole, le pusieron encima un manto escarlata. 29 Y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y una cañaao] en su mano derecha; y arrodillándose delante de El, le hacían burla, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberse burlado de El, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron para crucificarle.

32 Y cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón, al cualap] obligaron a que llevara laaq] cruz.

La crucifixión

33 Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa Lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, no lo quiso beber. 35 Y habiéndole crucificado, se repartieron sus vestidos, echando suertesar]36 y sentados, le custodiaban allí. 37 Y pusieron sobre su cabeza la acusación contra El, que decíaas]: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDIOS. 38 Entonces fueron crucificados* con El dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza 40 y diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz. 41 De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de El, decían: 42 A otros salvó; a sí mismo no puede salvarseat]. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en El. 43 En Dios confia; que le libre ahora si El le quiere; porque ha dicho: “Yo soy el Hijo de Dios.” 44 En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con El.

Muerte de Jesús

45 Y desde la hora sextaau] hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novenaav]46 Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lema sabactani? Esto es: Dios mio, Dios mio, ¿por que me has abandonado? 47 Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Este llama a Elías.48 Y al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49 Pero los otros dijeron: Deja, veamos si Elías viene a salvarleaw].50 Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu. 51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; 52 y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesúsax], entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos. 54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Diosay]55 Y muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, estaban allí, mirando de lejos;56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Sepultura de Jesús

57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran. 59 Tomando José el cuerpo, lo envolvió en un lienzo limpio de lino, 60 y lo puso en su sepulcro nuevo que él había excavado en la roca, y después de rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, se fue. 61 Y María Magdalena estaba allí, y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

Guardias en la tumba

62 Al día siguiente, que es el día después de la preparaciónaz], se reunieron ante Pilato los principales sacerdotes y los fariseos, 63 y le dijeronba]: Señor, nos acordamos que cuando aquel engañador aún vivía, dijo: “Después de tres días resucitarébb].” 64 Por eso, ordena que el sepulcro quede asegurado hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se lo roben, y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”; y el último engaño será peor que el primero. 65 Pilato les dijo: Una guardiatenéis; id, aseguradla como vosotros sabéis. 66 Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra.

 
 

Otras lecturas: Isaías 50:4-7; Salmo 22:8-9, 17-18, 19-20, 23-24; Filipenses 2:6-11, [Si hay procesión de entrada, se lee el evangelio de Mateo 21:1-11].

 

[h1] Lectio:

            Antes de comenzar nuestras Lectiones de Semana Santa, debemos tener en cuenta algunos detalles. Junto con el tiempo de Navidad – Epifanía, este periodo de tiempo, relativamente corto, concentra el nivel más elevado de “contenido bíblico”. Dejemos a un lado el número de textos usados en los dos periodos preparatorios de Adviento y Cuaresma. Los datos son abrumadores: la Semana Santa, por sí sola, contiene: 12 fragmentos del Antiguo Testamento; 13 Salmos (de hecho, dos son cánticos del Antiguo Testamento); 4 textos de los escritos del Nuevo Testamento, y 8 fragmentos de los Evangelios (de los cuales, dos son los relatos completos de la Pasión). No se trata de una catarata, sino de una auténtica inundación de información bíblica que el oyente en verdad no puede “digerir” en las celebraciones. Si vuelves a leer mis Lectiones de los tres pasados años[1], podrás encontrar distintos enfoques, sugerencias y algunos consejos para abordar los textos y las oraciones utilizadas en la liturgia.

            Este año podríamos centrar nuestra atención en algo que puede pasar inadvertido en nuestra Lectio. El ciclo litúrgico A sigue una lectura continua del evangelio de Mateo. Pero en los tres domingos anteriores a Semana Santa y en todos los domingos de Pascua (sí, ¡en todos!, con la sola excepción del tercero, en que leemos a Lucas), la liturgia utiliza el evangelio de Juan; sólo el 6 de Julio, el domingo decimocuarto del Tiempo Ordinario, volveremos a Mateo. Por eso creo que debemos dedicar algo más de tiempo a los elementos peculiares contenidos en los tres textos que se le han asignado a Mateo esta semana. A no ser que se indique algo distinto, todas las citas pertenecen a este evangelio.

            “Contraste” y “paradoja” son dos palabras que he utilizado con suma frecuencia en estas páginas. El hecho de que los caminos de Dios sean distintos de los nuestros no es una teoría teológica, sino una realidad fácilmente constatable en nuestras lecturas. En el caso de Mateo (a él me limitaré en estas reflexiones), esa diferencia estaba patente desde el comienzo mismo de la historia de Jesús, tal como vimos en los textos leídos en tiempo de Navidad: el nacimiento del Mesías de Israel era un  cúmulo de contradicciones: desde la visita de unos sabios extranjeros, pasando por la matanza de los inocentes, hasta su propio exilio. Más tarde, encontramos un ejemplo especial en la paradoja de llamar “dichosos” o “bienaventurados” a quienes sufrían persecución o padecían hambre o eran pobres. Jesús usaba ese contraste entre nuestra manera de valorar la realidad aplicando la mentalidad de este mundo, y el espíritu que él quería comunicar al exponer los valores del Reino mediante las Bienaventuranzas. A este estilo alternativo de plantearnos la vida podríamos llamarle “el camino según Jesús”, que manifiesta la manera en que él vivió y que nos invita a vivir si estamos dispuestos a seguirle.

            La línea que quiero seguir hoy no es nueva: una vez más, voy a intentar ofrecer algunos “fogonazos” de la Pasión según Mateo, pero puedes utilizar más tarde el mismo recurso comparando estos ejemplos con los que puedes hallar en la Pasión según Juan que se leerá el Viernes Santo. Aunque el evangelio de hoy comienza en Mateo 26:14, no debemos renunciar a un pasaje que, comparten, tanto en el tiempo como en el espacio, Mateo (26:6-13) y Juan (12:1-8) y que no se ha incluido en el leccionario: la unción en Betania. Dejando al margen la cuestión de la identidad de la mujer que le unge los pies a Jesús, el pasaje puede ofrecernos una de las claves para entender la paradoja de la Pasión. Los discípulos (en el evangelio de Juan, sólo Judas) se indignan por el derroche de aquel perfume tan caro…, pero en realidad parecen estar más interesado en el dinero que en descubrir el sentido profético de aquel gesto: la unción de Jesús es en realidad un embalsamamiento anticipado del Siervo sufriente y sacrificial. Judas, en una acción paralela, discute con los sumos sacerdotes el precio que han de pagarle para que les entregue a Jesús. El dinero, en este caso treinta monedas de plata, significará el paradójico cumplimiento de la profecía de Zacarías (11:12).

            Desde este punto de partida, podemos seguir una línea de contrastes que muestran sin lugar a dudas que los planes de Dios y los de los hombres son bien distintos y que, incluso cuando los hombres se empeñan en forzar las cosas, los designios de Dios acaban por cumplirse. Fijémonos en los planes de los sumos sacerdotes: no quieren que se dé muerte a Jesús “durante la fiesta” (26:5) por miedo a una revuelta de la gente, pero también porque eso significaría profanar la Pascua; pero la traición de Judas impone una fecha inesperada. Pedro está dispuesto a defender a Jesús y mantenerse leal a él (26:33-35): tres veces les negará (26:69-75). También los demás discípulos prometen permanecer al lado de Jesús (26:35), pero tal como él lo había anunciado (26:31), al cabo de unas horas “dejaron solo a Jesús y huyeron” (26:56). Ni siquiera los discípulos más cercanos a él, “los tres” de la Transfiguración, son capaces de permanecer en vela junto a él cuando sienta “en su alma una tristeza de muerte”… y se quedarán dormidos (26:40-45). Por el contrario, desde lo más hondo de su angustia, Jesús es capaz de poner su confianza en el Padre y aceptar su voluntad (26:39-44). La declaración falsa de dos testigos respecto a que Jesús iba a destruir y reconstruir el Templo (26.59-62; véase Juan 2:18-22) se cumplirá será verdad tres días después de su muerte (28:1-10). Las autoridades judías, que deberían entender el mensaje de los acontecimientos y reconocer a Jesús como Mesías, son incapaces de aceptarle, consideran que es culpable y hacen que sea condenado a muerte (26:65-66). Los que piensan que es inocente y lo dicen en voz alta son paganos como la mujer de Pilato (27:19) o el mismo Pilato (27:24)…  o el “pecador por antonomasia”, Judas (27:3-4). El centurión llega a proclamar la escondida naturaleza de Jesús: “¡De veras este hombre era Hijo de Dios!” (27:54). Los soldados encargados de impedir una hipotética resurrección o el robo del cuerpo son los primeros testigos de la resurrección (27:62-66; 28:1-4), junto con las mujeres, los testigos menos fiables según la mentalidad judía.

            Podríamos seguir, pero puedes hacerlo por tu cuenta sin necesidad de ayuda. Permíteme recordar, de todos modos, algo que dije en otra Lectio: Jesús no es un mero “profeta itinerante”, un “predicador callejero” o uno de tantos “milagreros”: representa la manera en que Dios actúa en la historia, lo que denominé “el camino según Jesús”. Y eso significa hacer que salten en pedazos nuestra mentalidad y nuestra concepción de la vida. Podemos hallar el estilo nuevo y diferente de concebir y realizar la salvación, entonces y ahora, en el himno de Filipenses 2:6-11, nuestra segunda lectura de hoy. Esos versos expresan cómo era el camino de Jesús y cómo ha de realizarse, poniendo en tela de juicio nuestra concepción de la realidad, basada en el poder, la autocomplacencia y la realización de sí mismo: “auto-“, “mismo”, “yo”… En el evangelio de Juan (15:11-17) escuchamos de los labios mismos del Maestro lo que significa su camino: el amor, el sacrificio, incluso la propia muerte por los demás son la llave para entrar por la puerta angosta al Reino de Dios y compartir la gloria y el gozo de Jesús.

 

[h2] Meditatio:

            Debo reconocer que la anterior Lectio se ha convertido en buena medida en una Meditatio, pero una simple pista puede reconducirnos a una profundización en nuestra respuesta personal a la palabra de Dios. La paradoja y la contradicción no son sólo dos factores que impregnan nuestros textos, sino una cualidad que podría definir nuestra propia actitud respecto a las palabras y acciones de Jesús, a la manera en que valoramos las cosas, los acontecimientos, a nosotros mismos y a los demás. En muchos casos, nuestros criterios se mantienen en el ámbito de lo que Pablo llamaría “la vieja condición humana”, que no ha llegado a renovarse plenamente por el Espíritu de Cristo. Como otras veces, dejemos a un lado nuestra tendencia a la moralización y a los sentimientos de culpa: reconozcamos humildemente que nuestras propias paradojas y contradicciones están ahí y no son nuevas. Son las mismas que Jesús encontró a su alrededor.

 

[h3] Oratio:

            Reza por el don de una mente clara y receptiva: para que durante la Sema Santa que hoy comenzamos, podamos percibir la realidad de los proyectos salvíficos de Dios en acontecimientos tan estremecedores como la pasión y la muerte que sufrió Jesús; que su imagen fortalezca nuestra decisión de reconocerle como nuestro Salvador y seguirle.

            Reza para que sepamos aceptar nuestras contradicciones y limitaciones: para que la sangre de Jesús, derramada por nosotros, nos conceda el don de la reconciliación con  nosotros mismos y nos haga capaces de superar nuestro  miedo a aceptar también los planes del Padre para con nosotros.

 

[h4] Contemplatio:

            Hemos centrado nuestra atención en una sola dimensión del relato de la Pasión y tan sólo hemos mencionado un texto crucial, el de Filipenses. Pero ni hemos aludido siquiera al primer texto, el de Isaías 50:4-7. El Siervo de Yahvé no sólo sufre por su pueblo, sino que también “consuela a los cansados con palabras de aliento”. Durante estos días que preceden al Triduo Sacro, busca algún rato de silencio para leer Isaías 42:1-7; 49:1-6, y el texto de hoy. Pero, y esto es sumamente importante, termina tu tiempo de Contemplatio con Juan 20:19-29. Que el gozo de los discípulos te llene el corazón: no olvides que la Semana Santa, la pasión de Jesús, es el camino hacia la Resurrección (la suya y la nuestra).

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España


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