Lectio Divina 11-Mayo-2014: Jesús es un buen pastor

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 1-10
 
En aquel tiempo, dijo Jesús:
 
— Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
 
 
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
 
— Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
 
 

[or] Otras lecturas: Hechos 2: 14, 36-41; Salmo 23:1-2, 3-4, 5, 6; 1 Pedro 2:20-25

 

[h1] Lectio:

            Salvo por un par de excepciones, en las que se leen algunos fragmentos de Mateo y Lucas, puede decirse que la mayor parte de la Cuaresma y de Pascua está “tomada” por el evangelio de Juan. Este hecho nos da pie para revisar algunos detalles de su estilo. Poco son los “signos” que se narran en este evangelio, largos son los diálogos y los discursos pronunciados por Jesús, y no aparece ni una sola parábola. Ni siquiera la palabra como tal: en su lugar, Juan usa, y sólo cuatro veces, “paroimía”, que podría traducirse como alegoría, comparación, incluso  proverbio. Sin embargo, recurre a un buen número de imágenes para describir distintos aspectos de la personalidad de Jesús. “Pan de vida”, “Resurrección y vida”, “Luz del mundo”… Y el rasgo más notable de estas imágenes es que son mucho más que meras “comparaciones”. En el evangelio de Juan, Jesús nunca dice “Yo soy como la luz”, o “Soy semejante a una puerta o a un pastor”. Por el contrario, en lo más hondo de esas palabras hay una auténtica identificación entre la imagen y él mismo. ‘Puedo daros un alimento, yo mismo, que es más real que el pan que coméis’, o ‘Puedo hacer que veáis con una claridad que no puede daros la luz del sol”, o ‘La vida que encontrareis en mí va más allá de los límites de la existencia humana’.

            En este domingo, dedicado tradicionalmente al “Buen Pastor”, el texto de Juan usa en realidad dos imágenes distintas: puerta y pastor. Como siempre, es preciso situarlas en su contexto: la discusión con los fariseos. Las palabras utilizadas para describirlos son sumamente duras y recuerdan otras usadas por los demás evangelistas: están “ciegos” y por eso son incapaces de conducir a su rebaño; cierran la puerta a quienes no reconocen su voz; como si fueran ladrones o bandidos, roban y matan. Jesús, en cambio, no es una puerta sin más, que puede impedir la entrada o dejar encerrados a quienes le siguen: quienes le aceptan, pueden entrar y salir libremente, saben que pueden sentirse a salvo, “se salvarán”, y encontrarán pastos. La manera de relacionarse con Jesús se basa en el conocimiento y la confianza mutuos: reconocemos su voz, nos llama por nuestro nombre propio, no hay nada que temer, porque Jesús, además de ser la “puerta”, es también el “pastor” que encarna cuanto se anticipaba ene el Salmo 23.

            Por desgracia, la historia y la tradición son losas pesadas colocadas como estratos encima de una imagen básica que en su tiempo y su contexto era entendida correctamente, pero que a menudo ha quedado enterrada y olvidada. Frente a la concepción pastoril, bucólica, que podemos tener de un pastor, la áspera realidad reflejada en la palabra implicaba largas horas de vida solitaria en los campos, lejos de los demás, dormir al raso, estar al tanto y cuidar del rebaño, defenderlo frente a las fieras teniendo incluso que poner en peligro la propia vida… Podemos entender fácilmente todas las tareas que debía desempeñar un pastor si volvemos a leer Ezequiel 34, un largo capítulo en el que el profeta describe con exactitud lo que un auténtico “buen pastor” debería y no debería hacer. Comparadas con este texto, las palabras de Jesús contra los pastores de Israel de su época resultan sumamente suaves. Un último detalle: recordemos que nuestro Buen Pastor es al mismo tiempo el “Cordero de Dios”, muerto por nuestros pecados para que pudiéramos participar de su propia vida.

 

[h2] Meditatio:

            Para entender los términos del evangelio de hoy debemos tener en cuenta  la distancia que nos separa, en el tiempo y el contexto cultural, de unos contenidos que podemos interpretar de manera errónea, olvidando la clave simbólica que les da sentido. Para entender la puerta y su relación con los pastores de Israel, y esa imagen aplicada a Jesús, es preciso recordar la crítica que el mismo Jesús les hace: “echan cargas pesadas… sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo” (Mateo 23:4), y contrastarla con las palabras de Pablo. “Cristo nos dio la libertad para que seamos libres” (Gálatas 5:1). ¿Encontramos en Jesús la libertad para entrar y salir y sentirnos a salvo y salvados? Con excesiva frecuencia tendemos a reducir a Jesús al nivel de un salvador histórico, alejado en el tiempo y todavía más alejado en el ámbito de los sentimientos y la intimidad. ¿Podemos decir sinceramente que “reconocemos” su voz entre las mil voces que nos tientan para que las sigamos? ¿Hemos experimentado alguna vez que nos llama por nuestro nombre? Dejemos a un lado las connotaciones peyorativas de la expresión, pero pertenecer al “rebaño” cristiano ¿nos ha hecho entender que hemos sido llamados a compartir su vida y a tenerla en abundancia porque proviene de Jesús? Estas sencilla preguntas podrían ayudarnos a visualizar nuestra relación con Jesús y con nuestra comunidad cristiana bajo la luz de la confianza, la libertad y la cercanía.

 

 [h3] Oratio:

            Recemos por las comunidades cristianas dispersas por todo el mundo: para que el Buen Pastor suscite vocaciones al ministerio, y a ninguna iglesia le falten pastores que conduzcan al Pueblo de Dios en fidelidad al evangelio.

            Reza por quienes se sienten “cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36): para que descubran en Jesús la esperanza y el alivio que necesitan y participen de su vida abundante. 

 

[h4] Contemplatio:

            Dos breves frases podrían ayudarnos a crear un clima de confianza, cercanía y libertad en nuestra manera de relacionarnos con Jesús. Después de que algunos seguidores le hayan abandonado, Jesús les recuerda a los suyos que pueden quedarse o marcharse con toda libertad: “¿También ustedes quieren irse?” La respuesta de Simón puedes ser nuestra primera frase: “Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna” (Juan 6:68). La otra, también palabras de Pedro, es muy sencilla: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero” (Juan 21:17). Que estas palabras sean nuestro “estribillo” y jaculatoria durante los próximos días.

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España


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