Jesus, amor y entrega

NOTA: Encontrarás el canto UBI CARITAS al final de la oración para descargar en MP3

Canto de entrada:
Ubi caritas, et amor.
Ubi caritas,
Deus ibi est.

Lectura cuento:
Sucedió en la última guerra mundial en una gran ciudad alemana, los bombardeos, destruyeron la más hermosa de sus iglesias, la catedral. Y una de las “víctimas” fue el Cristo que presidía el altar mayor que quedó literalmente destrozado. Al concluir la guerra, los habitantes de aquella ciudad reconstruyeron con paciencia de mosaicistas su Cristo bombardeado y, pegando trozo a trozo, llegaron a formarlo de nuevo en todo su cuerpo… menos en los brazos. De éstos no había quedado ni rastro ¿Y qué hacer? ¿Fabricarle unos nuevos? ¿Guardarlo para siempre, mutilado como estaba, en una sacristía? Decidieron devolverle al altar mayor, tal como había quedado, pero en lugar de los brazos perdidos escribieron un gran letrero que decía: “DESDE AHORA, DIOS NO TIENE MÁS BRAZOS QUE LOS NUESTROS”. Y allí está, invitando a colaborar con Él, ese Cristo de los brazos inexistentes.
Bueno, en realidad siempre ha sido así. Desde el día de la creación, Dios no tiene más brazos que los nuestros. Nos los dio precisamente para suplir los suyos, para que fuéramos nosotros quienes multiplicáramos su creación con las semillas que Él mismo había sembrado.

Salmo 29: Recitado a dos coros
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos invita el llanto; por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy seguro: «no vacilaré jamás». Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: «¿qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme».
Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al Padre…

Salmo 23: cantado
El Señor es mi pastor, nada me falta,
el Señor es mi pastor (bis)
En praderas reposa mi alma,
en su agua descansa mi sed.
Él me guía por senderos justos
por amor, por amor de su nombre.
Aunque pase por valles oscuros
ningún mal, ningún mal temeré
porque sé que el Señor va conmigo,
su cayado sostiene mi fe.
Tu preparas por mí una mesa
frente a aquellos que buscan mi mal.
Con aceite me ungiste, Señor,
y mi copa rebosa de ti.
Gloria a Dios, Padre omnipotente,
y a su Hijo Jesús, el Señor
y al Espíritu que habita en el mundo
por los siglos eternos. Amén

Evangelio: Lc 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo:
– Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
– No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
– ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó:
– El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
– Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Y el ángel se retiró

Meditación: 15 minutos
Peticiones: Espontáneas
Padrenuestro

Oración Final: Recitamos juntos
Tú has puesto en nuestras manos, Señor la construcción del mundo y la edificación de la Iglesia, tu comunidad. Nos has confiado el anuncio de tu evangelio de salvación, y nos esperas siempre en los pobres, en los que sufren, en todos los hermanos. Ante nosotros se abren muchos caminos. Entre ellos, tu llamada es una invitación dulce y enérgica que no quita nada a nuestra libertad:
¡queremos reservarnos enteramente la alegría
y la responsabilidad de la respuesta!
No permitas que personas, ideas o acontecimientos impidan o instrumentalicen nuestras opciones y decisiones. Haz más grande nuestra generosidad y libera nuestra libertad: para que cada uno de nosotros, en su puesto, quiera darse con amor hasta el fin.

Canto final:
Magnificat, magnificat, magnificat anima mea Dominum.
Magnificat, magnificat, magnificat anima mea


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