Dios todomisericordioso

El rostro de la misericordia es Jesús de Nazaret, Rico en Misericordia. El nombre de Dios es misericordia, La Hora de la Caridad. Creer, tener horizontes de sentido, celebrar y practicar la misericordia. Dios se descubre como misericordia en la historia. Se hace presente y opera metido en la historia desde una alianza, se muestra a través de la oración individual, la confirmación profética de que Dios siempre deja una puerta abierta; la contra imagen de quien piensa que no se puede perdonar tanto.

Las prácticas de Jesús sanando y comiendo con todo tipo de personas junto a sus palabras y parábolas le llevan a recordar lo que dijeron los profetas: «Misericordia quiero y no sacrificios». Un Dios todopoderoso que se convierte en Dios todomisericordioso.

La misericordia antropológicamente surge del corazón (miseri-cor-dia) y se dirige a los que sufren la miseria. La palabra hebrea se refiere a «las entrañas», lo más interno de la persona que se afecta y revuelve desde sus entrañas como lo hace el corazón de una madre. Un Dios madre que en su ternura se le revuelven las entrañas al contemplar y empatizar con la miseria.

Creer en misericordia es comprender y descubrir el cristianismo desde la misericordia. Una creencia personalizada, un «yo creo en ti», «je crois en toi», una experiencia personal de relación. Una creencia no con tacañería, sino con abundancia; no con miedo sino con confianza. María madre de misericordia, con sus ojos misericordiosos nos muestra, tras nuestro destierro, a Jesús; fruto bendito de su vientre (Anotaciones de una conferencia de Marciano Vidal sobre la misericordia).


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