Concreto / cemento

 

 

 

Verano boreal, vacaciones. Estoy en un cortijo en el campo. Imagino cómo era la vida entonces. Casi no hay luz artificial. No hay ninguna clase de radiación electromagnética ni electricidad más que las de los rayos. El artefacto más sofisticado, lujoso además, pudiera ser el telar o el reloj de péndulo. ¿Cómo se entretenían?

 

 

 

 

 

El aburrimiento es una emoción especial de entre las sensaciones desagradables, demasiado calor, demasiado frío, picor, dolor, náusea, vértigo, ahogo ¿sigo?   La mayor máquina de entretenimiento que hemos creado es la ciudad. La ciudad tiene complejidad y luces, muchas lucecitas, y aeropuertos. Cuando aterrizas de noche ves ambas cosas. Pantallas y semovientes para atravesar raudos la ciudad. Eso vale para entretenernos el tedio insufrible de vivir sin amor y sin trascendencia.

 

 

Uno de nuestros inventos más perversos es el cemento, que en América lo llamáis concreto. La piedra es bella, los edificios de piedra son hermosos. Los arquitectos manejan un concepto llamado sinceridad estructural: lo que se ve corresponda con lo que sostiene y con lo de dentro. No es sincero un forro de lajas de piedra en una fachada. Sí es sincero el acueducto de Segovia, por ejemplo. El cemento es simbólicamente perverso porque es un líquido que por unos conjuros se convierte en piedra sólida sin necesidad de un obrero cachas que paciente esculpa. Y producir cemento necesita burradas de energía cara y contaminante. Si vosotros habéis visto una cementera, mismo que una refinería, diréis que la guarida del tiñoso Sa***ń debe ser parecida.

 

 

«Antes» Homo sapiens vivía rodeado de seres vivos. Hasta los parásitos pudieran mirarse como compañía. En tal paradigma es fácil creer en DiosaDios como un amigo muy real y nada imaginaria. Desde 1900 nos rodeamos cada vez más de objetos inertes, peor, de paredes inertes. Y peor desde los dosmiles, que nos rodeamos de objetos «listillos», esa llamada inteligencia artificial.

 

 

Oigo en Radio María clamar contra la idelogía de género y contra la hipersexualización de la vida cotidiana. Una cola del supermercado, la visita en casa de un técnico, un encontronazo al doblar esquina. ¡Hasta el trasero del automóvil que nos precede en un atasco! Todo susceptible de una situación sin Amor pero con sexo. Hoscos, sin atenciones ni estimas sostenidas pero «salidos». En una sociedad rodeada de cosas vivas y bellas esto pasa menos, en la ciudad entre objetos inertes pasa más. Inertes por no decir muertos o asesinos. Inercia. En otro escrito malísimo mío hablo del erotismo sumo que nos rodea. Conste que de los tres arqueros yo he sido mucho tiempo perro estrella. Nuestra iglesia nos pide que nos portemos como los del loto eterno. De momento, y no como mal menor, apostaría yo por los tigres rojos.

 

Fig. 3. Tsunami urbanizador de Madrid. Más explanaciones para más gente. Menos flores silvestres perfumando, peores aires, el centro más atascado. Agujero negro.

 

 

La ciudad es un invento cainita. Henoc, primera ciudad. Hemos creado ciudades llenas de pantallas, asfaltos y luces que nos distraen. La ciudad tiene cemento en horribles formas. Chabolas verticales como escenografías hechas para no querer saludar al vecino que suele parecernos alguien incómodo, zafarnos en el portal y ascensor, esa cabina del silencio. La vecina que mete ruidos, vierte mal sus basuras y hace cosas raras o tontas en su intimidad. En la gran ciudad eres anónimo, no tienes por qué mirar a la cara a nadie por las aceras. Ese gran invento urbano: el anonimato. Yo prefiero llamarlo bicarbonato, permanecer en el bicarbonato. En los centros comerciales también puedes comprar sin cruzar casi palabras. La urbe nos permite llevar vidas barrocas, los adjetivos se nos gastan, «¡…esto es de Almodóvar!» solemos decir ante las situaciones y personajes desopilantes. Esto nos entretiene mucho, más que en la aldea sentarnos al fuego o sacar la silla a tomar el fresco. Pero cualquier arquitecto te dirá que el barroco sirve para camuflar los errores de construcción.

 

En la ciudad demasiado grande también campa el descompromiso, el compromiso a la defensiva:

 

Vale, me comprometo, pero quiero todos los datos previos, presentes, futuros,  para saber dónde me meto. Y quiero una cláusula de rescisión, un plan B de salida y conocer a los responsables subsidiarios de mis compromisos, por si hay que hacerles demandas civiles, denuncias penales o escraches poéticos si esto no me compensare.

 

Y así, no hay compromiso que valga. En el mundo rural o pides ayuda y te la piden o fallecemos todos.

 

La ciudad, imperio del feísmo, siempre crece como un agujero negro estelar. En los pueblos las casas vacías hechas de adobe acróbata se desmoronan y  funden con su solar. Es normal, no pasa nada, es incluso bonito. Quien pasa cerca se dice «…aquí vivía Equis…» y la recuerdan.  En la ciudad tienes una casa fea, consideras que esa escenografía ya no corresponde a tu estatus y si logras crédito la abandonas, te mudas; siempre aparece algún advendizo lejano que te la compra, y tú se la vendes pensando que es de un estatus inferior al tuyo, y que tu barrio se está degradando pero a tí no te importa porque ya huyes de esa escenografía.

 

En Madrid, el reino del cemento es la Gran Vía. Y el cemento es atroz.
Huele a socializar, a planes quinquenales, a novela bolchevique, a película yanqui, a mujer libre,
a miseria organizada, a disolución de familia, a funcionarios numerados.
Si hay un material hostil para colgar un crucifijo, es el cemento.

Ernesto Giménez Caballero

 

Va a ser difícil animar la vida rural. Va a ser difícil desmantelar las ciudades. [ * ]  El tiñoso vive a gusto en las fosas sépticas de las autopistas muy feas que rodean las urbes. Susurra cosas puercas dentro de los cráneos de quienes por allí malvivimos. La metrópoli también tiene una boina de m***a para arruinar pulmones de niños y ancianos.

 

Listado de distractores con que se podían entretener en la vida rural hasta 1960 si es que tenian tiempo libre: plaza, cuchicheo, chismorreo, paseo, caza, tertulia alcalde médico boticario, regar el patio con un bote agujereado, creo que no muchos más.

 

 

 

Documental El impacto de lo nuevo. Robert Hughes, historiador del arte y Philip Johnson, arquitecto.

 

¿Ya dejo el tono pesimista? Sí, porque no es el mío habitual. A partir de ahora me leeréis palabras alegres. El buen futuro será menos urbanita o no será. Inventar una máquina que deshaga el concreto. Desmantelar las ciudades.  Inventar un truco químico para deshacer el concreto sin polvaredas, demoliciones. Un Pruitt-Igoe alegre. Para reciclar muertos neumáticos se los congela a -100ºC: el caucho se deshace como cristal frágil. Algo parecido.  Desengancharnos así de la adicción a las distracciones muy caras y clasistas de la ciudad. Los gais decimos que la ciudad nos gusta porque permitió el desahogo y la promiscuidad, que yo la llamo promisciudad. Lo rural nos parecía chismorreo y beatería. Hay un gesto que a los urbanitas nos horroriza y que en el campo se repite: agacharse para arrancar un tomate, un calabacín, un pepino. Los urbanitas irónicos rien con que tal gesto es  de poner el c*** en pompa, cuando se nos cae el jabón en la ducha del gimnasio y con lo demás que pueda sugerir.

 

 

 

…el labrador es en todas partes cruel, avaricioso, conservador e ineficiente.

Bertrand Russell, Fragmentos. Homegeneidad moderna. 1930
 

 

 

 

 

 

 

 

No: es gesto humilde cariñoso con la Madre Tierra.

Los seminarios, etimología semen, semilla, están hoy vacíos en Europa porque nos seducen los distractores: automóviles que dejan atrás bocacalles relucientes de promesas, pantallas grandes y chicas, hablillas mutuas, meetups mitáps para contar cada quien de su estrés postraumático, sevillanas pintura yoga, trainspotting o planespotting: ponerse en los andenes o cerca de Barajas a ver qué modelo y marca de avión sale, cocina y cursos de coctelería, patinaje en el parque, cuentacuentos, cuartos claros y oscuros, otra vez LAS PANTALLAS, muchas pantallas de todo tamaño para muñecas, manos, bolsillos, muebles y paredes, el trío sofá_mesa_baja_tele, PANTALLITAS parásitas vampiras de tiempo,  le tengo cariño nostálgico a las salas de cine que desaparecieron, viajes baratos en tartanas cheap aladas, cruceros, rellenar nuestro álbum de experiencias con todos los cromos vitales posibles. Biografías barrocas tapando errores de construcción, pluma rococó. Yo hacía esto también, sí. No me cabría en tu pantalla si completo aquí el listado de distractores que tú yo tenemos hoy,  parecería un Lorem Ipsum de esos de rellenar pantallas. Los tengo anulados, mi favorito es irme a la capilla.

 

 

Mamá Tierra Gaia, vestida de azul océano y blanco nube como María  מרים  , nos está pidiendo que hagamos algo mejor que eso para distraernos y pasarlo bien, reír y hablar sin concretos asfaltos cementos. Sin desperdiciar kilowatios ni ríos de gasolina. Con los pies en la Tierra tal vez removiendo tierra, sacando patatas.

 

Filón tenemos ahí. Gracias.

 

 

 

 


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