Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos
En los Hechos de los Apóstoles san Lucas describe la extraordinaria manifestación del Espíritu Santo, que tuvo lugar en Pentecostés, como comunicación de la vitalidad misma de Dios que se entrega a los hombres.
«Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre». 
«Se ha dicho que a Dios no le importan nuestras oraciones, después de todo Él nos ama incondicionalmente, ¿Cierto? Dios no “necesita” de nosotros; Él no requiere que aparezcamos y realicemos todas nuestras conexiones espirituales o utilicemos todas nuestras herramientas espirituales.
Cuando las tentaciones pongan en peligro tu salvación y la tristeza te quite las fuerzas y los deseos de seguir trabajando por conseguir la santidad, acuérdate de María y llámala en tu ayuda; llámala insistentemente como el niño aterrorizado pide ayuda a su madre y Ella, que es causa de nuestra alegría, correrá a ayudarte. Te desafío a que hagas la prueba. No te fallará ni una sola vez
«María, Madre de Jesús y de cuantos participan de su ministerio sacerdotal,
“Danos tus ojos, María, para descifrar el misterio que se oculta tras la fragilidad de los miembros del Hijo. Enséñanos a reconocer su rostro en los niños de toda raza y cultura”. 
