Búsqueda avanzada
  • Tipo de contenido

  • Categorías

  • Autor

  • Limpiar filtros

El pequeño sin cabeza, el mayor sin corazón

Un Padre extraordinario tenía dos hijos. El hijo menor era un juerguista, vacío y superficial. No sabía lo que era el esfuerzo para ganarse el pan. Abandonó a su familia con su parte de la herencia. Tras gran crisis volvió con el Padre, que le acogió sin reservas, lleno de alegría. Si el pequeño no tenía cabeza, el mayor no tenía corazón. Duro, sin entrañas, sin amor hacia su hermano, tampoco quería a su padre ni quería a Dios. Un gran corazón el del Padre, con abrazos y besos fáciles. Lleno de compasión, misericordia y sobre todo de amor a sus hijos.

Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí

El sí de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con San Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (J. Ratzinger).

Subiendo al monte del encuentro con Dios

La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos con el mismo amor de Dios.

Perdonemos y seremos perdonados

Seamos misericordiosos, como nuestro Padre es misericordioso. No juzguemos y no seremos juzgados; no condenemos y no seremos condenados; perdonemos y seremos perdonados. Demos y se nos dará.

Recibe lo que ofrezco y dame lo que te pido

Señor, aunque no merezco que atiendas mi gemido, por lo mucho que has sufrido, recibe lo que te ofrezco y dame lo que te pido.

A ofrecerte, Señor, vengo mi ser, mi vida, mi amor, mi alegría y mi dolor, cuanto puedo y cuanto tengo, cuanto me has dado, Señor.

Da cambio a esta alma llena de amor que vengo a ofrecerte, dame una vida serena, y una muerte santa y buena. Cristo de la buena muerte.

Dios es fiel

Tu fidelidad es grande, Tu fidelidad incomparable es. Nadie como Tú, bendito Dios, grande es Tu fidelidad.

En nuestros compromisos, descubrimos cómo Dios es fiel en lo pequeño. Ahí es donde nos jugamos la confianza de los demás y en nosotros mismos.

El «cónclave» de Crismhom

Según la RAE:

CÓNCLAVE: 3. m. Junta o congreso de gentes que se reúnen para tratar algún asunto.

Mañana celebramos nuestro particular “Cónclave de Crismhom”. El congreso bianual de la Asociación en el que los socios tenemos una cita yo diría casi obligatoria y de responsabilidad.

El congreso bianual de la Asociación siempre comienza temprano en la mañana, todos llegamos con esas legañas de sábado que ni las duchas de los madrugadores pueden borrar. Se comienza bien temprano pues el acto se convierte en una jornada maratoniana en el que día se nos queda corto, pese a que entremos en el local recién puestas las calles, y salgamos a la hora en la que las calles se quitan. Todo un día juntos; reunidos los hijos de Dios formando comunidad y en el que se tratan temas de gran importancia para el futuro de la Asociación desde el respeto sublime a la opinión de los demás.

Fiel en lo pequeño

Creer, estar convencido de que Dios es fiel. No tanto sentirlo, mucho más creerlo. Fidelidad no es perfección. Fiel en lo pequeño. Querer y apreciar nuestra imperfección y la de los demás hasta despertar ternura. Esta es la clave para poder cambiar en nosotros y en los demás. La clave para ser fiel. No a base de puños, sino desde la confianza en Dios y en otros. Dejase hacer en lugar de resistir, en ocasiones, contra viento y marea.

Contemplando a Mateo

Contemplando a Mateo: hombre con un buen trabajo que le daba todos los medios para vivir bien. Con los años su corazón se fue endureciendo, porque aunque le separaba de los suyos, de su raíz, de su pueblo, no sabía renunciar, no encontraba una propuesta mejor. Cuando Jesús vino y le pidió que lo dejara por seguirle, él se levantó y le siguió inmediatamente.

Cuando hemos domesticado a Dios

Lc 18, 18-24: El joven rico. Lo tiene todo, lo económico y lo humano, pero nota que le falta algo. Cuando hemos domesticado a Dios, Él nos da una vuelta de tuerca más. Es el mismo Jesús el que nos lo pide todo y nos dice qué hacer. No adelantarme, que Jesús sabe pedir. El joven rico responde que no.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad