Si no te escuchan, mejor no hablar

En un curso de liderazgo y gestión de equipos nos pusieron un ejercicio en el que mi papel consistía en no dar la información de la que disponía a menos que alguien me pidiera por mi nombre que la diera. Al terminar el ejercicio puse de manifiesto que desempeñar este papel me resultaba familiar, porque espontáneamente lo hacía. Porque estoy acostumbrado a no hablar si percibo que no se me escucha y en lugar de hablar más alto para captar la atención, prefiero sólo hablar cuando alguien interesado me pregunte o escuche.

Con los mismos sentimientos de Cristo

Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor» (Filipenses 2, 5-11).

Pasando el testigo

El otro día en mi trabajo recibí un correo invitándome a hacer una presentación en una conferencia internacional en Viena sobre temas que me interesan mucho pero en los que no trabajo directamente. Tenía algo que presentar, pero no encajaba mucho en ese foro. La conferencia me animó a hacer la presentación en cualquier caso y así dar un punto de vista distinto. Pensé en hacerlo y familiarizarme con todos estos temas. Me ilusionaba la idea de ir a Viena y seguir aprendiendo. Finalmente, contacté con quien en realidad trata estos temas y le propuse que fuera él en mi lugar. Hace tiempo se me hubiera quedado cara de tonto, quizá no me lo agradezcan. Sin embargo, no me aferré a mi oportunidad, a que era mía, sino que pasé el testigo a otro, a nuestro mejor emisario para esta conferencia y le deseé mucha suerte.

Prudencia y sabiduría

Supliqué y se me concedió la prudencia. Invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos. En caso de que alguien se vea falto de sabiduría, que se la pida a Dios y Dios que da generosamente sin echar en cara, se la dará.

Haciendo perfecta la alegría

Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento.
No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos.
Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás (Filipenses 2,1-4).

¡¡Feliz fiesta de Todos los Santos!!

Hoy, fiesta de todos los santos, recordamos a todos los ángeles personales que nos trajeron el amor de Dios, se hicieron presentes en nuestras vidas y custodiaron nuestra soledad para que nunca fuera tal. Por todos los que nos precedieron y siguen estando en nuestras vidas. Porque cuidaron de nosotros y fueron medio eficaz del amor de Jesús de Nazaret. Por todos los que nos siguen acompañando, siendo espejo transparente del rostro de Dios. Felices las personas que se dejan diariamente hacer santas, porque conocen el amor de Dios y no hay mayor medida del gozo que descubrise amado y amando cada día.

Encuentro con un acontecimiento

Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva (Encíclica «Dios es amor» de Benedicto XVI).

Sobre la providencia

La providencia divina es Dios actuando a través de nuestras manos. La providencia no es casualidad, es el abandono a ser cuidados por Dios a través de los que nos rodean. La providencia no nos deja solos aunque no siempre nos trae lo que queremos, sino lo que necesitamos. Nos enseña a acoger lo que venga, aunque no sea lo que queramos. Es la vivencia del abandono que nos enseña a aceptar y agradecer lo que venga, como a aprender a pedir. Pensamos que vivimos en un mundo insolidario e individualista. La providencia nos abre a la bondad y generosidad de la gente, que supera ampliamente el pesimismo individualista de nuestra sociedad.

En memoria de papá

Un amigo colombiano me avisó de que quería recordar a su padre en el tercer aniversario de su muerte. Llamó a algunos amigos y les convocó para ir sencillamente a misa juntos un domingo por la tarde. Vino una pareja con dos niños. El más pequeño comenzó a gritar al comienzo de la misa y sin apenas conocerle ni a él ni a sus padres, lo tomé en mis brazos y le di un beso. Sólo tenía dos años. Él se calló y empezó a mirar las figuras de alrededor. Tras unos minutos se lo devolví a su padre más calmado. Al terminar la misa su hermano mayor entró en una capilla aledaña. El silencio denotaba un fuerte clima de oración. Yo me fui detrás de él y cuando comenzaba a romper el silencio le susurré al oído: «Mira, toda esta gente está rezando». Él con una sonrisa se puso a rezar el Padrenuestro. Cuando terminó nos fuimos a tomar un chocolate porque el que nos convocó quiso invitarnos. Tras una breve puesta al día, risas, comentarios, pajaritas de papel y juegos, nos despedimos con un abrazo de agradecimiento por haber querido compartir con el que nos convocó, aquella misa en memoria de su padre.

Otoño en colores

El misterio oculto del otoño es que cuando la «vida» muere, sus colores internos se muestran. Algo similar ocurre en nuestro interior cuando dejamos ir a nuestro yo de aislamiento, desconexión y egoísmo. En lenguaje religioso, tenemos que dejarnos morir a nuestro ego, a buscar nuestro propio interés, para volver a «nacer de nuevo» a una realidad mayor, más relacional, compasiva y divina.

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