Lo que más os despertare amar, eso haced

Teresa creció en el camino espiritual del encuentro con Dios a través de la dirección espiritual. Recibió un mensaje místico: «No quiero que converses con los hombres sino con los ángeles». Teresa ve con claridad no sublimar los deseos, sino levantar el espíritu de lo creado. Teresa evita las ocasiones, situaciones que nos separan del amor de Dios y tener tiempos de soledad y silencio para que Dios actúe. Teresa tenía que forzarse en empeño por rezar, concentrar la mente, cosa que ella no podía. «No os pido más que le miréis», se decía Teresa porque no podía rezar. En las moradas, cosecha el amor al prójimo. «Lo que más os despertare amar, eso haced». Teresa experimenta que Dios ocultaba y escondía sus pecados. No había forma de despedirse de ella por la suavidad de su conversación. Teresa tuvo una salud quebrada que enfrentó con una sonrisa día tras día sin perder su humor ni jovialidad, llena de sentido común, fomentando crecimiento en virtudes que no en rigor. Cuidadosa en no hablar mal de nadie. Vanidosa en sus tiempos jóvenes, se sintió llena de mercedes de Dios y bendito sea Él que supo y quiso tener paciencia conmigo y esperarme. Dios le dio la merced de ponerla con buenas compañías y ella disfrutaba de escuchar a alguien que hablara bien de Dios. Teresa tenía un corazón recio que tras leer toda la pasión no le hacía soltar una sola lágrima. Vivía la pena de la ambivalencia entre Dios y la vanidad del mundo. A vos no os quedó nada por hacer; me conquistasteis. Ella era poca cosa pero Dios la abrazaba. Si gozamos bienes, también tendremos que sufrir males. Teresa aceptaba su mala salud, sin dejarse llevar por la tristeza. Ella se conmovió con la humanidad de Jesús.


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