Cambio de planes
Perdón, Señor, perdón. Porque me empeño en no cambiar mis planes. Porque al final los cambio, pero sin evitar violentar a otros y a mí mismo. Perdón, Señor.
Perdón, Señor, perdón. Porque me empeño en no cambiar mis planes. Porque al final los cambio, pero sin evitar violentar a otros y a mí mismo. Perdón, Señor.
Razón es que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con Él, no por eso me deja de oír, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su Rey, que gusta más de estas groserías de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 22, 4).
Gott, lass meine Gedanken sich sammeln zu dir. Bei dir ist das Licht, du vergiss mich nicht. Bei dir ist die Liebe, bei dir ist die Geduld. Ich verstehe meine Wege nicht, aber du weiß den Weg für mich.
Dios, permite que mis pensamientos se centren en torno a ti. En ti está la luz y no te olvidas de mí. En ti esta el amor y la paciencia. No entiendo mis caminos, pero tú sabes el camino para mí.
Que el Señor acoja en su infinita bondad y amor a Faustino. Junto a él, dé ánimo, consuelo y esperanza a su hermano y buen amigo nuestro, Luisma y al resto de su familia. Descanse en paz.
http://www.youtube.com/watch?v=DGXNr79PtM0&feature=youtube_gdata_player
Señor, que me enamore más de ti, para poder llegar a ti por encima del cumplimiento. Señor, concédeme apasionarme por ti para poder tener la fuerza y valor de liberarme de mis apegos, de arriesgarme por encima de mi propia seguridad, ser ocurrente y dar pasos concretos. Poder dejar atrás muchas cosas para que nuestro tesoro sea Él.
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. A ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito tu nombre santo y glorioso. A él gloria y alabanza por los siglos.
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos (Daniel 3, 57).
Con asombro, Señor, oigo que me das las gracias. Y yo respondo, «¿gracias? ¿pero por qué, mi Señor». Y oigo tu respuesta: «Gracias por todo lo que eres para mí, lo mismo bajo el sol que bajo la lluvia». Gracias por aceptar mi amor ilimitado. Gracias por dejar que yo te cuide y venga en tu ayuda. Gracias por descargar sobre mí tus aflicciones. Gracias por dejar a un lado tu pasado y olvidar todo su peso, creyendo que yo te he perdonado de verdad todos tus pecados y no me acuerdo ya de ellos. Gracias porque adviertes y me agradeces los dones que te he dado. Gracias por estar un rato conmigo, por volverte de vez en cuando hacia mí y ofrecerme tu sonrisa. Gracias porque te fías tanto de mí, que dejas en mis manos el futuro de tu vida» (Juana Metzner).
En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos.
Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país.
Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte (Jeremías 1,17-19).
Aprendiendo a no confundir amor con compasión. Siendo consciente de quien recibe nuestro cariño, lo distingue muy bien de nuestra compasión. Que se compadezcan de uno no es igual a que te quieran. Aprendiendo a transmitir cariño más que compasión. Aprendiendo a estar y buscar a la otra persona no sólo porque esté en mal momento, sino porque queremos estar con ella. No sólo haciendo un favor, sino con deseo pleno de entrar en contacto, sabiendo que la otra persona también me aporta, me ayuda y me enseña. Amor y compasión, sin embargo, dos caras de una misma moneda.
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios» (Juan 6, 60)
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» –Como está escrito en mi libro– «para hacer tu voluntad». Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; No he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
Acompañando a una buena amiga de excursión este fin de semana. En situación de separación con su esposa, con gran estrés y cansancio por el trabajo y sus hijas, este fin de semana necesitaba un respiro. Imaginando una conversación con su esposa y diciendo: «aunque no esté contigo, lo mejor que puedo hacer por ti es cuidar de ella». Por el cariño que me une a ellas y a mi Señor: «Aquí estoy para hacer tu voluntad».