28 de Agosto de 2016
Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
CUANDO TÚ DES UN BANQUETE, IN VITA A LOS POBRES…
Lucas 14:1, 7-14
Texto Evangélico de DHH
Otras lecturas: Eclesiástico 3:17-18, 20, 28-29; Salmo 68:4-5, 6-7, 10-11; Hebreos 12:18-19, 22-24
Lectio:
Como de costumbre, el contexto del pasaje de Lucas, así como las diversas alusiones que en él hallamos, es fundamental para captar todas sus dimensiones. Primero, debemos tener en cuenta el lugar y el momento. A Jesús le ha invitado a comer en su casa un fariseo, cuya elevada posición social podemos deducir por el interés que muestran los invitados por ocupar “los asientos de honor”. Segundo, se trata de un sábado, y ya sabemos que siempre que coinciden unos judíos legalistas, las leyes del descanso sabático y el que Jesús realice una curación, son inevitables el enfrentamiento y la disputa. Eso explica que los fariseos estuvieran “espiando” a Jesús (14:1). Esa expresión anticipa lo ocurrirá a continuación (y que el Leccionario omite): el que Jesús cure a hombre con hidropesía provoca una de las habituales disputas en torno a la observancia del sábado.
Pero Jesús, a su vez, también observa a los invitados y sus maniobras por ocupar los asientos de honor, cerca del anfitrión, y así demostrar su importancia. En Israel, lo mismo que en el resto del Oriente y en el mundo romano, las comidas le permitían al anfitrión hacer alarde de su riqueza y su generosidad… y su capacidad para invitar a personajes importantes que les devolvieran la invitación. Las comidas también eran una oportunidad para hacer negocios y fomentar los vínculos sociales y comerciales. En este contexto de “reciprocidad”, Jesús tiene algo que decir. A primera vista, podríamos pensar que el Evangelio de hoy es, más o menos, una sencilla aplicación práctica de las reglas de conducta expuestas en la primera lectura. Las palabras de Jesús conectan, sin duda, con la enseñanza de Ben Sira. El autor de este fragmento del Antiguo Testamento pone de relieve la necesidad de reconocer nuestras propias limitaciones y prestar oídos a la sabiduría de los antiguos proverbios. Jesús actuaría como un rabino que explicase un viejo texto sapiencial, y su enfoque sería el de un maestro que narra una breve parábola para mostrar cómo, en la práctica, el colocarnos en un puesto inferior puede ser más beneficioso que sobrevalorar nuestra importancia.
Pero Jesús habla de algo más profundo y más serio que una mera “estrategia” para ascender en el orden de la mesa de un banquete o en la vida social. Las palabras dirigidas a los invitados también podrían presentar un paralelo con la manera en que él entendía y ponía en práctica su misión de Hijo del Hombre, que no “vino para que le sirvan, sino para servir” (Marcos 10:45). Y no sólo eso, sino que podemos hallar un reflejo del himno de Pablo en Filipenses 2:511, donde vemos que el proceso de humillación o negación de sí mismo es el modelo que han de seguir los cristianos mismos.
Las palabras de Jesús se dirigen ahora al anfitrión (y, de paso, también a los invitados): no invites a quienes te invitarán después, que tu hospitalidad no se convierta en un intercambio de favores. Esto es lo habitual entre los hijos de este mundo: hacen el bien a quienes se lo hacen a ellos. Frente a la manera en que “funciona” este mundo nuestro, Jesús recalca la distinta actitud de quienes quieren seguir la senda que lleva al Reino: “Entre ustedes no debe ser así” (Marcos 10:43). Su mensaje es, por el contrario, una invitación a imitar al Padre del cielo, “que es bondadoso con los desagradecidos y los malos” (Lucas 6:27- 36). La siguiente parábola (también omitida en el Leccionario) pondrá como ejemplo un banquete, un signo de la generosidad de Dios hacia “los pobres y los inválidos”.
Meditatio:
Sería ingenuo centrarnos tan sólo en la humildad como enseñanza para los discípulos de Jesús, manteniéndonos en el ámbito de la conducta práctica de austeridad propia de los creyentes. Lo que nos transmite el texto de Lucas es, como dije, una lección más honda en torno a la manera en que los cristianos deben afrontar la vid como tal. Por válido que sea el consejo de Ben Sira, las palabras de Jesús revelan un nuevo estilo, totalmente distinto del Antiguo Testamento. El pasaje de Hebreos podría iluminar este punto, ya que contrapone el escenario del monte Sinaí (“oscuridad, tinieblas y tempestad… sonido de trompeta”) con la manera en que los cristianos se acercan a la Nueva Alianza realizada por la sangre derramada de Jesús.
Tan sólo una pregunta que puede parecer demasiado general, pero que nos permitirá contemplar las directrices de nuestra vida: comparemos las razones que mueven a la gente en nuestra sociedad (ambición, codicia, búsqueda del placer o la comodidad, ansias de poder…) con las que determinan el rumbo de nuestra propia vida: ¿Hasta qué punto seguimos un una “senda alternativa”, la que siguió Jesús, la de la abnegación humilde y el servicio a Dios y a los demás?
Oratio:
Oremos por nosotros mismos, cristianos comprometidos en la vida de una comunidad o parroquia: para que se nos conceda un espíritu de servicio y solidaridad que refleje el estilo de vida de Jesús, que, a pesar de ser rico, “por nosotros se hizo pobre”. Para que también nosotros seamos capaces de renunciar a nuestros deseos egoístas y trabajemos en favor de quienes viven en la pobreza, el abandono, o sufren de algún modo en su cuerpo o en su alma.
Contemplatio:
¿Quiénes son los “inválidos, los pobres o los ciegos” en nuestro limitado mundo personal? ¿Quiénes son los que viven o se sienten menospreciados, discriminados o ignorados? Trata de dar el paso de hacer que alguien se sienta aceptado, valorado o considerado digno de respeto: una llamada de teléfono, una visita o una invitación podrían ser un signo, pequeño pero significativo, de la propia invitación de Jesús a tomar parte en la vida del Reino.
Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España