Sábado 10 de Septiembre Celebración de la Palabra «Perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó»
Introducción
La celebración de la Palabra de este sábado nos centra en uno de los dones más misteriosos y preciosos del corazón de Dios. El perdón, la misericordia. «Misericordia quiero, que no sacrificios» repite Jesús en el Evangelio de Mateo, refiriéndose a la actitud hipócrita de sus discípulos. Y es necesario encontrar en nuestra vida una luz, el Amor de Dios, que nos ayude a ser misericordiosos con el prójimo, sobre todo con aquellos que nos hieren. Dios nos ha hecho así, a su imagen y semejanza. Podemos perdonar, y estamos creados para perdonar.
Un fraile dominico, Henri Lacordaire, decía habitualmente: «¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona». La primera lectura nos habla de la actitud de Dios ante la venganza. Dios actúa en aquellos que son misericordiosos. A estos les escucha, les perdona, les sana y les salva.
El salmo es un canto al derroche de misericordia que el Señor tiene con cada uno de sus hijos. Es preciso sentir ese amor por nosotros para ser capaces de perdonar desde Él. «La experiencia liberadora del perdón, aunque llena de dificultades, puede ser vivida también por un corazón herido, gracias al poder curativo del amor, que tiene su primer origen en Dios-Amor. La inmensa alegría del perdón, ofrecido y acogido, sana heridas aparentemente incurables, restablece nuevamente las relaciones y tiene sus raíces en el inagotable amor de Dios.» (Juan Pablo II)
La segunda lectura de Pablo nos recuerda la necesidad de pertenecer a nuestro señor en todo momento. Y así debe ser en todas las etapas y situaciones de nuestra vida. Vivir en el Señor, perdonar en el Señor, acoger en el Señor… La comunidad de Romanos en la época de Pablo sufrió grandes tribulaciones y persecución, por tanto es muy significativo que Pablo se dirija a esta comunidad y les pida que también mueran en el Señor, como Él, perdonando a sus verdugos. Y he aquí que muchos de aquellos que murieron por su fe lo hicieron perdonando, y por ello, siendo mártires y ejemplos de la misericordia de Dios.
Comenzamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo, para que abra nuestros corazones y nos inunde del amor sanador y la misericordia del Señor. Con el corazón abierto hacemos propósito de escucharle lo que nos tenga que decir.
Canto de entrada: Ven, Espíritu de Dios.
Ven Espíritu de Dios y de tu amor enciende la llama.
Ven Espíritu de Amor, ven Espíritu de Amor.
Libro del Eclesiástico (27, 33—28, 9)
Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor? El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? «Perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó»
Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él? Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos. Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.
Salmo 102
Bendice al Señor, alma mía;
que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios.
El Señor perdona tus pecados
y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro
y te colma de amor y de ternura.
El Señor no nos condena para siempre,
ni nos guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestras culpas,
ni nos paga según nuestros pecados.
Como desde la tierra hasta el cielo,
así es de grande su misericordia;
como un padre es compasivo con sus hijos,
así es compasivo el Señor con quien lo ama.
Carta del apóstol san Pablo a los romanos (14, 7-9)
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos.
Canto: Los misericordiosos
Tengo miseria de no tener, soy miserable en la cumbre.
Por querer ser quien no soy, no soy ni siquiera yo.
Mi vacío me hace comprender a quienes no me entienden
y a aquellos que me maltratan ¡Sé que yo no soy mejor!
Espero ser yo algún día, en mi miseria yo espero
que algo nazca de mi nada, aunque sé que nada soy.
Alguien repite en mi mente que en mi miseria me ama,
con misericordia me quiere y ese alguien es mi Dios.
Si me sintiese herido o tratado con violencia,
nunca quisiera sentirme lleno de odio y rencor.
Ha de llenarse mi alma de infinita misericordia.
Hay alguien que me lo pide y ese alguien es mi Dios.
Canto: Aleluya
Evangelio según san Mateo (18, 21-35) «Perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó»
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete». Entonces Jesús les dijo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: „Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo‟. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: „Págame lo que me debes‟. El compañero se le arrodilló y le rogaba: „Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo‟. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: „Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?‟ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con vosotros, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Silencio
Impresiones
Oración de Crismhom:
Abba, Padre, ilumina nuestros corazones con el vendaval del Espíritu Santo, pon en pie nuestra alegría y disipa nuestros miedos, para que Crismhom sea cada día más instrumento tuyo, para que construyamos Reino y tomemos nuestras decisiones individuales y comunitarias inspirados por Ti.
Señor, también te pedimos por todos aquellos hermanos y hermanas LGTB que sufren en la soledad, que se sienten solos, que son perseguidos, que no son aceptados en su entorno más cercano. Te pedimos, que nadie se sienta solo en nuestra presencia, que viéndonos a nosotros te vean a ti. Por eso, te rogamos Señor, por estas manos nuestras que tantas veces se cierran, por nuestros corazones que no aman como debieran, para que cada día abramos más las puertas de nuestra vida a tu presencia.
Que tu Espíritu Santo anime, ilumine y guíe nuestra comunidad para llevar adelante la misión otorgada por ti de evangelizar al colectivo LGTB.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Paz: Oracion de la Sencillez
Señor, hazme instrumento de tu paz,
donde haya odio ponga amor,
donde haya ofensa, perdón
donde haya error, ponga yo verdad «Perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó»
Donde haya tinieblas ponga luz,
donde haya duda ponga fe,
donde haya tristeza, alegría.
Oh, mi Señor, ponga yo tu amor.
Porque dando yo recibiré,
olvidándome te encontraré,
comprendiendo al hombre te seguiré.
Oh, mi Señor, enséñame a querer. (bis)
Padre Nuestro
Acción de gracias
Bendición y canto de salida: Vaso nuevo
Gracias quiero darte por amarme.
Gracias quiero darte yo a ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí.
Gracias por amarme a mí también.
YO QUIERO SER, SEÑOR AMADO,
COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO.
TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO,
YO QUIERO SER UN VASO NUEVO. (Bis)
Te conocí y te amé.
Te pedí perdón y me escuchaste.
Sí, te ofendí, perdóname, Señor,
pues te amo y nunca te olvidaré.