Religiosa realiza su labor evangélica con mujeres que ejercen la prostitución

Alicia Martel (Jinámar, 1947) es una mujer excepcional. Religiosa y comprometida, trabaja desde hace más de diez años con las prostitutas del mar de plástico de Almería.

CIRA MOROTE MEDINA
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
– ¿Cómo va a parar usted a Almería?

– Llevo allí más de diez años… ¡Cómo pasa el tiempo! Mi congregación, las Religiosas Oblatas del Santísimo Redentor, nació en 1968 para dar apoyo a las mujeres en situación de exclusión, sobre todo en el mundo de la prostitución y todo lo que eso conlleva. En aquel momento tuvieron mucha visión de futuro, porque si no se educa a las mujeres, éstas no salen adelante. He estado en otros destinos, siempre con este tipo de tarea, y me destinaron a Almería. Cuando llegué, mis compañeras ya estaban trabajando allí con una academia de peluquería, cursos, etc; pero en 2002, Almería dio un vuelco. Comenzó un desarrollo económico espectacular gracias a la agricultura intensiva y eso produjo un efecto llamada de la población extranjera. El 90% de los trabajadores eran de otros países. De Nigeria, de Ghana, de Guinea Ecuatorial, pero también de países del Este, sobre todo, rumanos. Entonces, articulamos un nuevo proyecto dirigido a las mujeres que llegaron con ellos y que muchas veces acaban en la prostitución.

– ¿En qué consiste ese proyecto?

– Se llama Encuentro y lo llevamos a cabo con otra congregación, las Adoratrices, y con voluntarios. La diferencia con los programas anteriores estriba en que hacemos un acercamiento directo a las mujeres en su lugar de trabajo. Visitamos 35 clubes, 54 cortijos…

– ¿Cortijos?

– Sí, son las antiguas casas que han quedado en medio de kilómetros de invernaderos y que se usan como prostíbulos improvisados, desprovistos por completo de higiene y seguridad. Pero, sobre todo, donde trabajamos es en la calle, con las chicas que están en la calle, que son las que están en peores condiciones.

– ¿Cómo se acercan a ellas?

– Vamos tres en una unidad móvil, que tiene habilitada la parte de atrás como una especie de salón de estar. Allí hacemos tertulia, les ofrecemos un café con leche calentito, información, preservativos… Son encuentros informativos que redundan, sobre todo, en los riesgos que su trabajo puede acarrear a su salud. También les explicamos las opciones que les ofrece la ciudad donde viven, les planteamos alternativas de vivienda, recursos sociales… Les damos nuestra tarjeta para que nos llamen si necesitan algo y por si quieren salir de la prostitución, tenemos pisos de acogida temporal, donde pueden vivir mientras se forman y buscan otro trabajo. Es acompañamiento, información y seguridad.

– ¿Es cierto que muchas de ellas están extorsionadas con ritos de vudú?

– Sí, tienen muy arraigadas esas creencias y las temen muchísimo. Luego empiezas a hablar con ellas y te das cuenta de cómo han sido sus vidas y de que no han tenido posibilidad de recibir una educación. Sus países de origen están muy poco desarrollados y eso se nota. Si en occidente todavía no hemos logrado la igualdad entre hombres y mujeres, imagínese allí.

– ¿Muchas llegan a España siguiendo a sus parejas?

– Sí, más o menos engañadas, con promesas falsas, que, al final, acaban en la prostitución. Eso que se ve en la televisión, esas vidas duras, truncadas, todo eso existe. Si no lo ves, crees que eso sólo pasa en las películas. Las acompañas a hacer una denuncia y sigues todo el proceso y te das cuenta de cómo ha sido su vida, cómo ha sido utilizada, cómo se han incumplido todas las promesas que le hicieron. Una me decía que, en seis meses, sólo le habían dado 600 euros y había generado 30.000 euros.

– ¿Recuerda algún caso especial?

– Pues sí, el de una chica que había venido totalmente engañada y se plantó en el club y les dijo que ella no se prostituía. La encerraban, no le daban de comer… Pero ella no se achantó en ningún momento. Se puso en la puerta y dijo: «O me matas o me mato, pero yo salgo de aquí». Y lo consiguió. Ahora no tiene ningún problema de aparecer en televisión y denunciar lo que viven muchas mujeres.

– ¿Cómo reaccionan ellas cuando ustedes se les acercan?

– En un principio se extrañan de que vayamos por allí. Nosotras también usamos estrategias. Sabemos que hay una entre el grupo que está para vigilar, que suele ser la compañera del proxeneta. Lo que les ofrecemos es ayuda, pero ellas viven en un mundo de sospecha e intervienen muchos factores y personas, incluidos los clientes, por llamarles de alguna manera.

– ¿Qué opinión tiene de los hombres que pagan por el sexo?

– Pues que si hay prostitución es porque hay demanda. Todo esto habría que regularlo, porque ellas mismas te dicen que es una alternativa laboral, con estas palabras, y eso debería tener sus normas, sus derechos y sus obligaciones. Hay mucha hipocresía entre los llamados abolicionistas. Intentaron en un ayuntamiento de por allí quitarlas de la calle, pero no pudieron, porque nos opusimos las ONG. Lo que querían era que no se las viera, no protegerlas. Mi experiencia me dice que si una mujer tiene otra alternativa, no quiere ser prostituta. Es la sociedad que tenemos, la sexualidad mal entendida, por eso nosotras les intentamos dar una salida.

– ¿En los pisos de acogida?

– Sí, ellas nos llaman cuando están más desesperadas, porque es un mundo violento, hay palizas, hay problemas. Quedamos con ellas en un punto y les proporcionamos refugio y formación. Luego vuelan solas, porque no se puede estar siempre viviendo de los servicios sociales.

– ¿Qué le parecen medidas como la de Bonn, donde les cobran seis euros por usar la calle? ¿No es esto criminalizar a la víctima?

– No emplee ese término. Hay algunas que son víctimas, hay otras que no. El lenguaje es muy importante. El lenguaje inclusivo, por ejemplo, debe estar en todas partes, en las escuelas, en las iglesias, porque todo esto viene de una educación patriarcal y machista que hace a las mujeres dependientes emocionalmente. El hombre cree que puede hacer uso de la mujer a su antojo, que le pertenece. Yo les digo siempre que piensen con la cabeza, no sólo con el corazón.

– ¿Cómo es que usted reparte preservativos cuando el Papa ha hablado en contra de su uso? 

fuente: Diario La ProVincia


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