2011-09-03 Yo soy el Camino, La Verdad y la Vida

Desde CRISMHOM queremos manifestar nuestra postura como cristianas y cristianos LGTB sobre la vida y la importancia de su defensa; sobre la dignidad inherente del ser humano; por la riqueza que supone la diversidad; por la maravillosa bendición que nos ha dado Dios con la Creación y nuestra responsabilidad de utilizar las riquezas para bien de toda la humanidad; y por ser Hijas e Hijos de Dios.

DOCUMENTO EN DEFENSA DE LA VIDA Y DIGNIDAD HUMANA

YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

(Juan 14,6)

CRISMHOM (comunidad de cristianas y cristianos de Madrid homosexuales lgtb)

El valor absoluto y fundamental de la vida humana, de toda vida humana, desde su origen hasta su final, es la base y fundamento de todos los demás derechos humanos[1]. Sin el reconocimiento de este principio no tendría sentido la reivindicación o defensa de los demás.

Evidentemente no sólo se trata de defender el derecho a la vida de toda persona, sino también de la calidad de dicha vida. No sería justa la defensa de la vida olvidándose de la defensa y logro de las condiciones adecuadas que favorezcan el desarrollo de la vida de una forma integral y humanizadora. Ambas realidades, la defensa de la vida y de su calidad, deben darse de forma unitaria e inseparable[2].

Los cristianos concebimos la vida como un don y tarea. La vida humana no tiene su origen en la ley de la “casualidad”, fruto del azar o carente de sentido en su origen. La vida humana es fruto del proyecto amoroso del Dios creador. Dios es el origen, sentido y fin de la vida; pero Dios necesita de nuestra intervención para llevarla a su desarrollo pleno. Somos corresponsables y colaboradores con Dios del proyecto de cada vida. No somos los dueños de la vida, como tampoco lo somos de la creación. De esta afirmación se deriva el carácter del valor absoluto de la vida humana.

Las leyes sociales o políticas son el cauce necesario para la convivencia y el marco regulador de las relaciones sociales, asimismo limitan el uso de la libertad individual cuando es perjudicial para el bien social. Sin embargo, la ley no establece el valor de una determinada acción. Los valores preceden a la ley y no al contrario. Tenemos claros ejemplos en la historia de la humanidad de leyes establecidas por la mayoría que atentan contra la dignidad y derechos humanos[3]. Los valores deben ser el fundamento, los que dan consistencia moral a la ley. La política, la economía, la ciencia o cualquier otro factor que influya en la toma de decisiones sobre la vida humana deben tener el referente moral del valor de la vida y su dignidad, por encima de circunstancias de otra índole; de lo contrario caemos en el relativismo moral. Este relativismo es una de las causas de la negación de los derechos humanos, pues no dependen del valor objetivo, sino de la interpretación subjetiva o circunstancial de dicho valor.

Los cristianos afirmamos el valor absoluto de la vida humana. Sin embargo conviene matizar esta afirmación. Hay una excepción a este principio, que lejos de relativizar el valor de la vida, le dota de un sentido pleno: el amor. La entrega de la propia vida por amor a los demás supone un reconocimiento de la no pertenencia de la propia vida, de una llamada a vivirla descentrado y a entregarla por amor. El amor dota de sentido el origen, presente y fin de la vida, toda ella concebida como un proyecto de amor, como un don y tarea. Esta entrega de la vida puede tomar diferentes formas, desde la entrega diaria al servicio de los demás hasta la entrega real de la vida por ser coherentes a la proclamación del Evangelio o por ideales humanitarios. La vida, así vivida, es un proyecto de amor, que tiene su origen y fin en Dios[4].

El origen de la vida humana no nos pertenece[5]. Forma parte del designio amoroso de Dios. Cada vida humana es única e irrepetible, pues en ella hay un proyecto que se debe desarrollar. Entendemos la vida humana como un proceso que pasa por diferentes etapas. Desde su origen hasta su final la vida humana debe ser protegida y defendida.

Al defender la vida, defendemos también el desarrollo integral de ella, su calidad. No sería coherente ser defensores de la vida si no nos hacemos también responsables de su desarrollo integral: físico, intelectual, afectivo, psicológico, sanitario, espiritual, etc. Esta responsabilidad es nuestra, pero también de políticas sociales y económicas. Los desafíos demográficos no deben solucionarse con la implementación de políticas agresivas de control demográfico que destruyan la vida, sino más bien, que favorezcan una cultura de la vida y una justa distribución de los bienes de la tierra. Denunciamos los programas de control de la natalidad desarrollados en el Tercer Mundo que incluyen la imposición del aborto forzado o la esterilización a grupos étnicos indígenas y que condicionan las ayudas económicas a la aceptación de dichos programas antinatalistas.

Somos cristianos, seguidores del Dios de la vida. Creemos en el triunfo de la vida sobre la muerte, en la Resurrección. El Dios del amor y la vida que está en su origen, también está en su final. No somos dueños tampoco del final de la misma, ni para adelantarlo, ni para prolongarlo artificialmente en detrimento de la libertad y dignidad de la persona.

Tenemos la esperanza en la vida eterna como culminación de una vida vivida plenamente desde el amor. Esta fe, no nos hace olvidar el drama y sufrimiento de tanta gente que no puede vivir de una manera digna y plena su vida. El drama del hambre, las guerras, las enfermedades, etc, son llamadas a la solidaridad y responsabilidad. No podemos defender la vida si no nos hacemos presentes también en aquellos lugares y dramas personales donde se vive el sufrimiento.

Los cristianos lgtb sabemos, por experiencia personal, el significado de la marginación y la lucha por la defensa de nuestros derechos humanos. Esta realidad nos interpela a ser solidarios en la defensa de otros muchos colectivos por sus derechos. No olvidemos que en siete países todavía se aplica la pena de muerte por la condición homosexual, y en otros muchos se aplican torturas y penas de cárcel[6]. Pero también hay que destacar que en treinta países se permite la adopción a personas homosexuales. [7].

Como cristianos no sólo debemos denunciar las situaciones donde no se respeta el derecho a la vida, también debemos anunciar soluciones con gestos y palabras

Por lo tanto, rechazamos la promoción y práctica del aborto como medida de control demográfico y método anticonceptivo, al igual que diferentes prácticas abortivas, como por ejemplo la que se lleva a cabo en algunos países asiáticos, en las que sistemáticamente se abortan los fetos femeninos. Igualmente rechazamos la práctica del aborto como método eugenésico. En ningún caso consideramos el aborto como un derecho humano, sino como un acto que se ha de intentar evitar por sus consecuencias irreparables para el no nacido y sus secuelas tanto físicas como psíquicas para los sujetos activos en su realización.

No obstante, no condenamos a los varones y mujeres que hayan decidido participar activa o pasivamente en la práctica del aborto, sino que les acogeremos en la infinita misericordia de Dios con actitud de amor y tolerancia, respetando el valor de su libre albedrío [8] y la importancia de la propia conciencia [9] como núcleo más íntimo en que el ser humano se siente a solas con Dios reconociendo, no obstante, el peligro de que dicha conciencia pueda errar por ignorancia invencible. Especial cuidado tendremos siempre en no juzgar a la mujer, que es quien vive conscientemente esta situación de la manera más íntima, de tal manera que los demás muy difícilmente podremos ponernos en su lugar: “No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados”[10]. Sin embargo, nos acogemos a lo manifestado en la Declaración de los Derechos del Niño[11], proclamada por la Asamblea General de la ONU en 1959, que reconoce explícitamente en su preámbulo que «el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento». Más aún, el artículo 8 de esta Declaración dice: «El niño debe, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro».

Por todo lo cual, como cristianas y cristianos lgtb defendemos[12]:

1.- La promoción de la educación y el acceso a la información para todas las personas, con especial incidencia en la mejora de la educación sexual existente, en la que se abogue por una sexualidad responsable y se informe correctamente a todas las personas (en especial a las y los jóvenes y adolescentes) de los riesgos de una vida sexual sin precauciones e irresponsable, así como del maravilloso valor de toda vida humana.

2.- Políticas eficaces de ayuda a todas las familias, tanto a las heterosexuales como a las homosexuales, que permitan la promoción de la institución familiar como ámbito de crecimiento y desarrollo de la persona en un entorno de amor, ayuda y protección.

3.- Adecuada planificación familiar que permita a las parejas llevar a cabo una verdadera paternidad responsable con el uso de medios naturales y artificiales que permitan regular responsablemente el derecho a la reproducción de todas las personas, facilitando el acceso a métodos anticonceptivos no abortivos y su uso adecuado.

4.- La adopción permitida tanto a personas heterosexuales como a personas lgtb (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) como medio de apertura a la vida, agilizando su tramitación para implementar su eficacia como institución que permita al menor acceder a un ámbito familiar de formación y amor adecuados, y que posibilite igualmente a adultos responsables canalizar su necesidad de darse al prójimo en un ámbito de generación de vida y amor.

5 Ayudas sociales y psicológicas, económicas, humanas, etc, a las personas que estén planteándose recurrir al aborto, de manera que posibiliten la adopción de alternativas que eviten que éste se lleve a cabo. Estas ayudas deberán garantizar que nadie haya de recurrir al aborto por no tener los medios para llevar a término el embarazo o para enfrentarse a un ambiente hostil o para garantizar una educación a su hija o hijo durante todos los años que esté a su cargo.

6.- Abolición de la pena de muerte u homicidio legal.

7.- Políticas que favorezcan el desarrollo de los pueblos; condonación de la deuda externa de los países empobrecidos; inversión en educación, información, salud e infraestructuras. Así como medidas legislativas y su aplicación efectiva para la consecución de una sociedad más justa, tolerante e integradora que promocione el bien común y el respeto a todos los seres humanos. [13]

8.- Los avances científicos en materia humana y sanitaria no deben estar determinados por intereses económicos. Es necesaria una bioética en la investigación médica que respete el origen de la vida humana. En muchos países las enfermedades son incurables por la escasez de medicamentos, pedimos una justa distribución de los medicamentos por encima de los beneficios económicos.

La Comunidad de Cristianas y Cristianos de Madrid Homosexuales lgtb, al redactar y hacer público este documento, quiere manifestar que no se adhiere ni subscribe ningún comunicado que puedan realizar otras asociaciones o instituciones tanto cristianas como LGTB, de las que forma parte en su reivindicación lgtb cristiana, que atente contra los términos redactados en este documento; y contradiga la defensa de la vida humana, de toda vida humana, tal como la hemos manifestado en este documento[14].

[1] Declaración Universal de los Derechos Humanos: Artículo 3: “Todo individuo tiene derecho a la vida….”.

[2] Declaración universal de los Derechos del Niño. ONU 1959: ARTÍCULO 17. DERECHO A LA VIDA Y A LA CALIDAD DE VIDA Y A UN AMBIENTE SANO. Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a la vida, a una buena calidad de vida y a un ambiente sano en condiciones de dignidad y goce de todos sus derechos en forma prevalente.

La calidad de vida es esencial para su desarrollo integral acorde con la dignidad de ser humano. Este derecho supone la generación de condiciones que les aseguren desde la concepción cuidado, protección, alimentación nutritiva y equilibrada, acceso a los servicios de salud, educación, vestuario adecuado, recreación y vivienda segura dotada de servicios públicos esenciales en un ambiente sano.

[3] Leyes contra grupos étnicos; discriminatorias de la mujer, contra los homosexuales, legalizando la esclavitud, etc.

[4] «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 13). …

[5] “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te consagré” (Jeremías 1, 5).

[6] Homosexualidad ilegal que puede ser penalizada con castigo corporal o la muerte

En 2001, los marcos legislativos de los siguientes países permitían penalizar los comportamientos homosexuales con castigos corporales o la muerte: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Sudán, Afganistán, Paquistán, Mauritania, Yemen, Irán…

[7] “Combatamos el aborto con la adopción” Madre Teresa de Calcuta.

“Les confiaré algo hermoso: Estamos combatiendo el aborto con la adopción: cuidamos a la madre y adoptamos a su hijo. De ese modo hemos salvado miles de vidas. Hemos enviado comunidades a las clínicas, diciéndoles: «Por favor, no maten al niño, nosotros nos haremos cargo de él». Siempre hay algunos de los nuestros que les dice a las madres en problemas: «Venga, la cuidaremos y hallaremos un hogar para su hijo». Y así tenemos una gran demanda de niños por parte de matrimonios que no pueden tener hijos.

Les pido por favor que no maten a los niños. Yo quiero esos niños: ¡Dénmelos! Estoy dispuesta a aceptar todo niño que se pretenda abortar y darlo a un matrimonio que lo ame y a su vez sea amado por el niño. Sólo en nuestro Hogar Infantil de Calcuta hemos reunido 3,000 niños que han sido salvados del aborto, niños que luego han brindado mucho amor y alegría a sus padres adoptivos [y han crecido tan llenos de amor y gozo.]”

[8] «La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuera pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar cuanta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala que haya observado». (Gaudium et Spes, 17) Concilio Vaticano II

[9] «En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerra la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado». (Gaudium et Spes, 16) Concilio Vaticano II

[10] Lc 6,37

[11] Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, “Declaración de los Derechos del Niño”, http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/25_sp.htm.

[12] La defensa de estas tesis no excluye el diálogo ni el que, eventualmente, se escuchase a quien quisiera expresar otra opinión, entendiendo que se refiere a los modos de defender el valor de la vida, y no a la defensa en sí. No obstante, se exigirá siempre respeto a la postura de Crismhom y en ningún caso habrá de entenderse como aprobación, por parte de Crismhom, de sus planteamientos.

[13] «La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común -esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección- se universalice cada vez más, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano. Todo grupo social debe tener en cuanta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuanta el bien común de toda la familia humana.

Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables. Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de estado ya fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa.

El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo en la verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor. Pero debe encontrar en la libertad un equilibrio cada día más humano. Para cumplir todos estos objetivos hay que proceder a una renovación de los espíritus y a profundas reformas de la sociedad.

El Espíritu de Dios, que con admirable providencia guía el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, no es ajeno a esta evolución. Y, por su parte, el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad» (Gaudium et Spes, 26) Concilio Vaticano II

[14] Esto no irá en contra de que pueda colaborarse con estas asociaciones, instituciones o individuos en cualquier otro campo en el que nos podamos encontrar. Tampoco significará que no reconozcamos los méritos de su labor en otros campos ni impedirá que podamos hacer expreso este reconocimiento. En cualquier caso, este eventual reconocimiento o colaboración no habrán de interpretarse en ningún caso como apoyo de Crismhom a tesis contrarias a las expuestas en este documento.
 


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