Tenemos mucha pereza a renacer de nuevo en la esperanza. La presunción (ya sé lo que va a pasar) y la desesperación destruyen la esperanza, porque anticipan y tienen certeza del cumplimiento o incumplimiento de lo que tanto anhelamos, más aún lo que Dios nos ha reservado. Ser profetas de la esperanza consiste en buscar y aprender a vivir en el ya pero todavía no.