Gracias, mi Señor, por concederme sueño y descanso. De reemplazar noches en vela por plácido sueño. Gracias por el don de comenzar un nuevo día descansado, con ganas de trabajar. Gracias por disfrutar en paz del silencio de no acabar de comenzar a dormir, sin inquietarme ante el temor de que la situación prosiga toda la noche. Al poco, la confianza y el cansancio dan paso a los primeros suspiros que más tarde se convirtieron en ligeros ronquidos. Gracias por contemplarme dormido, por el don del sueño y el descanso. Gracias, mi Señor.