¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca!

¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales.


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