Canto de entrada
“Nada te turbe” (Taizé)
Nada te turbe, nada te espante
Quién a Dios tiene, nada le falta
Nada te turbe, nada te espante
Sólo Dios basta. (bis)
Himno (rezar salmodiando en dos grupos)
Vivo sin vivir en mí,
y, tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo yo fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le dí,
puso en él este letrero:
«Que muero porque no muero».
Esta divina prisión
del amor en que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón.
Y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!,
¡Qué duros estos destierros!,
¡Esta cárcel, estos hierros,
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es perderte a ti,
para mejor a él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a él sólo es al que quiero:
Que muero porque no muero.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.
Canto
“La misericordia del Señor” (Taizé)
La misericordia del Señor
Cada día cantaré (bis)
Salmo 126 (rezar salmodiando en dos grupos)
Si el Señor no construye la casa, Es inútil que madruguéis, La herencia que da el Señor son los hijos; Dichoso el hombre que llena Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo |
En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; ‘y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»
Meditación/Silencio
(10/15 minutos)
Peticiones
Padre Nuestro
Canto
“Magnificat” (JMJ 1997)
Magnificat, magnificat
Magnificat anima mea Dominum
Magnificat, magnificat
Magnificat, anima mea (bis)