No por eso me deja de oír

Razón es que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con Él, no por eso me deja de oír, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su Rey, que gusta más de estas groserías de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 22, 4).


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