Martes XVI del Tiempo Ordinario

Mt 12, 46-50

Aparentemente, parece que Jesús desprecia a su Madre y parientes. Pero creo que la cosa va más allá. 

Lo que realmente hace el Señor es ampliar su círculo familiar (cuántas veces nos sentimos más cercanos a amigos que a familiares de sangre).

Por ello hoy al contemplar este pasaje evangélico la convocatoria es a sentirnos miembros de esa familia ampliada de Jesús. Él no se cierra a un parentesco de sangre, sino que se abre a una mayor universalidad. 

Sentirnos hoy miembros de esa gran familia, y como miembros de ella abiertos a su cariño. 

El círculo familiar, de amigos, de íntimos tiene una clara señal de identidad: el cariño. Uno es de ese círculo porque el amor fluye y habita en él. Hoy se nos pide sentirnos amados por Él. Miembros de ese grupo por ser amados sin condiciones. 
Contemplar a Dios como Aquel que desea hacer del mundo una sola gran familia, unidos y habitados por el amor. Unidos y habitados por el Espíritu.

Y además, es Él quién da el primer paso: nos convoca a sentirnos amados, porque lo somos.


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