25 de Setiembre de 2016
Vigésimo sexto Domingo del Tiempo Ordinario]
¡AY DE LOS QUE LLEVAN UNA VIDA FÁCIL EN SIÓN!.. SERÁN LOS PRIMEROS EN IR AL DESTIERRO
Lucas 16:19-31
Texto Evangélico de DHH
Otras lecturas: Amós 6:1, 4-7; Salmo 146:7, 8-9, 9-10; 1 Timoteo 6:11-16
Lectio:
Como señalaba la semana pasada, este es el tercer domingo en que el dinero y las riquezas son el hilo conductor de la parábola narrada en el Evangelio. Y es la tercera vez en que el mensaje, estrictamente hablando, no se refiere a la economía o la pobreza como tales. En la parábola del Hijo Pródigo se ponía el énfasis en la posibilidad de la reconciliación, a pesar de haber abandonado a Dios, que actuaba como un padre, dispuesto y deseoso de acoger a la oveja perdida. La semana pasada, el administrador fraudulento representaba la energía y el interés que ponen los hijos de este mundo en sus negocios, frente a los hijos de la luz, los creyentes, que parecían esforzarse muy poco por entrar en el Reino de Dios por la puerta angosta. Hoy, el texto de Lucas nos deja incómodos, ya que no concuerda con las ideas del Antiguo Testamento… y parece olvidar el concepto de la gracia del Nuevo.
Vayamos por pasos. La parábola no casa con la idea básica de Israel respecto a las riquezas. Los salmos podrían ofrecernos un buen número de ejemplos. En el 112 se nos dice: “Feliz el hombre que honra al Señor”… porque si cumple esa condición, “en su casa hay abundantes riquezas”, y será un afortunado esposo y padre. Algo semejante vemos en el 128, que canta las alabanzas de quien obedece al Señor, ya que “será feliz y le irá bien” acompañado también por su mujer y sus hijos. Por último, el 37 es un auténtico sumario de las bendiciones que acompañarán al justo… y de las calamidades que les sobrevendrán a los impíos. Esta visión general de la retribución terrenal explica el desconcierto del autor de Job, cuyas desgracias e infortunios son incomprensibles desde ese punto de visa teológico. La parábola de hoy, pues, no encaja en el viejo esquema. Si Lázaro era un hombre bueno, ¿por qué tenía que padecer? Y si las riquezas eran signo de las bendiciones del justo, ¿por qué fue al Hades el rico? Curiosamente, incluso en el Hades, el rico sigue actuando como “rico” y piensa que a Lázaro se le puede “mandar” como a un sirviente…
Pero incluso desde la perspectiva del Nuevo Testamento, la parábola sigue estando demasiado cercana a la mentalidad del Antiguo, ya que no hay ningún tipo de juicio o razonamiento que explique el destino final de los dos hombres… a no ser que aceptemos literalmente el verso del Magníficat (Lucas 1:53), “Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”.
Hay más detalles que nos hacen difícil hallar una explicación racional para el final de los dos personajes. No podemos considerar que el rico era un hombre injusto que hubiera amasado su fortuna por medios ilegítimos, ni se menciona ningún pecado que justificara su condena en el Hades… En cuanto a Lázaro, no se dice ni una palabra de que fuera un judío piadoso y observante… ¿Es su destino final el resultado del puro azar o de una decisión caprichosa de Dios? ¿Se trata, sin más, de darle la vuelta a todo? Tal vez haya una explicación en las palabras de Amós en la primera lectura, las que he usado como titular. El pecado del rico de la parábola sería el mismo de los habitantes de Sión: ignorar el sufrimiento de sus hermanos (el rico conocía a Lázaro por su nombre), ocuparse de sus propios asuntos sin prestar atención a lo que sucedía a un paso de casa. La tranquilidad de los de Sión, dice el profeta, cambiará muy pronto, e irán al destierro. La ignorancia egoísta de las necesidades ajenas es casi tan culpable como provocar la situación de injusticia o aprovecharse de ella.
Meditatio:
Desde esta óptica, deberíamos volver la mirada a la primera comunidad cristiana. Aunque Lucas idealice a la Iglesia naciente, el grupo de cristianos que describe parecen preocuparse los unos por los otros, comparten lo que tienen, viven en un clima fraterno: Hechos 2:42-47; 4:32-36, a pesar de estar “idealizadas”, son dos descripciones que presentan al menos lo que debía de ser el proyecto comunitario que tenían, y cuyas limitaciones y fallos ni ignora ni oculta Lucas. La historia sigue sus propias sendas, y al cabo de veinte siglos de vida de la Iglesia, la realidad de nuestras parroquias y comunidades dista mucho de aquel ideal. Las condiciones sociopolíticas y económicas no son las mismas. Pero, ¿mantenemos el ideal de la primera comunidad? ¿Podemos hallar en nuestras comunidades situaciones semejantes a la del rico y Lázaro? ¿Conocemos las verdaderas condiciones sociales y económicas de los hermanos que se sientan a nuestro lado en el mismo banco de la iglesia? ¿Cómo podríamos mejorar la realidad del “anonimato” que compartimos al mismo tiempo y en el mismo lugar en que también compartimos el Cuerpo y la Sangre del Señor?
Oratio:
Oremos por este mundo nuestro, dividido por diferencias hirientes entre las personas en todos los ámbitos de la vida, desde la economía a la educación, la vivienda o la atención sanitaria: para que los cristianos, testigos de Cristo, seamos signos y artífices de un mundo donde los humanos puedan compartir los bienes de la tierra y el llamamiento a la salvación. Que nuestra oración no sea tan abstracta como acabo de formularla: busquemos situaciones, casos y personas concretas que conozcamos.
Contemplatio:
El problema más hondo de los que “llevan una vida fácil en Sión” y del rico de la parábola era su ceguera respecto al dolor incluso la existencia de quienes sufrían a la puerta misma de sus casas. Aunque no puedas resolver los problemas de aislamiento o pobreza del entorno en que vives, ¿no podrías dar algún paso para informarte de esa realidad? El pastor o los asistentes sociales de tu parroquia o comunidad cristiana podrán ofrecerte detalles, lugares y nombres… Intenta, pues, hacer algo para proporcionarle ayuda al Lázaro que vive a tu lado mismo.
Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España