Otras lecturas: Jonás 3:1-5, 10; Salmo 25:4-5, 6-7, 8-9; 1 Corintios 7:29-31
Lectio:
Es abrupto el tono con que cuenta Maros la historia de Jesús. No hay un relato de su nacimiento, apenas unas líneas para describir el anuncio del Mesías por boca de Juan, o para el bautismo de Jesús y su proclamación como “Hijo amado”, o para las tentaciones en el desierto…, y con una leve alusión al arresto del Bautista, en el versículo catorce del primer capítulo, nos encontramos con Jesús embarcado en la proclamación del Reino de Dios. Hay una sensación de urgencia: el tiempo (tal vez sería mejor traducir la palabra griega “kairòs” como “la-ocasión-que-hay-atrapar-ahora-mismo”) ya ha llegado, está aquí mismo, y tienen ustedes que “convertirse”, cambiar de mentalidad, su manera de abordar la realidad (ese es el sentido más profundo de la “metánoia” griega), si no quieren perder el tren del Reino de Dios. Hay otra palabra, “euthùs”, “al punto, inmediatamente”, que aparece 41 veces en el texto de Marcos. En algunos casos podría interpretarse como “entonces”, sin más; pero aun así, el tono que percibimos es éste: el Reino de Dios, la Buena Noticia, no tolera retrasos, no podemos “hacerla esperar”.
Hallamos esto mismo tras el bautismo de Jesús. “Inmediatamente”, el Espíritu le condujo al desierto (1:12). La expresión podría darnos otra clave para entender bajo una luz distinta la vocación de los primeros discípulos: los cuatro lo dejan todo, la familia y el trabajo, y “al momento” le siguen (1:18, 20). Como podemos ver, hay una profunda diferencia entre el enfoque de calma y tranquilidad que transmitía Juan en el pasaje que leíamos el domingo pasado: hoy no hay tiempo para quedarse con Jesús, conversar y conocer sus planes, entender por qué y de qué manera es el Cordero de Dios, qué espera de ellos… En el texto de Marcos, lo que oímos es una orden simple y firme: “Síganme” (1:17); o entendieron que “los llamaba” (1:20). La única pista respecto a lo que espera de ellos es un anuncio (¿o tal vez una promesa?): “Yo haré que ustedes sean pescadores de hombres “ (1:17). El llamamiento de Jesús es radical y exige una respuesta también radical. No hay tiempo para la reflexión ni para despedirse de la familia o de los amigos. Es llamativa la diferencia entre el llamamiento de Eliseo por parte de Elías: el anciano profeta no le impidió a su sucesor recién elegido que fuera a “dar a sus padres un beso de despedida” antes de seguirle (1 Reyes 19:19-21). Los textos de hoy anticipan otro ejemplo de este estilo radical mencionado por Mateo (8:18-22) y Lucas (9:57-62): “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”. También hay una diferencia en la respuesta de los primeros discípulos y la actitud de Jonás. Mientras que el profeta se resiste obstinadamente a obedecer el mandato de Yahveh para que predique la conversión a los ninivitas, e incluso se disgusta porque hacen penitencia y son perdonados, los discípulos “dejaron sus redes”, “dejaron a su padre Zebedeo”, y le siguieron.
Hay un vínculo más, aunque pueda parecer extraño, entre el evangelio y el texto de Pablo. Para el apóstol, la certeza de la vuelta inminente del Señor hace que vea la realidad con una perspectiva distinta, y es la que aconseja a los cristianos de Corinto. “Nos queda poco tiempo”. Por eso mismo, ¿por qué prestarles a las cosas más atención de la que merecen? La actitud puede resumirse como mirar a la realidad “como si”, porque su valor (casarse o comerciar, llorar o regocijarse) es relativo comparado con los auténticos valores del Reino. Por esa razón, los discípulos pueden considerar sus redes, su trabajo o sus parientes “como si” no tuvieran valor al compararlos con el Reino anunciado por Jesús, “incluso si” tienen que correr el riesgo de seguir a un rabino al que apenas conocen, pero en quien creen haber encontrado al Mesías.
Meditatio:
Los textos de hoy serían perfectos para un retiro o una jornada de reflexión para jóvenes que tratasen de tomar una decisión sobre su vocación o sus planes para el futuro en la comunidad cristiana. La mayoría de nosotros, creo, tomamos nuestras decisiones y escogimos “nuestro camino” hace ya algún (tal vez largo) tiempo. Con todo, el haber tomado ya una decisión no nos exime de la renovación permanente de nuestra opción. Ningún “Sí, quiero” es tan firme y sólido como una roca. E incluso las rocas están sometidas a la erosión y el deterioro. Esto no es una sesión de terapia, sino un momento de reflexión en torno a la palabra de Dios. ¿Tomaríamos ahora la misma decisión, optaríamos por el camino personal que elegimos cuando decidimos estudiar y seguir una determinada profesión, casarnos, entrar en la vida religiosa o hacernos sacerdotes? La cuestión puede resultar muy espinosa. Dejémosla a un lado. Piensa en las circunstancias de los discípulos cuando oyeron hablar por primera vez de Jesús, un rabino y predicador callejero, tal vez un verdadero profeta, quién sabe si un embaucador… ¿Responderíamos al llamamiento de Jesús como hicieron Andrés y Simón, Santiago y Juan, cuando Jesús se acercó a sus vidas? “Dejaron sus redes”. ¿Abandonaríamos nuestras propias redes y nos iríamos tras él? ¿Qué nos impediría o sería un obstáculo para que siguiéramos a Jesús? ¿Qué es, ahora mismo, un obstáculo en nuestro camino para entregarnos en plenitud?
Oratio:
Reza por quienes se enfrentan a decisiones graves respecto a su futuro profesional o vocacional: para que el Espíritu les conceda lucidez para discernir su camino y firmeza generosa para dar los pasos y responder a su vocación.
Reza por quienes, tras una larga vida de fidelidad a su llamamiento sienten el desánimo de la rutina o ven su vida como una empresa estéril: para que vuelvan a oír la voz alentadora de Jesús, que les llama a seguir trabajando en el anuncio del Evangelio, y recuperen el gozo de seguirle como Señor y Salvador.
No olvides rezar por la Unidad de los Cristianos, cuyo Octavario termina este mismo domingo.
Contemplatio:
“¿A quién voy a enviar? ¿Quién será nuestro mensajero?” Yo respondí: “Aquí estoy, envíame a mí.” (Isaías, capítulo 6)… “¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!” Pero el Señor me dijo: “Tú irás donde yo te mande, y dirás lo que yo te ordene” (Jeremías 1:4-10). Lee estos pasajes en que los dos profetas mayores de Israel narran su vocación. Fíjate en que ser “hombre de labios impuros” o “muy joven” y “no saber hablar” no es obstáculo para ser llamado a proclamar el mensaje de Dios. Tampoco “ser un pecador” le impidió a Pedro ser llamado por Jesús y convertirse en apóstol (Lucas 5:8). Trata de identificar los “obstáculos” que solemos “construirnos” para defendernos frente al llamamiento que nos hace Jesús a asumir responsabilidades mayores en nuestra propia comunidad cristiana.
Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,
Sacerdote católico,
Arquidiócesis de Madrid, España