Lectio Divina 2014-11-09: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
— ¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
—Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
—Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra del Señor
 
Otras lecturas: Ezequiel 4:1-2, 8-9, 12; Salmo 46:2-3, 5-6, 8-9; 1 Corintios 3:9-11, 16-17

Lectio:

            Debe admitir que no he llegado a entender del todo estas fiestas de la “dedicación de templos” en la liturgia. Obviamente, templos como la basílica Lateranense, la catedral del obispo de Roma y “madre de todas las iglesias” han desempeñado un papel extraordinario en la historia de la Iglesia. Representan a Cristo mismo, y a la Iglesia como tal, Cuerpo de Cristo; y en ese sentido, siempre han tenido un carácter sacro. Con todo, corremos el riesgo de caer en la vieja trampa de hacer que algunas ideas del Antiguo Testamento prevalezcan por encima de algunos conceptos cristianos fundamentales. Especialmente como los que hallamos en pasajes como el evangelio de hoy.

            Parece que la tradición del Antiguo Testamento presenta dos maneras de enfocar el Templo. Por una parte, la concepción del Templo como la continuación de la Tienda de la Alianza, donde Yahveh tenía su morada desde los largos años de la marcha de los hebreos por el desierto hasta que Salomón construyera el Templo en Jerusalén. Incluso después del exilio y su reconstrucción, el

Templo fue el signo sobrecogedor de la gloria de Dios en medio de su pueblo. El culto junto con la observancia estricta (y en ocasiones, hipócrita) de la Ley, llegaron a ser los elementos básicos de la fe judía. El otro enfoque fue el de los profetas que denunciaron toda la idolatría hipócrita de la que podía hacer ostentación un pueblo de pecadores en lugar de la fidelidad debida a la Alianza. El capítulo 7 de Isaías es una crítica profunda y áspera del pueblo que celebra el culto pero no practica la justicia. No tiene sentido pronunciar las palabras mágicas “¡El Templo del Señor!” si no se convierten al Señor que invocan. Pueden encontrarse ejemplos semejantes en Jeremías y en Amós.

            La “purificación” del Templo realizada por Jesús da un paso más allá. Hay algunos rasgos peculiares en el relato de Juan en comparación con el de los Sinópticos. Primero: como éstos, Juan sitúa el acontecimiento en el contexto de la Pascua judía, cuando la gente está preparándolo todo para la fiesta, y comprar corderos para la celebración es una actividad totalmente normal; pero lo hace al comienzo de su ministerio, no en la última semana. Segundo: Jesús no condena a los comerciantes porque hayan convertido  el Templo en una “cueva de ladrones”, un lugar pecaminoso,  sino en un simple y vulgar “mercado”. Tercero: el caos que provoca exige una explicación de con qué autoridad interrumpe un comercio como aquel, legítimo y necesario. Y cuarto: en su respuesta (y este es el “paso más allá”), Jesús invoca una nueva dimensión del culto y la adoración: no existe otro “lugar” sino su propio cuerpo, porque él es “el Cordero de Dios que quitará el pecado del mundo y realizará la única y definitiva reconciliación (Juan 1:29). En realidad, no se refiere al Templo, ni siquiera amenaza con destruirlo (la acusación falsa invocada en su proceso: Mateo 26:60-61; Marcos 14:58), sino que desafía a las autoridades a que le destruyan a él. Nadie entiende entonces lo que quiere decir, sólo después de la Resurrección, bajo la acción del Espíritu (Juan 14:25-26), “recordarán” los discípulos que aquellos “tres días” eran algo más que una simple frase hecha. El pasaje anticipa, además, el dialogo con la Samaritana y las palabas de Jesús sobre el verdadero culto y su “lugar” (Juan 4:21-24).      

Meditatio:

            Aunque el centro de atención ha sido el evangelio, las lecturas de hoy presentan más detalles. En la primera comunidad hay un enfoque nuevo respecto al culto. En Hechos (2:46; 3:1, etc.) vemos cómo los Apóstoles acuden al Templo a rezar. Pero tan pronto como la comunidad empezó a crecer y extenderse más allá de Jerusalén, tuvieron que desarrollar nuevos tipos de culto. Al cabo, las “iglesias domésticas” donde se celebraba la fracción del pan acabarían convirtiéndose en el germen de lo que hoy llamamos “iglesias”. Como se dijo arriba, lo que hoy celebramos es precisamente la consagración o dedicación de San Juan de Letrán. Pero el espíritu de la iglesia como un edificio no reemplazaría jamás a la creencia básica: es la comunidad de creyentes lo que constituye el auténtico templo. La pregunta, como era de esperar, no se refiere al papel de los templos, sino a nosotros mismos: ¿en qué medida nos consideramos no sólo como “piedras vivas, templo espiritual” (1 Pedro 2:4-5), sino como “templo del Dios viviente” (2 Corintios 6:16)? ¿Hasta qué punto hemos degradado nuestros propios templos físicos hasta el nivel de “mercados” litúrgicos? ¿Son en verdad “casas de oración para todas las naciones” (Marcos 11:17)?

Oratio:

            Recemos por nosotros  mismos: para que seamos conscientes de que somos miembros del Cuerpo de Cristo, “sacerdote, profeta y rey”, llamados a ofrecer el sacrificio espiritual de nosotros mismos.

            Reza por quienes no se sienten cómodos en nuestras celebraciones litúrgicas: para que descubran la presencia del Señor en espíritu de adoración y oración, recordando que está entre nosotros cuando dos o más rezamos juntos.

Contemplatio:

            Pablo critica a la comunidad cristiana de Corinto porque, lo mismo que había pasado con el Templo de Jerusalén, la Cena del Señor se ha visto degradada al nivel de una vulgar reunión social. Piensa en alguna manera por la que tu actitud y la de tu comunidad puedan reflejar mejor el clima de un templo del Señor, vivo y espiritual.

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,

Sacerdote católico,

Arquidiócesis de Madrid, España


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