Lectio Divina 2014-06-08: Recibid el Espíritu

 
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
 
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
 
— Paz a vosotros
 
 
 
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
 
— Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
 
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
 
— Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
 
Palabra del Señor.

 

Otras lecturas: Hechos 2:1-11; Salmo 104:1, 24, 29-30, 31, 34; 1 Corintios 12:3-7, 12-13.

 

[h1] Lectio:

            Desde el comienzo mismo de la historia de la salvación, cuando el autor del Génesis describe el origen del cosmos y de la vida, el Espíritu de Dios has estado presente en cada  momento y en cada acción salvífica. En Génesis 1:2, por encima de una tierra informe y tenebrosa, como un fuerte viento, se cernía el Espíritu y anunciaba la Palabra de Dios, fuente del orden y de la vida. En el Antiguo Testamento podemos hallar al Espíritu, que actúa fundamentalmente en aquellos individuos llamados a realizar una misión especial en Israel. Algunos ejemplos: en Moisés, que compartió su espíritu con los setenta ancianos que profetizaron (Números 11:25); en Josué, que introdujo a los hebreos en la tierra de Canaán (Deuteronomio 34:9); en Sansón, que guerreó contra los filisteos (Jueces 13:25) en Saúl y David, los dos primeros reyes de Israel (1 Samuel 10:10; 16:13). El Espíritu actuará por medio del Mesías prometido: “El Espíritu estará sobre él” (Isaías 11:2); se derramará sobre Israel y su descendencia (Isaías 44:3); o estará sobre el misterioso personaje del Siervo de Yahvé, vislumbre de Jesús mismo (Isaías 61:1), quien citará este pasaje en el momento en que empiece su ministerio en Nazaret, su aldea natal (Lucas 4:16-19).

            Es en el Nuevo Testamento donde el Espíritu desempeña su papel  más importante. En este caso, lo que merece nuestra atención no son sólo los personajes, sino los acontecimientos y momentos en los que actúa, así como las diversas formas que adopta su acción.

            En la historia de Jesús podemos subrayar tres momentos esenciales que la presencia del Espíritu señala como “cumbres” de la salvación. Tanto Mateo como Lucas mencionan la acción del Espíritu como elemento clave en el nacimiento del Mesías. En el caso de Lucas (1:35), la Encarnación no es sólo el resultado de la decisión de María aceptando los planes de Dios para su vida, sino que “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti”… En Mateo (1:18), aunque el evangelista no menciona ningún momento o acontecimientos concretos, el embarazo de María se anuncia como un hecho que escapa al entendimiento de José y tan sólo puede expresarse como el sencillo relato de unos hechos: “María, su madre [de Jesús], estaba comprometida para casarse con José, pero… se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo”.

            En el bautismo de Jesús, los cuatro evangelistas subrayan la importancia del aquel acontecimiento mencionando la presencia del Espíritu bajo la imagen de una paloma, así como en las palabras del Padre declarando que Jesús es su Hijo amado, “a quien ha elegido” (Mateo 3:3-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22, y Juan 1:29-34)

Un último momento en la vida de Jesús es su propia muerte. Para Juan (19:30), cuando murió Jesús, no “expiró” sin más o “murió” (Mateo 27:50; Marcos 15:37; Lucas 25:46), sino que “entregó el espíritu”, algo que no podría hacer “hasta haber sido glorificado” (Juan 7:37-39). Y es eso lo que leemos hoy en Juan 20:22.

            Las lecturas de hoy nos ofrecen, además, algunos detalles respecto a la riqueza y plenitud del Espíritu. Su acción puede ser tan sorprendente y espectacular como la que se describe en la primera lectura: fuego, viento… O tan sosegada y pacífica como el sople del aliento de Jesús en el evangelio de Juan. Puede suscitar acciones orientadas al bien de la comunidad, tales como la sanación o la profecía, o tan llamativas como hablar lenguas o alguno de los demás carismas o dones mencionados por Pablo. En cualquier caso, todas tienen como objeto edificar el Cuerpo de Cristo. 

 

[h2] Meditatio:

            El libro de los Hechos es, en cierto sentido, el Evangelio o la historia del Espíritu en su construcción de la Iglesia, paso a paso y comunidad tras comunidad. Siempre hay algo inesperado, fresco y nuevo, que conduce al crecimiento y anima a los Apóstoles y al resto de los creyentes para encontrar salida a cada conflicto o prueba. La vieja definición del Espíritu, “Señor y dador de vida”, explica la fuerza vivificante que hizo que la Iglesia desarrollara su fidelidad al mensaje de Jesús y a la enseñanza de los Apóstoles. ¿Compartimos  nosotros esa apertura a caminos nuevos para expresar nuestra fe? ¿Nos atrevemos a enfrentarnos con la pesada carga de la rutina, o preferimos apoyarnos en un a observancia puntillosa de normas y regulaciones a veces obsoletas  y que en ocasiones estrangulan y ahogan  al Espíritu en nuestro interior? O, por el contrario, ¿aceptamos con excesiva facilidad y sin analizarla cualquier tendencia nueva como si fuera un carisma cristiano?

 

[h3] Oratio:

            Reza por la Iglesia: Pentecostés, como suele decirse, es su “cumpleaños”. Pídele a Cristo que derrame sobre nosotros los dones de su Espíritu, para que colaboremos en el proceso de renovación y crecimiento en que están comprometidas tantas comunidades.

            Reza por los cristianos “nuevos” que se bautizaron en la Vigilia Pascual: para que su vitalidad se convierta en la nueva savia que reavive a la Iglesia en su fidelidad al Evangelio.

            No te olvides de quienes se sienten abandonados, les falta “espíritu” y han perdido la esperanza en el futuro o la confianza en las instituciones eclesiales: para que sientan la fuerza del Espíritu y se renueven con el gozo de crecer en la fe.

 

[h4] Contemplatio:

            Busca en tu misal o en algún libro de rezos los antiguos himnos “Veni, Sancte Spiritus”, o “Veni Creator”. Fíjate en los dones y acciones que realiza en los cristianos y trata de descubrirlos en ti mismo, aunque no sean más que la sombra de lo que experimentó la primera comunidad. Da gracias por haber sido llamado a compartir aquella misma fuerza que sigue construyendo la Iglesia de Cristo.

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España


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