Lectio Divina 2014-02-16: Han oído que se dijo, pero yo les digo …

La aplicación básica del modo en que Jesús entiende la Ley se basa en el contraste entre la tradicional interpretación legalista, farisea/farisaica, y su propio punto de vista. “Han oído que se dijo…, pero yo les digo…” Paso a paso, Jesús escoge un número de cuestiones morales y trata de hacer que sus oyentes vayan a la raíz de los mandamientos. Jesús les insta (a ellos y, claro está, también a nosotros) a descubrir que, más allá de la mera observancia de las palabras de la Ley, hay un compromiso mucho más hondo con la voluntad de Dios. Los temas básicos son el homicidio y la ira; el adulterio, el divorcio y la lujuria; el juramento y la veracidad; venganza y la condescendencia; la reconciliación y el amor.

 

16 de Febrero de 2014

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

 

HAN OÍDO QUE SE DIJO… PERO YO LES DIGO…

 

Mateo 5:17-37 (Traducción Reina Valera 1995):

17 : No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, 18 porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. 20 »Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. 21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: “No matarás”, y cualquiera que mate será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga “Necio” a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga “Fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 »Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo pronto con tu adversario, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante. 27 Oísteis que fue dicho: “No cometerás adulterio.” 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 31 También fue dicho: “Cualquiera que repudie a su mujer, déle carta de divorcio.” 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere, y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. 33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: “No jurarás en falso, sino cumplirás al Señor tus juramentos.” 34 Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: “Sí, sí” o “No, no” porque lo que es más de esto, de mal procede.

 

Otras lecturas: Eclesiástico 15:16-21; Salmo 119:1-2, 4-5, 17-18, 33-34; 1 Corintios 2:6-10

 

Lectio:

            Puede que veas que algunos misales presentan dos textos alternativos como primera lectura de la liturgia de hoy: Deuteronomio 30:15-30 o Eclesiástico 15:16-21. De hecho, los dos fragmentos representan una manera fundamental común de abordar la Ley y la Alianza, aunque sus fechas de composición disten en el tiempo. En ambos casos, no obstante, hallamos la misma idea: un israelita, puede decirse que cualquier creyente, tiene que tomar decisiones que en ocasiones son vitales. No es un cuestión de “blanco o negro”, pero nuestra manera de enfocar la vida exige opciones, decisiones, en las que nuestra respuesta ha de ser inequívoca, ya que las consecuencias pueden ser radicalmente distintas. Las imágenes del agua y el fuego representan, al cabo, la diferencia entre la muerte y la vida: eres tú quien ha de escoger la ruta que quieres seguir. La misma idea se expresa de manera también poética en el salmo 1, que describe los dos caminos y a dónde conducen uno y otro.

            Ya estamos acostumbrados al papel fundamental que desempeña la Ley en la historia de Israel: el pueblo de la Alianza debe su identidad e incluso su existencia al pacto que estableció Yahveh con ellos: “Los tomaré como pueblo mío, y yo seré su Dios” implica cumplir con una serie de cláusulas de comportamiento. Dios fue siempre fiel a sus promesas, pero Israel tropezó y se olvidó de sus compromisos de manera constante, obstinadamente. Después de ciclos repetidos de pecado, castigo y reconciliación, la situación de Israel alcanzó un abismo tan hondo que llegaron a considerar que la única manera de ser restaurados era “reconstruir” la Alianza observando la Ley del modo más estricto y escrupuloso. De aquí la importancia de dos grupos de judíos observantes: los escribas o maestros de la Ley, que interpretaban y explicaban todas y cada una de las exigencias legales, y los fariseos, que centraban toda su existencia en un estilo de vida religiosa extremadamente rigorista. Esto llevó a una situación de confusión, de dudas permanentes respecto a lo que era o no era legal y, en definitiva, a un profundo sentimiento de culpa.   

            Este enfoque y estos sentimientos eran tan graves, que la pregunta fundamental que le hace la genta a Juan el Bautista es “¿Qué debemos hacer?” (Lucas 30-14). Si, como dice, el final está cerca, ¿Qué posibilidades tienen de expiar sus faltas? En este contexto se enmarcan las palabas de Jesús en el Sermón de la Montaña. Tal como antes había hecho Juan, Jesús propone un estilo de vida. Si tenemos en cuenta lo que cuentan los cuatro evangelistas, ya sabemos cuál era su actitud respecto a la Ley y que los dos grupos de judíos observantes ya la habían criticado. Por eso podemos entender las palabras con que Jesús introduce su visión de la Ley: tiene que disipar cualquier duda sobre su punto de vista y su actitud. Así, su afirmación fundamental es: no soy un revolucionario, ni he venido a destruir los valores y normas tradicionales, ni a socavar la ética de Israel. Como “dirigente” religioso, no tiene la intención de abolir, sino de dar pleno valor a la Ley y a los profetas. Y eso significa ser radical, ir a las raíces de la Ley, contrastar lo que en realidad dice y lo que entienden y enseñan sus intérpretes oficiales.  En gran medida, el papel de Jesús en su enfrentamiento dialéctico con aquellos intérpretes será el de dirigirse al sentido y objeto más hondos de la Ley. De la misma manera que las Bienaventuranzas eran una manera básica de abordar el sentido de la vida, su afirmación sobre la necesidad de cumplir hasta el último punto y tilde de la Ley será su manera básica de abordar la Alianza. Y ese punto de vista radical pondrá de manifiesto que su manera de entender la Ley desde la perspectiva del Reino entraña un sentido más profundo de la justicia que el que tienen los escribas y los fariseos.

 

Meditatio:

            La aplicación básica del modo en que Jesús entiende la Ley se basa en el contraste entre la tradicional interpretación legalista, farisea/farisaica, y su propio punto de vista. “Han oído que se dijo…, pero yo les digo…” Paso a paso, Jesús escoge un número de cuestiones morales y trata de hacer que sus oyentes vayan a la raíz de los mandamientos. Jesús les insta (a ellos y, claro está, también a nosotros) a descubrir que, más allá de la mera observancia de las palabras de la Ley, hay un compromiso mucho más hondo con la voluntad de Dios. Los temas básicos son el homicidio y la ira; el adulterio, el divorcio y la lujuria; el juramento y la veracidad; venganza y la condescendencia; la reconciliación y el amor. El leccionario ha distribuido el texto entre este y el próximo domingo, pero el pasaje tiene una cohesión y una unidad internas, abarca desde Mateo 5:17 hasta 7:48, y debería ser leído unitariamente. De todos modos, el fragmento de hoy es un buen punto de partida para que profundicemos en nuestra propia respuesta a las normas y reglas que hemos recibido en nuestra tradición cristiana particular. Tal vez, mejor que contemplar los mandamientos seleccionados hoy, podríamos hacernos preguntas más sencillas. ¿Cómo aceptamos las palabras de Jesús cuando habla como nuevo “legislador”? ¿Entendemos nuestras culpas como la transgresión de una ley, o como un signo de infidelidad a él, a nuestros hermanos o a nosotros mismos? ¿Cuáles son los verdaderos criterios con los que evaluamos una acción o una opción morales?  

 

Oratio:

            Reza por quienes se sienten agobiados y abrumados por el peso de las leyes, preceptos y mandatos cuya observancia parece estar fuera de su alcance: para que pongan su confianza en la misericordia de Dios y en la presencia de Jesús, y sientan su auxilio y consuelo en el seguimiento del evangelio. 

            Reza por cuantos tratamos de enmascarar nuestra falta de amor y entrega tras la observancia de reglas y normas minuciosas e insignificantes: para que aprendamos a profundizar en las verdaderas exigencias del llamamiento de Jesús a la fidelidad y la verdad.

 

Contemplatio:

            Lo que hoy sugiero es una tarea que puede (y tal vez debería) abarcar hasta la semana próxima. Puede parecer un poco pesada, pero además de sencilla puede ser muy provechosa. Compara las afirmaciones en torno al “mandamiento más importante de la Ley” (Mateo 22:34-40, Marcos 12:28-34 y Lucas 10:25-28) y el único mandamiento “personal” que les da Jesús a sus discípulos en el momento más íntimo y dramático de todo su proceso de amistad: Juan 15:9-17. Este sencillo ejercicio te resultará sumamente fructífero y enriquecedor, ya que te obligará a ahondar en tu propia relación con Jesús y cuantos te rodean.

 

Reflexiones escritas por el Rvdo. D. Mariano Perrón,
Sacerdote católico,
Arquidiócesis de Madrid, España

 


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