Estrellas del cielo

Hace mucho tiempo que al mirar las estrellas del cielo, recuerdo que Dios cumple su palabra, a veces de forma extraña y nueva.

Pasada esta Semana Santa donde la figura de Jesús lo abarca todo, quiero regresar a las figuras olvidadas que precedieron a Jesús.

Creo en Jesús como Hijo, parte de la Trinidad, como sujeto histórico y carnal, que trajo una nueva visión de la palabra de Dios, y como Maestro y Señor. Pero en mi día a día, también la figura de los antiguos profetas, me ayudan a comprender más a mi Dios desconocido.

Soy un peregrino en esta tierra y si bien la Misericordia de Dios expresada en su Hijo Jesús, es el modo que debo caminar en la fe, el camino me lo marcan también las estrellas. Las estrellas son esos hombres que se relacionaron con Dios sabiendo que su multiplicidad no puede ser abarcada por el conocimiento sino por la recta intención del corazón, y aun sigue siendo un conocimiento mínimo.

No se toma en el cristianismo la importancia debida para la humanidad de aquellxs que precedieron a Jesús. Judíos y musulmanes lo tienen más claro.

Abraham fue el primer ser en la historia de la humanidad que creyó en un Dios Uno. Esto en la historia del pensamiento y de la espiritualidad humana, es «EL» salto más significativo que se haya podido dar. El «hombre» no comprende la unidad de las cosas, su intelecto va en contra de ello, no puede abarcar la idea.

Y recordemos que si bien se considera a Abraham «el padre», no fue el primero en conocer al Dios uno. Ya antes estuvo Noé, a su manera.

Pero vuelvo a Abraham. Él creyó sobre toda posibilidad, dejo todo y siguió la palabra de este Dios desconocido en su entorno. Creyó y dudo en esa palabra y sintió la desesperación de la fe, y hasta el regateo, en su relación con este Dios Uno. Muchxs otrxs profetas vinieron después y hay un libro de cada unx en la biblia contando sus historias de relación con Dios. Mucho antes de la existencia de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, lxs grandes doctores místicos y cristianos de la vida espiritual.

Pero todxs dicen lo mismo: escuchar en la interioridad; cumplir con lo escuchado cueste lo que cueste; dejar todo y salir a caminar sin saber donde; confiar; sacrificar; llorar; soportar la prueba; soportar la ceguera y la duda; soportar que te cambie el «nombre» haciendote un hombre nuevo; amar todo el tiempo de la mejor manera que salga de nuestra miseria; hablar todo el tiempo con Dios; preguntarle hasta la saciedad; soportar el peso de la respuesta cuando llegue; ser feliz en el camino y glorificar a Dios y solo a Él ante cada letra cumplida de su promesa; llevar a otrxs a conocerlo y a seguirlo; servir; trabajar y solo descansar en Él.

Dios le dijo a Abraham en su encuentro: «Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.»

Hace un tiempo en mi vida miré el cielo y vi las estrellas. Ese día se me regalo, para que recuerde el resto de mi vida, la comprensión del cumplimiento de las promesas de Dios. Ese día comprendí que yo, a mas de 3500 años de distancia, en otro continente del de su nacimiento, de una nacionalidad diferente, de una «religión» diferente, era una estrella en ese cielo.

Comprendí que soy un descendiente de Abraham y que en mi, como en mis hermanxs cristianos, esa promesa de Dios dada a un hombre se había cumplido.


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