El Señor estaba ahí pero yo no le reconocía. Ejercitando la memoria agradecida de nuestro encuentro con Dios, para que surja en nosotros afecto y gratitud hacia su bondad. Ahí estaba, aunque no le reconocimos. Es fácil decidirse por alguien por quien sentimos afecto y gratitud. No podemos contar con que al darnos, los demás nos respondan. Sin embargo, el afecto y gratitud bien gustados e interiorizados de Dios y los demás, nos permiten dar y gustar dar sin necesariamente recibir.