Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Mt 14, 22-33

Me gustaría hoy tener en cuenta dos pequeñas frases del Evangelio: «pasó la noche a solas, orando» y «ánimo, soy yo, no temáis» 

Después de alimentar a un grupo grande de personas, Jesús se queda sólo: despide a la gente y a sus discípulos. Y busca la única compañía que le hace falta: el Padre. ¿Qué encontraría el Señor en la soledad, en lo alto del monte, a solas? 

Es sorprendente cómo el Señor busca esos momentos de continuo, el encuentro con Dios, con el Misterio y la fuente de la vida. Cuanto nos cuesta buscar y vivir esos momentos tan intensos de soledad y a la vez de comunión…

Pero unido a esa experiencia de encuentro con Dios, Jesús vive otra experiencia: se hace presente en mitad de la tormenta, de lo que amenaza a todo ser humano simbolizado en la oscuridad, el mar, la inseguridad de las aguas revueltas, el huracán. 

Hoy os invito a contemplar así a Jesús: el hombre lleno de Dios que se hace presente en mitad de nuestras oscuridades, y nos dice «no temáis, soy yo». 

Contemplar el Evangelio, hacer silencio interior y exterior, visualizar paso a paso este pasaje, dejarnos empapar y llenar por él. 

Acojámos al señor en nuestra vida.


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