Entrando Ignacio de Loyola en una capilla llegando a Storta y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo de dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo. Le parecía ver a Cristo con la cruz a cuestas y al Padre al lado que le decía: «Yo quiero que tomes a este como servidor tuyo» y así Jesús lo tomaba y decía: «Yo quiero que tú nos sirvas».