Cuando todo está dicho

Acabo de terminar una llamada telefónica recibida en un día más que mundanamente ajetreado.

En ella se me propone, otra vez, ocupar un lugar de servicio. No voy a decir que me llega de sorpresa ya que intuía, por otras cosas que se han ido dando en mi vida, que esta etapa comenzaba y era posible que fuera, también, con esta forma. 

Ya he dicho que si.

Pues acabada la llamada busco el santoral del día. Me encuentro que es el día de san Humberto, patrono de los llamados a gobernar en situaciones difíciles.

Solo puedo decir algo que me enseñó mi Maestro espiritual: «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya«.

A mis pronto 50 años, una creativa forma de morir y resucitar. Cosas de mi Dios.

«Muy bien, yo moriré,  pero, pero por favor, 
cuando muera, cuando muera, mírame, por favor, mira mi muerte.
Yo tenía fe cuando comencé, ahora estoy triste y cansado 
mi camino de  tres años me parecen que son teinta. 
Deja que me odien, que me claven en su cruz (una vez más).
Dios,  
clava, azota, rompe, mata 
pero pronto, hazlo pronto, o yo me voy a arrepentir».


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