Contemplando cómo Cristo nos llama y nos quiere a todos bajo su bandera: la del amor incondicional y gratuito. Poco a poco, tacita a tacita, va llamando sin prisa. Guiando por tantos caminos como personas, cada cual recibe su invitación particular. Sin grandes patrones o estereotipos, Dios se hace notar sin que uno interiormente pueda dudarlo; si acaso, no reconocerlo. Siguiendo el camino de la apertura y el cambio, el Espíritu se hace presente venciendo la pereza, la monotonía, haciendo cosas que «no nos apetecen», pero que uno siente internamente que debe hacer.