Contemplando mi llegada a la oración del jueves tras haber pasado varias semanas sin haber podido ir. Viendo que la alegría brota espontáneamente al contemplar las caras de gente conocida, otras que hacía tiempo que no venía, otras nuevas. Mirando a alguien que estuvo ayudando a un inmigrante a encontrar casa. Hoy se sentaron juntos, se han hecho amigos. Escuchando el silencio en medio de la oración. Hacía tiempo que no lo escuchaba. Tras el silencio, comentarios de gente ilusionada, con ganas de compartir su propia vida. Dando gracias por nuevos trabajos, padres que se alegran e intervienen desde el cielo y la tierra, lecturas que tocan el corazón y una boda LGTB realmente memorable. Aquella tarde me pareció que Dios mismo se hacía presente en aquella desde su mismo título: la ALEGRÍA.