«Un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos… Entonces, ¿quién se podrá salvar?»
Mi «Señora»
Nuestra vida humana puede contarse de muchas maneras.
Hoy descubro, María, que también puedo contarla través de ti. Tarde te amé, aunque siempre estuviste presente.
Desde antes de nacer en este mundo; cuando estaba con mis hermanxs separados; detrás de mi primera conversión mientras daba mis primeros pasos a los brazos de mi Padre; la que escuchaba mis primeras peleas, y mediaba, aunque no te hablase a Ti; la que me dio la colleja que me llevo a mi segunda conversión (cosa que estoy seguro que le arrancaste, a base de suplicas, al Corazón de tu Hijo) y la que me llevo a mirarte por primera vez a los ojos y conocerte como Madre.
Hoy se cumplen 16 años en que, habiéndote reconocido, me consagré a ti.
«Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre»
Texto del Evangelio (Mt 19,3-12): En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?». Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre».
Presumiendo de debilidades
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2Co 12,9b-10).
«Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?»
Texto del Evangelio (Mt 18,21—19,1): En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: «Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré». Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
El duro trabajo de la lija
Dedicándome esta mañana, en mi días de vacaciones, a restaurar un mueble antiguo, me di cuenta cuanto es difícil quitar el color viejo para dejar la madera limpia en su estado natural, y mientras el papel de lija iba de una parte a otra mi mente viajaba reflexionando sobre mi vida.
«Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor»
Texto del Evangelio (Jn 12,24-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará».
Date la vuelta
Ayer terminando una conferencia, y en conversaciones posteriores, cai en cuenta de lo necesitadas que estan nuestras almas. Habían ido a recibir y habiendo acabado … aun querían más. Y yo me encontraba dando.
Llegue a casa y recibí las confirmaciones de más cosas para hacer en lo que resta el semestre. Nada podía ir mejor.
Pero en la vida del cristiano, ese caminante peregrino enamorado del Dios desconocido, además de no haber descanso ni donde reposar la cabeza no siempre es de día y en la noche también se camina.
Y en esa noche a veces no hay luna ni estrellas sino unos ojos brillantes que marcan dirección. A lo lejos, más cercanos o en medio, siempre moviéndose y haciéndote mover despertándote amor.
Pero mi alma también necesita y hace mucho que no se lo digo.
«No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»
Texto del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14): En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».
«Yendo un día juntos por Galilea»
Texto del Evangelio (Mt 17,22-27): En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho.
Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: «¿No paga vuestro Maestro el didracma?». Dice él: «Sí». Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: «¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?». Al contestar él: «De los extraños», Jesús le dijo: «Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti».