Tratando de comprender otras vidas acogiéndolas hasta abrir las propias puertas del hogar que uno habita. Explorando la experiencia de ser generoso, de salir de la zona de confor. Viviendo la falta de confianza, la vulnerabilidad, la incertidumbre, el compartir espacios y tiempos, no poder hacer de nuestra capa un sayo. Aprendiendo a ser más gratuito, confiado, desprendido, a pesar de descubrir que uno no es tan gratuito o desprendido como se pensaba. Aterrizando en la realidad, los límites y la propia humanidad. Ejercicios para ser más humano, más uno mismo. Un amigo me decía lo que significó para él que en momentos muy duros de su vida encontrara a personas dispuestas a acogerle, compartir su propio espacio. Por semanas, meses, incluso años.