Comentario al Evangelio desde fuera del armario de Ichthys. Quinto domingo de Cuaresma.
Nunca he tenido miedo a la muerte. Más bien tuve alguna vez miedo a la muerte de otros, de mis padres, mis hermanos, mis amigos… Pero soy consciente de que yo nunca tuve miedo a morir. Por el contrario, en mi adolescencia sí deseé mi muerte. En un retiro de esos que llevábamos a cabo durante el curso en el colegio donde estudiaba, el director espiritual empleó buen tiempo en abordar el tema moral, como si el sexto mandamiento fuera el pilar fundamental de la fe. Con dieciséis años ya era bastante consciente de mi identidad sexual, por mucho que hubiera asumido que ese fuera un terrible secreto que guardar, quizá para toda la vida. La discutible pericia pedagógica de aquel sacerdote me hizo sentir un ser despreciable, no ya para la sociedad entre la que se encontraban mis compañeros de clase, sino sobre todo ante Dios, para quien era un error, un indigno hijo suyo, un desviado, un degenerado.